Juegos Mortales

Fotografías

Distrito de Gangnam, Seúl. Corea del Sur. Año 2025

El grupo idol “ECLYPSE” posaba frente a las cámaras con sumo profesionalismo a pesar del calor de las luces, y de los flashes continuos. Las cinco integrantes llevaban puestas faldas de tul rosa con detalles brillantes, y una camisa blanca de mangas cortas con botones rosados mientras que sus cabellos caían libres en ondas. Además de usar medias blancas con volados y zapatos de taco color rosa pastel.

Al mismo tiempo el fondo complementaba la atmosfera femenina e inocente al utilizar rosa pastel, blanco y marrón.

En ese momento, Park Ji-Hoon autorizó que las jóvenes se tomaran un descanso para evitar un golpe de calor debido al clima húmedo y casi veraniego del día. Éstas agradecieron y se aproximaron al aire acondicionado.

Todo el mundo iba y venía por doquier pero un par de ojos negros seguían casi sin pestañar los movimientos de Ji-Hoon como si se tratase de una obra de arte. El cambio del lente de una cámara por otra, o el cambio de los adornos del set. Pero su interés aumentó al verlo hablar amablemente con una de sus asistentes.

“¿Por qué no puedes hablarme así a mi?” “me gustaría que me susurraras al oído cosas, sin nada de por medio”— fue uno de los pensamientos de la joven, dueña de esa mirada felina que estaba sentada en una banqueta.

—Nuestra líder está perdidamente enamorada. Ya me imagino los titulares “Kyra, la líder del grupo ECLYPSE, tiene un interés romántico por el “fotógrafo de las estrellas” y que es casi veinte años mayor que ella”—bromeó una de sus amigas.

—No sé de qué hablas—mintió la nombrada.

—Amiga, que seas idol no significa que tengas que renunciar a ser una mujer. Eres joven y hermosa….

—Y él es un hombre casado. No soy esa clase de mujer.

“No soy así hasta que él me pida lo contrario”— pensó para sí misma.

Verlo acercarse provocó una oleada de calor intenso en Kyra, y mucho nerviosismo. Ese día Ji-Hoon llevaba puesto un pantalón recto color negro, y una camisa arremangada color blanco que estaba un poco pegada a su cuerpo por culpa del ambiente. Su abundante cabello negro estaba peinado con prolijidad pero conservando un aire jovial dejando al descubierto sus ojos color avellana.

—Señorita Kyra, comenzaremos con las fotos individuales—le comentó. Su sonrisa característica apareció—.Cuando se sienta bien, por favor venga.

—Ya me siento mucho mejor ahora—dijo ocultando la verdadera intensión de su frase—-No quiero hacerle perder su valioso tiempo.

—Descuide. Todo está saliendo perfecto.

Después de unas horas, la sesión de fotos llego a fin. Todos aplaudieron.

Antes de retirarse Kyra miró a Park Ji-Hoon.

—Solíamos jugar juntos ¿verdad?

Mientras la ciudad brillaba con la fama de Gangnam, otro rincón de Seúl estaba envuelto en oscuridad.

Distrito de Itaewon, Seúl, Corea del Sur.

El detective Han Joo-Won estacionó su auto lo más cercano a la escena del crimen, ya era el cuarto cuerpo en menos de un mes, y eso era poco habitual. Guardó su celular sin antes revisar el mensaje de su novia en el que le avisaba que esa noche tenía guardia en el hospital, y que la cena romántica tendría que posponerse para más adelante. Se bajó, cerró la puerta, se acomodó su chaleco, y caminó hacia donde lo esperaban sus colegas.

Cuando llegó al callejón dos policías estaban hablando entre ellos mientras el fotógrafo forense hacía su trabajo.

— ¿Qué tenemos?—preguntó Joo-Won.

—Detective Han, bienvenido—fue el saludo de uno de los policías—.Se trata de un masculino, de alrededor de sesenta años. Según su identificación se llama Choi Sung-Min oriundo de Busán.

— ¿Busán? Ya son cuatro que son de la misma ciudad. Es un patrón.

—Y hay más, señor.

El policía le indicó al fotógrafo que se moviera para que el detective mirara lo que le indicaba.

Los ojos cafés del recién llegado se abrieron de par en par confirmando la idea que tenía desde el día anterior: un asesino en serie estaba colgando a sus víctimas como si fueran muñecos de trapo con una soga en el cuello.

— ¿Tiene alguna marca en el tórax?—preguntó el detective.

— ¿Cómo lo sabe?—preguntó el segundo policía.

—Todas las víctimas tenían tatuadas una letra—explicó mientras se acercaba a inspeccionar, y se colocaba sus guantes.

Con suma delicadeza movió la camisa del cuerpo, y halló lo que buscaba: una enorme letra que cubría parte de su pecho.

La letra “V”.

“Otra letra”—pensó para sí mismo—“¿Qué nos quiere decir?”

— ¿Sucede algo señor?—preguntó el primer oficial que habló.

—Avísame cuando estén en la morgue. Debo regresar a la estación por un momento.

El detective retornó a su vehículo, y se puso en marcha. Llamó a su compañero, y le pidió que preparara todos los materiales y las pistas que ya tenían.

Después de unos minutos, Joo-Won arribó a la estación e ingresó casi a las corridas. Su colega lo recibió con una reverencia, que él devolvió con respeto.
Hyung, aquí está todo lo que me pidió —dijo Young-Soo, entregándole un informe.
—Perfecto, muchas gracias, Young-Soo.

Sobre una pizarra blanca estaban pegadas fotos de los cuerpos hallados en diferentes puentes de la ciudad, con sus nombres y edades debajo. Pero todos tenían algo en común: habían nacido o trabajado en Busán. No parecía haber otra conexión, salvo las letras tatuadas.
—“G”, “A”, “A”… ¿qué cree que significan, hyung? —preguntó Young-Soo, señalando las letras.
—No estoy seguro —respondió Joo-Won, tomando un fibrón negro y acercándose al pizarrón—. Ahora se suma la letra “V”. El mensaje es confuso, pero el asesino es meticuloso. Esto parece un ritual. No hay signos de mutilación ni extirpación de órganos.
—Ver todo esto me da escalofríos. No puedo imaginarme que alguien sea capaz de hacer algo así.
—Por desgracia, hay muchas personas capaces de lo peor en el mundo.




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