Juegos del corazón

Capitulo 4- Javier

[Capitulo 4]- Javier

 

(Javier)

 

Desde que tengo memoria, siempre he estado enamorado de Blanca. Desde aquellos días de la infancia en los que jugábamos juntos en el parque hasta los años de la adolescencia en los que nos sentábamos juntos en clase, Blanca siempre ha sido el centro de mi mundo. Sus risas, su sonrisa, su forma de ser cautivaban mi corazón desde el primer momento en que la vi.

 

A medida que crecíamos, mi amor por Blanca solo se hacía más fuerte. Cada día encontraba nuevas razones para admirarla, nuevas cualidades que me dejaban sin aliento. Desde su ingenio hasta su bondad, desde su pasión por el arte hasta su valentía para enfrentar los desafíos, Blanca era la personificación de todo lo que siempre había buscado en una persona.

 

Aunque nunca tuve el coraje de confesarle mis sentimientos a Blanca, siempre estaba presente en mi mente y en mi corazón. La observaba desde lejos, admirando su belleza y su gracia, deseando poder decirle lo mucho que significaba para mí. Pero el miedo al rechazo y la incertidumbre sobre lo que podría pasar siempre me detenían, manteniéndome en silencio y ocultando mis sentimientos más profundos.

 

A pesar de todo, nunca perdí la esperanza de que algún día Blanca pudiera sentir lo mismo por mí. Soñaba despierto con un futuro en el que estaríamos juntos, compartiendo risas y momentos especiales, construyendo una vida llena de amor y felicidad. Pero por ahora, me conformaba con ser su amigo, con estar cerca de ella y apoyarla en todo lo que pudiera.

 

Y así, mientras seguía enamorado en secreto de Blanca, me aferraba a la esperanza de que algún día, tal vez, nuestros caminos se cruzarían de una manera que cambiaría nuestras vidas para siempre.

 

Era un día soleado en la casa de campo de mis abuelos maternos, y mi primo Aurelio y yo estábamos pasando el rato en el porche, disfrutando del aire fresco y la tranquilidad del campo. De repente, Aurelio me miró con una sonrisa traviesa en el rostro y me lanzó un desafío que sabía que no podía rechazar.

 

Aurelio: (riendo) ¿Sabes qué sería genial? Que le pidieras a Blanca que sea tu novia. ¡Sería épico!

 

Mis ojos se abrieron de par en par ante la sugerencia de Aurelio. Blanca siempre había sido mi amiga más cercana, pero también había sido la chica de mis sueños desde que éramos niños. La idea de confesarle mis sentimientos me llenaba de nervios, pero también de emoción.

 

Javier: (dudoso) No sé, Aurelio. ¿Y si arruino nuestra amistad?

 

Aurelio: (alentador) ¡Vamos, Javier! Siempre has estado enamorado de ella. Este es tu momento para brillar.

 

Me quedé pensando en las palabras de Aurelio mientras el sol se ponía en el horizonte. Blanca estaba lejos, en su casa en la ciudad, pero la extrañaba más de lo que podía expresar. Decidí que era hora de dejar de esconder mis sentimientos y tomar un riesgo.

 

Al día siguiente, mientras pasaba por el lado de mi madre, la escuché hablar por teléfono con Blanca. Sin pensarlo dos veces, tomé el teléfono de sus manos y comencé la peor actuación de mi vida.

 

Javier: (intentando sonar casual) Hola, Blanca, ¿cómo estás?

 

Blanca: (sorprendida) ¡Hola,  Javier!.

 

Javier: (nervioso) Blanca,  he estado pensando en algo y creo que es hora de que lo hablemos.

 

 

Solo recuerdo que mis palabras salieron más rápidas de lo que esperaba, y apenas había terminado la frase ¨Blanca, deberíamos ser novios¨ cuando la risa estalló en la habitación. Miré a mi alrededor, confundido y avergonzado, mientras todos, desde mis padres hasta mis abuelos, se retorcían de risa ante mi desastroso intento de declaración.

 

La realización de lo que acababa de hacer me golpeó como un puñetazo en el estómago. Había arruinado todo. Mi corazón se hundió mientras me daba cuenta de que acababa de perder a mi mejor amiga y de que mi peor miedo se había hecho realidad: había perdido a Blanca para siempre.

 

A mis 22 años, me siento más fuerte y seguro que nunca. Mi tiempo en el gimnasio ha dado sus frutos, y mi cuerpo refleja el arduo trabajo que he puesto en cada entrenamiento. Mis músculos están definidos y tonificados, marcando cada movimiento con una poderosa presencia.

 

Mi cabello, lacio y negro como el ébano, enmarca mi rostro con una apariencia clásica y masculina. Me gusta mantenerlo corto y ordenado, aunque a veces un mechón rebelde se escapa, dándome un aire de despreocupada rebeldía.

 

Mis ojos son mi rasgo más llamativo: un intenso color azul que parece brillar con determinación y confianza. Son como ventanas a mi alma, reflejando mi determinación y mi pasión por la vida.

 

 

Aunque mi apariencia pueda imponer, soy un hombre amable y comprensivo. Me gusta ayudar a los demás y siempre estoy dispuesto a tender una mano a quien lo necesite. Aunque mi aspecto pueda ser intimidante, mi corazón es cálido y abierto, y estoy listo para enfrentar cualquier desafío que la vida me depare.




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