Jueves 6 de agosto

Epílogo

Unos meses después…

El sonido de la madera al crujir es algo relajante para Richard y la sensación de calor que produce el fuego al extenderse es simple y acogedora. Junta las manos mientras está hipnotizado observando la candela y recordando el campamento al que solía ir de niño, su padre siempre olvidaba empacar un encendedor y tenía que ingeniárselas para encender la llama.

Los sonidos de la naturaleza se escuchan con constancia y la oscuridad se disipa ante la luz del fuego. Su cuñada esta abrigada mientras sonríe susurrándole algo a Alex y luego se recuesta en su hombro.

Su novia está cerrando y abriendo los ojos mientras se apoya en su regazo. Richard mueve un poco sus piernas para que la circulación haga su trabajo y evite sentir ese cosquilleo fastidioso cuando la sangre no fluye como debe.

—¿Quieres ir a descansar? —observa a Natalia y esta asiente. Se pone de pie y hace un gesto a su hermano, no hizo falta usar palabras para que se captara el mensaje.

Recogiendo sus celulares y pisando las hojas secas se dirigen a la carpa. Dentro de ella el sueño se disipa y dan paso a los besos intensos y acalorados que terminan en un reencuentro cálido en donde los cuerpos se reconocen mutuamente después de algún tiempo alejados.

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Al día siguiente despierta y estirando el brazo se percata que Natalia no está a su lado. Limpiando sus lagañas y rascando su cabeza abre el cierre de la carpa para encontrarse con rayos intensos de sol. Su hermano, cuñada y Natalia están sentados en unos troncos alrededor de la humeante fogata.

—Ya estamos listos para ir a la cascada —Alex lo observa —estábamos esperando que despertaras hermanito anémico —odia ese apodo.

—Ya me alisto —se acerca para darle un beso a Natalia.

Ella lo detiene colocando la mano en su pecho —¿te lavaste los dientes?

Sonríe —eeeh no.

—Se nota —ríe.

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Más tarde y después de caminar unos cuantos minutos por el denso bosque han llegado a la cascada. Las huellas de algunos campistas están marcadas en el sendero, parecen recientes, incluso juraría que pasaron por ese lugar el día de ayer.

Quitando su ropa deja a la vista el traje de baño e introduce el dedo gordo del pie en el denso río, todo su cuerpo se sacudió como un perro saliendo del agua. Su hermano lo hace a un lado y salta a la pequeña laguna haciendo que él también caiga de forma imprevista.

Pataleando sale a la superficie y acomoda su cabello, lo primero que ve es la risa de su hermano y las expresiones de su cuñada y novia.

—¿Una competencia? —su hermano señala la pendiente en donde la cascada rompe y hace contacto con las rocas.

—¡Listo! —grita y comienza a nadar sin importar la pequeña ventaja que Alex tiene.

Las piernas de ambos actúan como un motor de barco y las burbujas salen a la superficie en un color blanco que dura unos pocos segundos y se pierden de nuevo en la claridad del agua. Su novia y cuñada observan mientras alzan las cejas y dicen que no con la cabeza.

—¿Nunca dejarán de competir entre ellos? —Jane observa a Natalia de brazos cruzados.

—Eso es casi imposible —sonríe.

Los brazos de Richard se alargan y encogen en cada movimiento mientras toma aire. La visión que el agua le permite le da a conocer que ya está cerca de la meta. Las puntas de sus dedos tocan la roca y sonriente alza las manos celebrando.

—Es la primera y última vez que me ganas —Alex lo salpica con agua.

—Acéptalo hermano —aprieta los labios y dice que no con la cabeza —ya no tienes la misma resistencia que antes.

Las risas siguen, pero como algo fuera de lo común su mirada se queda fija sobre la cortina de agua que desciende igual que una fuente eterna. Sin embargo, su atención no está cautivada por ella, es por lo que parece ser el cuerpo de una persona tendido en las filosas rocas, además de un fluido de color rojo que recorre lentamente la superficie rocosa y que hasta ese momento deposita la primera gota en el río.

Saltó como un rayo sobre la roca y rompe la cortina de agua. Sus ojos saltan al ver una persona con marca de mordidas y rasguños en sus brazos y piernas. Quizás fue algún leopardo de la zona, pero no tiene sentido pues no había rastro alguno del animal ni manchas de sangre.

Su hermano sin decir una sola palabra va detrás de él observando ese descubrimiento con el mismo asombro. El chico tendido en el suelo aun respira, aunque solo por pequeños lapsos de tiempo.

Al inclinarse para socorrerlo una criatura infernal sale de una pequeña cueva oculta entre las rocas y se lanza sobre Alex mordiéndole el cuello y tirándolo al agua. No hay tiempo para reaccionar cuando muchas más criaturas similares a la primera comienzan a salir de ese lugar.

Richard huye y no puede evitar voltear a ver a su hermano, pero solo ve sangre en el agua y como esta vibra una y otra vez por las criaturas al lanzarse. Las chicas están paralizadas y él les grita para que comiencen a correr.

—¿¡Donde esta Alex!? —Jane luce confundida.

—¡Corre!

Es lo único que puede responder mientras termina de salir del agua y las criaturas casi lo atrapan. Corre descalzo por el bosque y trata de seguirle el paso a Natalia y Jane pues ha pisado una roca filosa que le lastimó el pie derecho y no tiene tiempo de revisar la herida, pero al correr se siente como pisar un tronco consumido por las llamas.

Belicosos… Esa frase llega a su mente luego de haber visto a las criaturas. Quizás esa chica que entrevistó en la cárcel no mentía y si eran reales. Muchos pensamientos de reproche pasan por su cabeza acusándolo sin parar. Si se hubiera tomado la molestia de investigar más la historia, de exponer la verdad y no se hubiese interesado solo por cobrar su enorme cheque. Los reproches siguen apareciendo mientras continúa corriendo y escucha voces que dicen “no huyan” “no somos malos”. Cada fibra de su piel se eriza al oír esas palabras por tonos de voz tan carrasposos.




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