Jueves 6 de agosto

Capítulo 14: Intercambio de roles

—¡Teniente Piers! —dijo Nick levantándose del suelo y acomodando su ropa —no es lo que parece —sonreía.

Alicia se acercó a mí y me tendió la mano —tranquila —volteó la mirada hacia Nick —¿me explicas que era lo que estabas haciendo?

—¡Ella comenzó a insultarme! —gritó y me señaló con su mano —así que no tuve más remedio que darle una lección.

—¡No es cierto! —grité y los labios me temblaban.

—¡Silencio! Aquí hablarán cuando yo se los permita —me llevó a la silla para que me sentara, luego volvió la mirada a Nick, se cruzó de brazos y alzó una ceja —eso no fue lo que yo vi, ¿Qué pretendías hacer?

—¡Ya se lo dije teniente! —gritó —ella comenzó a desafiarme y tuve que proceder de manera violenta —su pecho subía y bajaba rápidamente —ahora con su permiso me largo de aquí.

—Tú no te vas —Alicia lo detuvo poniendo la mano en su pecho y empujándolo —te quedas aquí. —Observó a Enrique —tú cuéntame, ¿Qué fue lo que pasó?

—Pues que este mal nacido quería violarla —lo señaló alzando ligeramente el rostro.

—¿Eso es cierto Nick? —inclinó la cabeza y lo observaba.

Se reía —¿Cómo podría ser yo capaz de hacer algo así? —se señaló con ambas manos en el pecho —me siento ofendido.

Bufó y decía que no moviendo la cabeza —no eres bueno mintiendo. Además, tienes la bragueta abajo —Nick a gran velocidad se subió el cierre —tu Andrea, ¿quieres decir algo?

—Este desgraciado es capaz de eso y mucho más, golpeó y abusó de Sonia cuando nos sacaron de aquel cuarto.

Acomodó su cabello —¿así que abusaste de Sonia?

—¡Ella está mintiendo!

—Ya veo. ¡Soldados! —entraron tres soldados a la habitación —sujétenlo, espósenlo y siéntenlo.

Aquellos militares rodearon a Nick y él intentó defenderse lanzando puños a ciegas, sin embargo, fue golpeado por la culata de un arma en la nariz. Comenzó a sangrar y lo sujetaron amordazándolo tal cual les ordenaron.

—¿Sabes Nick? —se acercó a él y le alzó el rostro sosteniéndolo de la mandíbula —no hay cosa que deteste más que a un pervertido. Un hombre que no respete a las mujeres y sea capaz de algo tan bajo.

Los ojos de Nick se aguaron —yo no les hice nada teniente, se lo juro.

—¿Crees que soy estúpida? —sonreía —encontramos el cadáver de Sonia —su voz se quebrantó un poco —y después de examinarla encontramos tu ADN en ella. Pero no tienes ni idea, esta vez te metiste con la chica equivocada —se acercó a su oído y le susurró unas palabras.

—¿¡Qué!? —Nick fruncía el ceño y se le veía muy confundido.

—Así es —asintió —ahora te daré una lección. Y créeme que no la olvidarás.

Alicia le dio una orden a los soldados para que trajeran consigo unos objetos bastante curiosos. Unas agujas, un martillo pequeño, un encendedor y un frasco de vidrio con un líquido dentro. Además, ordenó que pusieran las manos de Nick sobre la mesa y lo sujetaran de las muñecas sin quitarle las esposas.

—Sabrina, te desataré y deberás ir y clavar las agujas en cada uno de sus dedos —señaló a Nick.

—¿¡Qué!? ¡no puedo hacer tal cosa!

Bufó —no te lo estoy preguntando. Es una orden, si no la haces la tortura será para ti por estúpida.

Fue desatada y al no tener más opción, obedeció. Mientras caminaba notó que no afincaba todo su peso en la pierna izquierda, era muy evidente pues un ligero cojeo se apreciaba entre sus pasos.

Estando frente a Nick tomó las agujas que estaban dentro de una pequeña caja de plástico, agarró una y con la mano temblorosa comenzó a introducirla en un dedo. Él movía las manos con fuerza a pesar de estar sujetado por los otros militares y eso hacía que se dificultara la penetración de la aguja.

Las yemas de sus dedos sangraban y la aguja se doblaba un poco hasta que finalmente lograba atravesar la uña. Sabrina hizo el mismo proceso en todos los dedos de sus manos.

—Pensé que no lo harías —Alicia dio unos aplausos —pero vaya que me has sorprendido. Amárrenla y siéntenla de nuevo.

—¡Perra! —gritó mientras sus mejillas estaban mojadas por las lágrimas y la sangre recorría la mesa.

Abrió la boca y puso la mano en ella como una miss cuando gana un concurso —gracias, tienes toda la razón, soy una perra. Pero aun así soy mejor persona que tú. Ahora es tu turno Andrea, quiero que tomes el martillo y lo golpees en las manos hasta que fractures sus huesos.

—Deja que yo lo haga —dijo Luciano.

Volteó los ojos —no, él agredió sexualmente a una chica. Así que debe ser una mujer la que lo haga pagar.

Yo no repliqué las órdenes de Alicia. En mi mente me repetía “haz lo que sea para sobrevivir”. Me desataron y luego desamarré los cordones de mis zapatos. Tomé el martillo y yendo hacia él comencé a golpear sus manos una y otra vez.

—¡Por favor! —gritó haciéndome parar —¡ten piedad por favor!

Sonreí —la vida da muchas vueltas y ahora estás en mi poder.




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