Jueves

Viernes 27 de febrero


El día anterior Dylan espero en el cubículo del pequeño baño hasta que el llanto de Ana se detuvo, para cuando eso sucedió era demasiado tarde para ir a su trabajo, pero si quería seguir asistiendo a el, debía conseguir una excusa que soportará su falta, por esto decidió visitar a Asier, su amigo de infancia y médico de cabecera.

En cuanto Dylan aparece en el pequeño consultorio, su amigo corre a su encuentro.

— Dylan ¿qué haces aquí? — Le pregunta su amigo mientras mira la hora en su reloj de pulso — ¿No deberías estar en tu trabajo?

Asier lo mira extrañado, pues su amigo nunca está disponible a esas horas, su trabajo es siempre lo más importante.

— Debería, si...

— No me digas que te han despedido, Tío como están las cosas, perder el trabajo es como morir. — lo interrumpe su amigo preocupado.

— No lo he perdido, pero lo haré si no me ayudas.

Dylan le regala una sonrisa ladeada a su amigo, quien está confundido por su respuesta.

— ¿De qué me estás hablando?

— No he podido llegar al trabajo y necesito que me realices una excusa o perderé mi puesto.

Le responde el joven con sinceridad, esperando la aceptación de su amigo, pero este sólo suelta una carcajada.

— Deja me adivinar ¿Lío de faldas? ¿con quién has amanecido hoy?

— Estas loco tío — Dice con una sonrisa por su ocurrencia— No he amanecido con nadie, ha sido sólo un mal cálculo de tiempo y...

Dylan habló con seguridad, pero su amigo no se da por vencido.

— Me cambio el nombre si no es a causa de una tía.

— ¡Es una locura! — responde Dylan, más para sus adentros que como una respuesta.

— ¿Desde cuándo estar enamorado es una locura?

— ¿Enamorado?

Dylan lanza la pregunta en voz alta, pero en realidad la realizaba para sí mismo ¿Acaso estaba enamorado a Ana?

— Si, que no ves que te brillan los ojos ¿Crees que no te conozco? Dime quien es. — Le pica

— Ni siquiera la conozco Tío ¡Me estoy enloqueciendo!

— ¿A qué te refieres con que no la conoces?

Pregunta Asier curioso y Dylan deseoso de sacar sus sentimientos a la luz se desahoga con su amigo, le contó desde su primer día en el tren hasta el suceso en el baño hace unos minutos.

— ¿Se puede saber por qué cojones no le hablas? — Demanda

—Tío si no puedo dejar de verla, pero cuando nuestras miradas se cruzan no puedo sostenerla, joder... que me tiemblan hasta los pantalones.

— ¿Qué difícil puede ser invitarla a salir? Acércate, se van de fiesta, una noche loca y asunto arreglado.

—No lo entiendes— dice abordo de la frustración — Asier, ella no es de las chicas a las que te acercas y se bajan las bragas, ella es un mundo nuevo, la ves y flipas. Ana es diferente, ella es culta e inteligente ¿Quién soy yo para acercarme a ella? Tan estúpido y hueco, yo no podría hacerlo.

— ¿Cómo me puedes decir que es diferente si la conoces hace una semana?

—Lo es, ella es distinta a las demás.

— Entonces has algo distinto a lo que has hecho con las demás.

Asier busca su recetario y garabatea el nombre del primer virus que se le viene a la cabeza.

— Te daré incapacidad hasta el lunes y espero que sepas aprovechar los días.

●●●
 


Hoy sentado en el tren, en el lugar de siempre, espera con ansias la llegada de Ana, mantiene la mirada fija en el asiento de enfrente, aún vacío. Cuando una persona sube al vagón ruega que no sea ocupado.

Ana llega a la estación un poco retrasada, ayer había sido un día duro y hoy no tenía ganas de nada. Como siempre se acerca a la taquilla, ignora el coqueteo del rubio fornido y se dirige al tren. Esta vez decide no tomar el mismo asiento de siempre, lo que sucedió el día anterior la ha hecho recapacitar en cuanto a ese loco sentimiento que crecía en su pecho, hacía ese extraño chico, tan lejano como las estrellas.

Ella no se considera guapa, ni lista y mucho menos de revista como la hermosa rubia del día anterior y lo que debía hacer era alejarse de Dylan, quien había conseguido derrumbarla.

Dylan siente su corazón salir por la boca cuando ve a Ana subir al vagón, espera ilusionado que se siente frente a él, pero ella pasa de largo y se sienta al final del vagón, el asiento de enfrente estaba aún vacío ¿por qué cambiaría de lugar? Se preguntó Dylan, mientras lleva su atención a la chica en su nuevo lugar.

Cuando Ana dirige su mirada hasta Dylan y se cruza con sus ojos oscuros siente su pecho quemar y desvía de inmediato su mirada, guiando su atención al libro que lleva en sus manos titulado poemas y rosas. Título que no pasó desapercibido por Dylan, que intenta a toda costa fijar su mirada en la chica.

¿Poemas? Se pregunta el chico para sus adentros, sus esperanzas de acercarse a ella se acaban de esfumar, él no sabe nada de poesía y no es un romántico empedernido, era todo lo contrario a ella. Las palabras de su amigo regresaron a su mente

"Entonces has algo distinto a lo que has hecho con las demás."

Y como un protagonista de una caricatura siente una bombilla encenderse sobre su cabeza, posiblemente es la idea más loca que se le ha podido ocurrir.

Ana se centra en leer cada uno de los poemas del libro, esta vez uno de Bécquer.

Volverán las oscuras golondrinas

De tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala a tus cristales,

Jugando, llamarán.

Lee el primer párrafo y guía su mirada a Dylan, que mira por la ventana con aire soñador, no puede evitar lanzar un suspiro y volver su atención a la lectura, releyendo una y otra vez el mismo párrafo, desviando luego de cada repaso su mirada hacia el chico sentado en el otro lado del vagón.

Dylan por su parte mira por el cristal de la ventana, ideando un plan que incluya poemas, romanticismo y que pueda llamar la atención de Ana ¿Su plan funcionaria? La mira, la mira y la sigue mirando, pero como siempre cuando sus miradas se cruzan por un segundo, cada uno la desvía y finge tener su atención fija en otro lugar.



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En el texto hay: amor, terrorismo, 11m

Editado: 23.08.2020

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