Jueves 6 de agosto

Capítulo 27: Sobrevivientes

Ya en la superficie me encontraba tosiendo una y otra vez mientras tenía los ojos semi abiertos pues la luz de sol me segaba por completo.

—¿Te encuentras bien?

—Eso creo… ¿Dónde estamos?

—No lo sé —Enrique observaba todo el panorama.

Miré a mi alrededor y a lo lejos se encontraba la carretera, estábamos en una zona desértica, aunque no era la misma por donde entramos a esa infernal cueva.

—Tenemos que volver por Luciano, hay que hacer algo.

—No podemos hacer nada Andrea —movía la cabeza hacia los lados diciendo que no —no sabemos si sigue vivo, por ahora la prioridad somos nosotros.

Bajé la mirada —quizás tienes razón.

Comenzamos a caminar en dirección de la carretera, el sol era intenso y al dar los pasos nos debilitábamos. Mis labios rosaban con ellos mismos y con cada roce se agrietaban, intenté mojarlos, pero no producía saliva.

De repente sentí un ligero peso en mi espalda y recordé que llevaba la mochila de Derek conmigo. Sin pensarlo había logrado obtener evidencias de todo lo que habíamos descubierto.

El camino a la carretera no era tan cercano como parecía, quizás un espejismo del desierto jugó con nuestras mentes y nos engañó. Lo cierto era que nos llevó bastante tiempo llegar. Mi cuerpo ya no resistía por lo que caí al suelo al igual que Enrique, quedamos en el borde del asfalto y podía sentir la tierra caliente quemando mi piel, escuchaba el sonido de un auto acercándose, pero no me importaba, ya no quería saber más nada.

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El ruido de la máquina del centro de salud sonaba por toda la habitación y de alguna manera mi cerebro lo asociaba volviéndolo parte de mi sueño. Abría y cerraba lentamente los ojos mientras mi mente me ponía al tanto de la realidad.

Vi a mi izquierda y tenía una vía conectada a lo que parecía ser un suero intravenoso, luego moví mis ojos y mirando alrededor de la habitación no encontré a nadie.

El rechinido de la puerta sonó y una enfermera entró en la habitación —veo que despertaste —se acercó a mí y tocó mi frente —¿Cómo te sientes?

—Estoy bien —suspiré —¿dónde estoy?

—Estás en un centro de salud en Nuevo México —tomó un sujeta papeles que estaba sobre una mesa —unas personas te encontraron herida en medio del desierto. ¿Cuál es tu nombre?

—Andrea… Andrea Reece —guardé silencio unos segundos —¿y el chico que estaba conmigo?

—Seguro te refieres a Enrique, —sonrió —él está bien, se encuentra estable en otra habitación.

Asentí —¿Y Dusty?

Frunció el ceño —¿disculpa?

—El perro que estaba con nosotros

—No estoy segura, pero me parece que las personas que los trajeron hasta acá se lo llevaron consigo —sacó su celular —tengo su número telefónico si quieres que te lo devuelvan.

—Tal vez luego… ¿Contactaron a mis padres?

—Enrique nos dio toda la información, tus padres deben venir en camino —acomodó la manta metiéndola debajo de la cama —por ahora descansa, todo saldrá bien.

Y así salió de la habitación. Acostada en aquella cama mi mente no me dejaba descansar repitiendo la historia desde el momento en que entré a la cueva. Casi parecía mentira saber que mis amigos estaban muertos y que no volvería a verlos nunca.

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Al día siguiente mis padres llegaron al centro de salud. Cuando los vi entrar a la habitación no lo podía creer, me abrazaron y sus lágrimas de alegría recorrían sus mejillas. Inmediatamente me atacaron con todo tipo de preguntas que en ese momento no me apetecía contestar.

Logré disuadirlos diciéndoles que luego les contaría todo. La enfermera entró a la habitación y parándose a mi izquierda aproveché y le pregunté acerca de la mochila que traía conmigo. Ella dijo que las cosas que traíamos estaban guardadas y que al darme de alta me las darían.

Insistí en que las quería ahora, pero se negó y no tuve más opción que ceder. Salió de la habitación y mis padres me comentaron que dos días después de mi desaparición inmediatamente las autoridades comenzaron el procedimiento de búsqueda.

También me comentaron que todos los padres de mis amigos se pusieron en contacto con excepción del padre de Sonia porque no lo pudieron hallar, al igual que los de Mario.

Por último, me dijeron que el auto de Orlando fue reportado como robado y cruzó la frontera hacia México, sin embargo, no pudieron atrapar al delincuente.

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Esa noche dormía y me despertada cada cierto tiempo, soñaba que estaba atrapada en la cueva y que los Belicosos me seguían sin cesar. Era horrible la sensación de estar en ese lugar de nuevo, además la muerte de mis amigos se repetía una y otra vez en mis sueños.

A la mañana siguiente desperté y vi una mujer vestida de enfermera parada frente a mi cama y cruzada de brazos. Estaba de espalda y se veía muy alta, cuando giró noté que su cara estaba quemada.




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