Un policía ingresó al cuarto donde estaban los detectives a las corridas.
—¡Detective Han, tenemos un llamado que puede tener vínculo con su caso!—exclamó alertando a los hombres.
—¿Dónde?—preguntó el nombrado.
—En la casa del fotógrafo Park Ji-Hoon.
—¡¿Qué!?
Los tres hombres se pusieron en marcha enseguida.
Unos minutos después la patrulla llegó al domicilio indicado. Otro policia los guió hasta el décimo piso del glamoroso edificio.
Al abrir la puerta se toparon con un piso muy amplio, de pisos de madera clara, enormes ventanales ocupaban gran parte de las paredes dejando ver el paisaje luminoso nocturno de la capital, lámparas y adornos completaban el sitio dando una sensación entre sofisticación y hogareño.
Dentro había otros dos oficiales que estaban inspeccionando la casa. Park Ji-Hoon y Min-Ji estaban sentados en el sillón de cuero negro; se los veía compungidos y nerviosos.
—Soy el detective Han Joo-Won, un gusto conocerlos aunque sea en estas circunstancias—se presentó el detective tendiendo su mano.
—Lo mismo digo—respondió Ji-Hoon.
—¿Puede contarme lo que sucedió?
—Cuando regresé del trabajo tocaron la puerta, y abrí pensando que se trataba de algún vecino que necesitaba algo, ya que hay varias personas mayores en este piso, pero me encontré con esa caja—explicó el fotógrafo tratando de calmarse así mismo—.Al principio no le di importancia. Hace un momento mi esposa la abrió y encontró todo eso.
—Oficial.
El nombrado aproximó el recipiente. La expresión del rostro del detective cambió por completo: dentro de la caja había una gran cantidad de pruebas conectadas con el caso del asesino serial, pero había algo que no encajaba, ¿por qué el culpable le enviaría todo esto a un fotógrafo profesional?
— ¿Hay alguien más en la casa?—fue la pregunta de Joo-Won regresando la caja al forense.
—Nuestros hijos pero están en la casa de mi madre. Por suerte—respondió.
— ¿Podrían acompañarnos a la estación? Necesitamos su declaración extendida.
—¿Qué pasará con la casa?—quiso saber Min-Ji; estaba un poco más calmada.
—No se preocupe, señora. Los oficiales se quedarán a tomar muestras, y no romperán nada.
—Está bien. Déjenos vestirnos.
—Adelante.
Los esposos se vistieron y siguieron a los policías a la estación.
Mientras la continuación de la charla se llevaba a cabo sin problemas, otra escena se desarrollaba en el distrito de Guryong, Gangnam.
La sombra ingresó a la casa precaria a toda velocidad, y se encaminó hacia el fondo de la misma donde se encontraba su habitación. Todo estaba desordenado, y roto.
Abrió el cajón del escritorio, y sacó una máscara blanca y se la colocó. Se trataba de un antifaz que cubría toda la cara, se la notaba sucia y un poco rota. Los huecos negros se fundían con los ojos negros de su portador.
De un impulso agresivo clavó un cuchillo sobre el escritorio, traspasando una foto.
—Park Ji-Hoon hyung, todos ellos pagarán caro el habernos separado—susurró el joven mientras cortaba la imagen de Ji-Hoon—.Usted es el único que merece vivir en el nuevo mundo que voy a construir.
En ese momento, unos gritos de hombre invadieron sus oídos. Con rabia contenida, desenterró el arma, y fue hacia otro de los cuartos con paso apresurado. Lo abrió de un solo movimiento brusco.
—Que continúen los juegos.
El recinto no era demasiado grande. Las paredes estaban sucias y tenían pinturas que aparentaban ser personas colgadas de un soporte por una soga en el cuello; las manos que habían hecho esos trazos parecían ser de niños por las desproporciones de los cuerpos.
Las súplicas aumentaron cuando víctima vio la apariencia de su captor, y la forma en la que abría su camisa con el filo de su cuchillo. Se sentía tan vulnerable al estar atado de pies y manos con esposas, y medio desnudo.
—T-te lo suplico, por favor. Déjame ir, prometo no decir nada—dijo el hombre con la voz entre cortada de tanto llorar—.Tengo una familia.
El enmascarado giró una silla y se coloco delante de su víctima.
— ¿Por qué debería hacer eso?—preguntó el captor. Su voz parecía jovial, a pesar de estar distorsionada por la máscara.
—Debes tener la misma edad de mi hijo menor. Cuando te veo no puedo dejar de pensar en él. Seguro también tienes padres, por favor.
El enmascarado sólo se limitó a mirarlo sin mover un solo músculo.
La estación de policía parecía un avispero agitado debido a que los oficiales se amontonaban para ver a Park Ji-Hoon; no daban crédito a lo que veían. El detective los echó.
—Disculpe por eso—dijo Joo-Won regresando a su asiento.
—Descuide—dijo el fotógrafo.
En ese momento Young-Soo ingresó sosteniendo una carpeta entre sus brazos.
—Buenas noches, soy el detective Kim Young-Soo. Es un placer conocerlo señor Park—se presentó el detective a la vez que se sentaba junto a su superior.
—Muchas gracias detective.
Joo-Won abrió la carpeta, y ojeó el contenido.
— ¿Tiene idea de quién pudo haberle dejado esa caja?—preguntó directamente.
—Realmente no lo sé. Como ya dije abrí la puerta pensando que se trataba de uno de mis vecinos, no había nadie pero sí estaba la caja en el suelo—explicó Ji-Hoon.
— ¿Por qué creyó que se trataba de uno de sus vecinos?
—En ese piso hay varios adultos mayores. Cada tanto me piden que los ayude con cosas de la casa o vaya por sus medicinas. Son vecinos de toda la vida.
— ¿Alguna vez estuvo o vivió en Busán?
—Estuve pocas veces por trabajo; no me habré quedado por más de dos o tres días.
—Está bien. Por el momento puede retirarse pero le recomiendo que no regrese a su casa.
—Mi esposa y yo nos podemos quedar en un hotel, ya es demasiado tarde para llamar a mis padres.
—Haga lo que crea correcto, pero de seguro volveremos a llamarlo.
—Sí. Buenas noches.