Juegos del corazón

Prologo

 

 

Durante mi adolescencia, los encuentros entre mi familia y la familia de Javier se convirtieron en capítulos entrañables de mi historia. La casa de Javier era como una extensión de la nuestra, y viceversa. Las risas resonaban en ambas viviendas mientras compartíamos cenas, celebrábamos cumpleaños y vivíamos los altibajos de la vida cotidiana juntos.

Recuerdo las tardes interminables en las que nuestros padres intercambiaban historias cómicas sobre su propia juventud, creando un vínculo aún más fuerte entre ambas familias. Las risas compartidas se mezclaban con el aroma de la comida casera que flotaba en el aire, creando un ambiente cálido y acogedor que se volvía tan característico de esos encuentros.

Los fines de semana eran ocasiones especiales, con paseos improvisados y excursiones que se convertían en aventuras compartidas. Las conversaciones fluían de manera natural entre los adultos, mientras nosotros, los adolescentes, explorábamos nuestros propios mundos y creamos recuerdos que atesoraríamos para siempre.

Sin embargo, todo cambió de repente cuando Javier, con su inconfundible sentido del humor, propuso de manera inesperada y un tanto burlona que fuéramos novios. Esa peculiar situación añadió un giro inesperado a nuestros encuentros familiares, llevándonos a explorar nuevas dimensiones de nuestras relaciones. Estos momentos, entre risas y complicidades, marcaron una etapa crucial en mi adolescencia, definiendo no solo mi relación con Javier, sino también la forma en que entendí el significado profundo de la familia y la amistad.




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