Juegos Peligrosos

VII: Confusiones

No quiero mirarlo, no quiero volver a ver esa expresión burlesca en su rostro, esa misma que puso cuando llegamos a este lugar, cuando entré en esta pesadilla.

Temblando y con miedo aún, me acerco para ver hacia abajo, pero lo único que hay es sangre... y más sangre. Los cuerpos al parecer se los llevaron.

¿Así planean para todos nosotros?, ¿ese es su objetivo?, ¿"eliminarnos"?

Si este es un juego y... están haciendo esto, y parece que pretenden no dejar a nadie vivo aquí. ¿Entonces quién gana? No comprendo, no llego a una respuesta concreta y lógica.

¿Y saben lo que es más extraño e increíblemente intendible?, es que nos dejaran salir... Podemos irnos de aquí "supuestamente", debemos seguir con nuestras vidas normales y "tranquilas". (Algo que ni yo me lo creo).

Tanto inicio, inicio, por todas partes. Y del final no se habla, solo se ve el final si no cumples o pierdes.

El fin de semana pasó así, no sé el resto pero esto me ha dejado mareada y mal. ¿Qué culpan tenían?

Los demás se van. Ya es domingo y es de noche.

¿Cómo se supone que iré a estudiar si estoy abrumada por lo que ha pasado?
Pero ya que hacen esto, quiero irme corriendo, escapar, salir y no volver jamás. Sé que este no es el final del juego. Algo me dice que el error, por más diminuto que sea, hagamos lo que hagamos, terminaremos como les sucedió a ellos.

No me queda otra que caminar y caminar, porque no tengo en qué volver al pueblo y nadie que me lleve. Uno tan pobre aquí... bueno, si no me hubieran hechado de casa y país, no me estaría quejando. Llevo caminando hace aproximadamente dos horas. Hasta que por fin, salgo del bosque.

Algo de alivio siento, pero es mejor para mi pobre cabeza y alma, porque en cualquier momento, abandono todo y no me podrán ver más.

Pero la paz nunca dura, recuerden.

Un auto para al lado mío, por más que camine rápido la curiosidad me mata. Miro para atrás y... no me puede suceder de nuevo.

—Agar... por favor... —digo retrocediendo y negando.

—Por favor irás conmigo a tu casa, es muy tarde y que camines sola en el medio de la nada, ¡es peor! —sale del auto acercándose a mí ofreciéndome su mano, parece preocupado.

Si supiera...

—Llegaré bien, gracias.

¿Y si me lleva a otra parte y hace como lo de ayer? ¡No!

—Sube y vamos a tu casa —señala el auto.

Vamos...

—Dije que no —niego tratando de no mirar sus ojos.

—¡Mujer terca! —doy vuelta y sigo caminando, pero me agarra de la cintura y me levanta—. ¡Vamos!

—¡Agar basta! Te lo advierto.

No hace caso y sigue hasta que me deja dentro de su auto.

—Ahora linda Jana, ¿te puedes colocar el cinturón de seguridad? —sonríe cínico y con algo de burla.

—No.

—Jana...

—No me vas a mandar.

—Jana... no estoy jugando.

—Pues que lástima porque yo sí. Y no sé si seguiré con vida o dentro de unos minutos me van a matar por el sólo hecho de que estoy contigo. No Agar —su rostro palidece, parece pensativo, pero cuando estoy por hablar de nuevo, él da la vuelta y arranca el auto. Sabe bien que tengo razón.

Esto es demasiado incómodo.
En esa mansión es uno, pero cuando estamos solos, es otro.

No quiero saber más de nadie de aquí, de nadie.
No me importa la hora, no me importa si es de noche o de día, no me importa los sentimientos raros y mezclados que se producen cuando estoy cerca de Agar.

Sentimientos...

Mmm... maldita sensación esa. No me deja pensar claro, hace que pase millones de vergüenzas habidas y por haber. A veces cuando estoy con él todo lo que pienso y siento en un momento, todo se va, desaparece.

Miedo. Sí, si tengo. Y más de mí misma.

—¿Por qué no me dijiste que nadie te iba a llevar al pueblo? —en el reproche hay cierta preocupación en su voz, pero lo ignoro.

—No iba a ir a rogarle a nadie.

No lo entiendo. Ahora se preocupa por mí, cuando íbamos a entrar a esa mansión, era totalmente distinto. Una faceta que jamás conocí de él, y eso también me preocupa.
No sé qué actitud pondrá, ahora está calmado (o eso creo), pero más tarde o más adelante... no creo que vaya a seguir estando bien.
A lo que me refiero es que antes lo veía simpático, arrogante y bueno. Después fue algo extraño, ahora se ve así de pacífico. ¿Y más tarde qué?, enojado, triste.

Las apariencias a veces engañan.

Y es cierto.

—Pero me hubieras avisado —levanto una ceja y lo miro obvia.

¿Me está tomando el pelo o qué?

—¿Cómo?

—A lo que me refiero es... No importa ya está.

—Como digas —miro nuevamente afuera por la ventanilla del auto—. Eres impredecible.

—Soy lo que soy, Jana —dice con cierto pesar.

—Eso me está empezando a quedar muy claro —murmuro bajo suspirando.

—Mejor.

De a poco se ve iluminada la calle, eso quiere decir que ya estamos en el comienzo del pueblo, un poco más y está donde vivo.

Quiero irme de este lugar pero no puedo.
Maldita sea el momento en que vine aquí, maldita sea el momento en que mis padres me dieran la espalda, maldita sea yo... porque... fui yo la que trató de ayudar esa vez a ese chico que estaba mal. Estaba tontamente enamorada, y eso llevó a que yo también cayera con él, que me hundiera, que perdiera todo lo que tenía.

A mí me deben pasar las cosas.

 

"—Sabes que te quiero mucho y perdón Jana.

—Está bien. Que no vuelva a suceder —se acerca y me abraza.

—No te dañaré más, nunca más.

Había llegado a casa de él antes de ayer. No lo vi, no estaba aquí. Al otro día llegó, tenía un gran olor fuerte a alcohol. Se descontroló totalmente, peleamos, gritamos. Casi me pegó, pero él ya no tenía fuerzas y se desmayó.

Hoy se levantó bien, así que estamos arreglando las cosas de lo que sucedió el día anterior.

—Hoy saldré con unos amigos —me separo y lo miro de golpe—. No habrá bebidas, eso te lo aseguro.



#12560 en Thriller
#5133 en Suspenso
#7182 en Misterio

En el texto hay: peligros, reglas, verdades ocultas

Editado: 11.02.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.