Juegos Peligrosos

XXIV: Atormentos

—¿Qué hacías con eso, Jana? —vuelve a preguntar y yo ni sé que decir—. Creí que eso había quedado en el pasado.

—Necesito respuestas —mi voz sale algo ronca.

—¿Qué dijiste? —se coloca adelante mío—. ¿Estás hablando, me estás hablando?

—Sí... —contesto en un susurro.

—¿Qué respuestas quieres? —me pregunta aún sorprendido y observando cada reacción mía. 

—¿Quién es Agar Feder? —su mirada se vuelve sombría y tensa.

No se esperaba eso, ni yo esperaba decirlo en voz alta.

—No sé de qué hablas...

—¿Quién es Agar Feder? —lo miro suplicante.

Esa maldita pregunta que me ha atormentado todos estos meses.

—No debes... —otra vez intenta esquivar el tema.

—¿Quién es Agar Feder? —pregunto con un tono de voz más fuerte.

—¡Jana! —me sacude un poco—. Olvida eso, deja eso en el pasado.

—No puedo. No sabes lo que es que te atormenten esos pensamientos. ¡No lo sabes!

—¿Qué no sé? —se para de golpe y camina de un lado a otro desprendiéndose los primeros tres botones de su camiseta blanca—. He estado seis años con ellos, ¡seis años! He tenido que pasar por torturas, algunos traumas. ¿Sabes lo que se siente eso?

—Sí. Porque lo he pasado —suspira y me da la espalda apoyándose en la baranda del balcón—, sino por qué crees que te estoy diciendo que estos pensamientos me aturden, me atormentan.

—Y yo le he vivido seis años —repite otra vez con algo de dolor.

—No todos reaccionamos de la misma manera, Owen.

—Yo no tenía escapatoria, no podía revelarme porque... no sé qué hubiese sido de mi vida.

—¿Quién es Agar Feder? —me levanto y me acerco lento a él.

—¡¡Es un maldito psicópata que sólo quiere ver sufrir a las personas porque su maldito pasado lo persigue!! —me grita.

Eso es él...

—¡Ahí está tu respuesta, Jana! —se da la vuelta y se me acerca peligrosamente—. ¿Algo más? ¡¿Algo más?!

Retrocedo cada vez más rápido.

Quiero irme de aquí, tengo que irme de este pueblo.

Doy vuelta con intención de irme corriendo, escapar de él.

—Así no te irás —me agarra de la cintura levantándome.

—¡Ayuda! —me zarandeo bruscamente intentando liberarme—. ¡Ayuda!

—¡Calla! —tira de mi cabello y tapa mi boca—. De aquí no te vas así.

Cierro los ojos por el miedo. Tengo miedo. ¡Tengo miedo y no sé cómo escapar!

De la nada caigo al suelo logrando no golpearme mucho por lo que rápido coloco mis brazos, otro ruido de un cuerpo caerse también se escucha.
Abro los ojos y me alejo lo más que puedo. Dos personas están rodeando el cuerpo de Owen, por sus ropas puedo decir que una mujer y un hombre, ellos me miran y no se que pensar sobre ellos.

—Jana —conozco su voz—. ¡Jana!

Corro hacia él y me subo enroscando mis piernas en su cintura.

—¡Agar! —me abraza fuerte—. Agar...

¿Por qué me siento segura estando con él después de lo que me han dicho, de lo que me ha hecho?

—Nos vamos de aquí —me alejo un poco y lo veo—, guarda algo de ropa y algunas cosas personales tuyas.

—¿A dónde iremos? —le pregunto algo temerosa.

—Nos iremos del país. Rápido, Sonia te ayudará.

Ella me mira con recelo por un momento pero después sonríe apenada.

Busco un bolso y guardo todo lo necesario, documentos, ropa, algunos libros que son importantes para mí y especialmente los dos libros que son del juego. Aún necesito buscar respuestas, y si ellos no me dirán nada, estoy dispuesta a correr riesgos y buscar por mí misma lo que necesito. No tengo problema de hacerlo.

Al cabo de unas horas, ya estamos en el auto camino a salir primero del pueblo y después ir a un aeropuerto e irnos bien lejos.

No sé cuánto más tendré que huir así, estoy cansada de hacerlo pero... mi vida está primero.

—¿Estás bien, Jana? —Sonia se da vuelta y me mira—. ¿Necesitas algo?

—Nada, gracias —le sonrío algo forzada y sigo mirando por la ventanilla.

Agar es el que maneja, Sonia está sentada al lado de él y yo aquí atrás. Aún no me siento bien del todo, pero tampoco estoy tan mal como antes. Los dolores de cabeza continuaron pero milagrosamente desaparecieron recientemente. Algo de tranquilidad... o eso creo.

—Allá está el límite —señala Agar adelante—. Ustedes tranquilas.

Suspiramos nerviosas y asentimos. Otro pasado que vamos a dejar.

Al llegar, sólo hay un hombre donde cobra el peaje. Mis manos tiemblan y trato de tranquilizarme.

Tranquila, todo estará bien.

—Necesito ver el baúl —dice el chico con una linterna en mano.

—Por su puesto —Agar sale y lo acompaña.

Siento que este momento es eterno. Me tengo que distraer, distraer...
Miro el lugar, hay un pequeño techo alargado en forma horizontal sostenido por algunas columnas. No logro ver bien el color del techo por lo que es de noche y este lugar es muy escaso de luz, pero lo que logro ver es que parece ser de un verde oscuro.

—Que tengan buen viaje —miramos al chico que nos saluda moviendo la mano.

—Gracias —Sonia contesta, yo solo le sonrío forzada.

—Bueno, a seguir —arranca Agar y continuamos el camino—. Todo está bien, podremos salir de aquí.

—Voy a extrañar la tranquilidad del pueblo —hablo mirando por la ventanilla el cielo estrellado.

—Capaz que podamos encontrar algún lugar así, quién sabe —Agar gira la cabeza y me sonríe.

—¿Qué país iremos? —pregunta Sonia.

—Al que quieran —contesta él.

Oferta tentadora...

—¡Argentina! —dice con entusiasmo, Sonia.

—Fui una vez de chica, y algo de lo que recuerdo... es muy lindo —los viajes "familiares" aún los recuerdo.

—¿Vamos? —le preguntamos al mismo tiempo a Agar.

—Si quieren ir allá pues iremos, todo por mis chicas mimadas.

—¡Ay gracias! —festeja Sonia.

—Podremos manejarnos fácil allá. Tenemos a alguien que nos va a guiar.

—¿Quién? —pregunto confundida.

Ambos me miran obvio.

—¿Por? —el que haya ido alguna vez a visitar no quiere decir que conozca todo el país.



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En el texto hay: peligros, reglas, verdades ocultas

Editado: 11.02.2021

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