Jueves 6 de agosto

Capítulo 3: Sacrificio

Nuestras respiraciones estaban aceleradas, las manos nos temblaban y nos preguntábamos qué clase de criaturas eran las que habíamos visto. Si estar atrapados en la cueva era un problema, ahora la situación empeoraba al saber que esos monstruos vivían allí.

El sitio donde caímos era muy oscuro por ende Enrique alumbraba a los alrededores buscando un sendero que seguir, luego oímos una voz que decía “acérquense”. En el suelo habían manchas de sangre, moscas volaban alrededor y se percibía un mal olor.

De las tinieblas salieron las criaturas, aunque deduje que no fueron las mismas que vimos antes porque eran cinco y una destacaba entre las demás pues su tamaño era mayor. Huíamos en medio de la oscuridad y nos guiábamos por la luz de la linterna que se movía constantemente debido al movimiento de Enrique al correr.

El sonido que emitían esos monstruos mientras nos perseguían hacía que tuviera cada vez más miedo. Nos desesperábamos buscando una salida, pero solo nos encontrábamos callejones cerrados como al principio.

De tanto correr de un lado a otro llegamos a un lugar donde no había más escapatoria que subir un muro un poco alto, ahí la visibilidad del sitio mejoraba, ya que, aparecían de nuevo los pequeños rayos de luz que entraban por las grietas.

Nos las ingeniamos para ir subiendo, primero lo hice yo con ayuda de los chicos, luego Sabrina, Sonia, Mario y Luciano. Enrique y Orlando discutían quien iba a subir de último, no era el momento de hacerse el héroe, pero ahí estaban peleando.

—¡Sube Orlando! —señalaba el muro —¡yo soy más alto que tú y me será más fácil subir si ustedes me extienden las manos desde arriba!

—¡No seas tan terco! ¡sube tú y así yo vigilo que no vengan esas cosas!

—¡Chicos! —abrí los ojos y alce las cejas mientras apretaba las manos —¡no sé si se dieron cuenta, pero nos persiguen unos monstruos, así que no es momento de perder el tiempo en discusiones de valentía!

Asintieron y al final Enrique decidió subir de primero mientras se apoyaba en el muslo de Orlando. Sin embargo, una criatura apareció de la nada y salto sobre ellos tumbándolos al suelo, recuerdo sentir como la mano de mi novio se resbalaba de entre las mías.

La criatura los atacaba a ambos, a Orlando lo rasguñó en su pecho mientras que a Enrique lo empujó contra el suelo. Él tomó una piedra mediana y golpeaba a la bestia en la cabeza haciendo que se enfureciera más, el monstruo se le lanzó encima casi queriendo morder su cara, entonces Orlando se fue por la espalda de la bestia y agarrando su cuello intentaba ahogarla para que así lo soltara.

Él la tenía sujetada con ambos brazos haciendo que se le marcaran las venas en su rostro, halándola con fuerza no lograba que la bestia cediera a pesar de ser un chico fornido. Por suerte Enrique logró zafarse e intentó ayudarlo, en ese instante salió otra criatura de la nada y clavó un cuchillo de esos que estaban hechos de piedra en el dorso de Orlando.

Enrique se echó hacia atrás cayendo al suelo, sus ojos se mantenían abiertos expresando un gran asombro. A pesar de todo Orlando continuaba sujetando a la criatura con sus brazos.

Alzó la mirada, escupió sangre y sonrió —me reuniré con mi hermano, dile a mis padres que me perdonen por abandonarlos —respiraba agitado —¡huye! ¡ya no puedo sostenerlo más!

Enrique se levantó revolviendo sus manos entre el polvo y corrió hacia nosotros, después de pararse sobre una roca saltó y pudimos sujetarlo; observé a Orlando y las criaturas estaban distraídas con él, cayendo de rodillas al suelo se le fueron encima mientras una de ellas lo apuñalaba repetidamente en el abdomen, entre las dos sacaban sus intestinos y se los comían. Él aún seguía consciente de modo que podíamos ver como se retorcía de dolor, lo que es peor aparecieron más monstruos cuando observábamos aquella horrenda escena.

—¡Reaccionen chicos! —Mario gritaba —¡salgamos de aquí!

Salimos de allí tan rápido como pudimos, cuando paramos de correr mis manos temblaban y las lágrimas recorrían mis mejillas. Los rostros de todos reflejaban temor, ahora más que nunca debíamos encontrar la forma de salir de esa infernal cueva.

Luciano murmuraba y ponía las manos en su cabeza, era evidente que estaba molesto, aunque no tenia en claro con quién, si consigo mismo, con Orlando por haber tenido la idea de entrar a la cueva o por las criaturas que nos perseguían.

—¿¡Qué diablos son esas cosas!? ¿¡viven bajo tierra!? ¡oh Dios, estamos perdidos! —Luciano gritaba mientras caminaba de un lado a otro.

—¡Intenta calmarte! —Enrique gritó mientras batía las manos.

—¿¡Has visto lo que acaba de pasar!? —señala con la mano y después la colocaba en su frente —¡hace unos minutos vimos cómo se comían vivo a Orlando! ¡no me pidas que me calme! —alzaba las cejas y movía las manos.

Yo apretaba los labios y alcé mi antebrazo para ver la hora en mi reloj, eran las seis de la tarde por ende llamé la atención de todos diciéndoles que faltaba poco para que oscureciera. Necesitábamos buscar un sitio para resguardarnos alejándonos lo más que pudiéramos de aquel lugar donde habíamos visto a las criaturas.

Después de caminar un buen rato nos sentamos en el suelo en un lugar que parecía “seguro”, no hablamos, solo manteníamos la mirada en el piso y otras veces nos veíamos los unos a los otros.




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