Juegos Peligrosos

《Capítulo 12. DESORIENTACIÓN》

SUMMER
 

Temerle a lo desconocido. Siempre creí que era una locura, un sentimiento que las personas desarrollaban al no tener el conocimiento suficiente de ese algo que los atormentaba, temor, pánico, miedo. Hasta que me encontré en la misma posición, temerosa, pero no por algo, sino por un alguien, esta persona se había encargado de despertar en mí el peor de los sentimientos que había querido tener por alguien.

¿Le temo al Hombre de las Sombras?
 


 

Temo no saber nada de él, temo estar en desventaja en este juego peligroso que se ha convertido mi vida, podría tenerlo en frente y no sabría que se trata de él, con esa mascara que lleva puesta todo el tiempo, no deja ver su cabello ni el color de sus ojos, y esa voz distorsionada, no podría reconocerla si la escucho sin los efectos, no conozco ni sus manos detrás de esos guantes de cuero negro.
 


 

El esfuerzo por ocultar cada parte que podría exponerlo me lleva a pensar en que tal vez está más cerca de lo que puedo imaginar, y eso es me hace sentir tan impotente, sin apartar el hecho de que secuestrarme se le ha hecho costumbre. No puede irrumpir en mi vida y en la vida de Cañetano cada que quiera. No puede seguir interfiriendo.
 


 

Los dos últimos días no he visto a nadie más que al hombre de la comida.
 


 

Cañetano, pienso en el gran parte del tiempo que estoy despierta, cuando duermo mi subconsciente sueña con él en el peor de los escenarios, despierto agitada y sudorosa, en el fondo me aferro a la esperanza de que está bien en alguna parte de este lugar en las mismas condiciones que yo, de lo contrario, si otro hubiera sido el destino que lo alcanzó, la persona que me tiene recluida en contra de mi voluntad en este deprimente lugar: El Hombre de las Sombras, ya hubiera venido presumir su gran hazaña.
 


 

Mi estadía en este lugar es despreciable, el frio se cuela por cada orificio que tiene este lugar, en la habitación solo hay una cama con una almohada y unas sábanas, es difícil saber la hora sin tener la luz del sol, sé que es de noche cuando el frio aumenta y mi cuerpo se deja llevar por el sueño.
 


 

No esperaba una habitación bien amoblada con calefacción y un exquisito desayuno por las mañanas pero, ¿cuánto tiempo más estaré encerrada? 
 


 

Por momentos doy vueltas por toda la habitación, me acerco a la puerta esperando escuchar algo del exterior pero el silencio es mi único y fiel compañero.
 


 

La puerta se abre y espero ver al hombre de la comida con la bandeja trayendo el desayuno, pero lo que encuentran mis ojos son al hombre acompañado de una mujer, lo miro a él dejando de lado a su acompañante.
 


 

Siento una mirada pesada sobre mí, giro para encontrarme con una mujer de estatura mediana, lleva vaqueros negros una chaqueta de cuero del mismo color, el cabello negro sujetado en una coleta alta resaltando su piel blanca y dejando a la vista su rostro; tiene los ojos puestos en mí, ojos negros como seguramente ha de tener la conciencia si trabaja para el hombre de las sombras, su mirada parece tener mucha ira, tal vez odio, quizás  resentimiento. Pero no son esos ojos los que me ha llevado a observarla, tiene una apariencia física que ya he visto antes ¿De dónde conozco a esta mujer? Su rostro su piel blanca y ese cabello negro me son muy familiares. Pero no logro recordar de dónde o a quien me recuerda. 
 


 

—¿Te recuerdo a alguien?— se oye fuerte e intensa.
 


 

¡Esa voz! Es la voz amenazante de la mujer del otro lado del teléfono de hace unos días. No estaba equivocada, mis ojos se abren del asombro, no puede ser esa voz, esto no puede estar pasando, debo tener demasiada mala suerte, los recuerdos vienen a mi mente, ese día, el ataque que tuve, Isaac. El dolor es inminente, intento coger mi cabeza en mis manos, pero eso solo demostraría debilidad, vulnerabilidad. Isaac como deseo que estés aquí para que me drogues y que me quites el dolor de mis recuerdos.
 


 

—No. Te aseguro que jamás olvidaría esa cara— intento sonar lo más serena posible haciendo alusión a su particular rostro.
 


 

Sí, ella está aquí y no el hombre de las sombras. Que decepción. Esperaba que venga a alardear.
 


 

—No te preocupes, con mucho gusto me encargaré de recordarte a la persona que te recuerdo y no recuerdas— ella da un paso hacia mí… El hombre a su derecha da un paso detrás de la mujer y la toma del brazo.
 


 

—No. Cálmate, el señor no te perdonará si la tocas sin su permiso— el hombre me da una mirada de desprecio —así sea sólo un mugriento cabello.
 


 

¿Tocarme sin el permiso del enmascarado? ¿Será que ahora soy propiedad de ese sujeto y no me he enterado? ¡Coño! No soy un objeto que cualquiera puede tomar cuando se le dé la gana.
 


 

—Tienes razón, no vales la pena como para arriesgar mi vida por ti— la mujer se suelta del agarre del hombre detrás de ella —cuando el señor consiga lo que quiere de ti, otra será la historia, y nadie te salvará de mí— me da una sonrisa de satisfacción. ¿Espera que me asuste con eso? Porque no lo ha conseguido.
 


 

—Estaré esperando ansiosa— levanto la voz a sus espaldas para que puedan escucharme mientras me hacen el enorme favor de sacar sus repugnantes presencias de mi vista.
 


 

—No la provoques, nunca te perdonará que hayas matado a su hermano— el hombre regresa para acotar una importante advertencia que claramente no me interesa —disfruta tus días de inmunidad mientras puedas— sonríe divertido mientras cierra la puerta detrás de él.
 


 

Ya recuerdo de donde la conozco, esa mujer que me asesinaba con los ojos de la manera más dolorosa que se podía hacer, es la hermana del hombre que asesiné hace unas semanas. Físicamente se parecen mucho, aunque está claro que la belleza de la familia se lo debió llevar un tercer hermano que no conozco.
 



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En el texto hay: misterio, peligro, amor

Editado: 01.11.2021

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