Juegos de Sangre

Capitulo 25

Hola! Ojalá hayan pasado unas lindas fiestas!! ¡Feliz 2025! Espero que disfruten este capitulo.

Mientras mis abuelos se dispusieron a ir a su encuentro vespertino de adultos de tercera edad, sonreí ante el recuerdo de que se fueron vestidos con temática de salsa. Estaban muy entusiasmados, si bien dijeron que se iban a quedar por mí, les insistí en que fueran, no tardaron mucho en prepararse y volver a cuestionarme si estaba segura de quedarme sola.

Poco a poco fui recorriendo el salón de la casa, donde siempre se celebraron mis cumpleaños. Me daba mucha nostalgia, extrañaba vivir aquí. Sobre todo, extrañaba sentir algo parecido a un hogar, no la frialdad que ahora se había convertido mi vida.

Pasando mi mano por la última puerta, que daba al pequeño salón de lectura, me encontré ese gran instrumento que hacía tantos años no había tocado.

Al fondo, tapado con una sábana blanca, el piano de cola negro me esperaba, ansioso de que vuelva a tocar sus teclas. Ansioso de llenar de luz mi oscuridad, de sentir que alguien lo necesitaba. Ansioso de ayudarme y darme calor.

Todos me cuestionaban, de ¿Por qué jugaba con fuego? Que era peligroso, pero nadie se ponía a pensar que, en realidad, solo estoy buscando un poco de calor.

Estire la sábana que lo cubría y la arroje al suelo. Admire por un segundo su belleza. Tome un pequeño asiento frente a él. Y comencé a tocar algunas teclas. Mis dedos se pusieron un poco resistentes a medida que avanzaba con cada tecla. Me dolía el alma y no sabía cómo hacer que aquello disminuyera. Parecía que poco a poco, aquellas cosas que estaban agrietadas, terminaban de romperse mientras recordaba los malos momentos que necesité a alguien que me diera calor y no había nadie.

De un momento a otro deje de pensar en todo. Dejé que sólo fluyera la música, la melodía, y parecía una danza que hacían mis manos al compás. Me sentía llena de fuego, de algo que me quemaba en la garganta y me hacía un nudo donde se caían mis lágrimas.

Me sentía en una nube, recordando momentos con mi hermana, que me despertaban culpa y la rabia de su traición, recordaba los pequeños momentos de felicidad con mi padre y al mismo tiempo, lo odiaba por no darme lo que quería. Un simple abrazo, o un simple “estoy orgulloso”. Nada había conseguido con él y menos con mi madre, quien siempre se había desentendido de mí, nunca había sido suficiente para ellos.

Al pasar a cada nota, al pasar cada acorde, nuevos recuerdos surgían. Surgían como un caudal de agua sin fin. Sentí tanta fuerza en mi pecho que tocaba cada vez más fuerte, quería sacar todo lo que tenía dentro. Quería desahogarme y dejar que ese fuego en mi interior se propagara y no doliera, que me dé algo de calor.

Lentamente doy fin a las melodías haciéndose cada vez más débiles, hasta tal punto que apenas toco las teclas. Y por fin se apaga el sonido, todo parecía quieto, como si por un segundo se hubiera detenido

Me quedo sentada mientras siento como una parte de mí se vuelve a apagar, llenado toda mi alma de un veneno que me corroe las venas y me quemaba el alma. Estaba enojada y frustrada, algo había cambiado, para bien o para mal y eso no me gustaba.

Hasta ahora, no me había dado cuenta de que tenía algunas lágrimas recorriendo mi rostro.

— Nunca supe que tocabas el piano — comentó una voz femenina desde el marco de la puerta.

Me llevé tal susto que casi caigo de la silla. Observé ese rostro de porcelana, tan blanco y pálido, con labios rosados, ojos castaños y un cabello cobrizo, similar al de mi hermano, con algunas canas. Era extraño verla aquí.

— Si te hubieras interesado un poco más, seguro lo sabrías — solté con una voz ronca del nudo que se formó en mi garganta.

— Que te puedo decir, ya era tarde para abortar y no había mucho interés— soltó con el mismo veneno, aquello me dejó con el corazón latiendo a mil por segundo.

— ¿Qué haces aquí? Cuando pude me fui de casa y nunca te he molestado desde entonces. No arruines este lugar también…

— Vengo a visitar a mi madre, pero por desgracia te encontré aquí — ingresó a la habitación. Su fuerte perfume caro me daba vueltas la cabeza, tenía su elegancia, eso podía reconocerlo, pero como lo odiaba — ¿Qué haces tú aquí? Estás muy lejos del apartamento.

— No tengo ganas de estar aquí contigo — me levanté y al pasar por su lado soltó aquello que tanto daño me hace.

— Laura tampoco tenía ganas de morir, pero mira ¿Qué ironía no?

Aquello me pegó tan fuerte que tuve que cerrar los ojos tratando de no marearme. Ella lo sabe, claro que sí y por ello me odiaba. Buscaba cada momento para meterme una daga entre las costillas, girarla para hacerme gritar y torturarme.

— Sabes… que fue un accidente…— solté con la voz ronca.

— Que se caiga un vaso, eso es un accidente — sus ojos fríos irradiaban el odio que abundaba en su alma, mi mano comenzó a temblar de la impotencia — ¿Sabes cómo se llama lo que hiciste? Asesinato.

—¡Basta! — grité al borde del llanto. No podía contradecir aquello, tenía razón. La había dejado morir allí.

— ¡Era mi hija! ¡Y nunca va a volver! ¡Todo por ese maldito muchacho! ¡Te odio! — y allí comenzó a golpearme con sus manos, estaba llena de rabia — ¡No mereces vivir! ¡Ella lo era todo para mí, la perfección en persona! — soltó mientras se deslizaba por la pared y comenzaba a llorar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.