Un alterado Jeremy recorría el pasillo de punta a punta, trataba de girar violenta y repetidamente cada picaporte con la esperanza de que alguno de ellos abriese. De paso, la intensa oscuridad no le ayudaba para nada, se sentía acorralado como un cordero en el matadero. Miró el reloj de su celular como si en él pudiese hallar la solución a toda aquella calamidad, pero lo único que encontró en él fue una terrible decepción. El aparato marcaba las cuatro y cinco minutos de la mañana. Se le hizo un nudo en la garganta, como si una soga le estuviese cortando la respiración. Estaba teniendo un ataque de pánico. Como pudo se calmó, se deslizó por la paréd con pesar, mil pensamientos rondaban su mente, pensamientos no muy positivos. Se decía a si mismo que tenía los días contados, no saldría vivo de aquel pasillo infernal, quién sabe qué le haría ese demonio cuando lo hayase allí sin escapatoria y tan vulnerable. ¿Lo picaría en pedacitos...?,¿le arrancaría las tripas...? Lo recorrió un escalofrío al pensar en la última. ¿Quizás le haría lo mismo que al pobre de Abram...? Lo imaginaba y el terror lo invadía, aún no podía borrar tan tétrica escena de sus ojos e imaginar el dolor que pasó su amigo. La carne siendo cruelmente atravesada por el alambre, la inhumana tortura prevía a cada puntada del metal, el suplicio sentido antes de que sin anestecia le arrancaran uno a uno los dedos y previa o posteriormente los ojos. No era nada fácil saber que había muerto de esa forma tan sanguinaria. Si de esa manera le dolía a él, no quería pensar en lo que sentiría su familia, según recordaba, tenía cuatro hermanos pequeños aún de los que él se hacía cargo. Lo mismo pensaba él respecto a su familia, pues a sus ojos, su sentencia de muerte ya estaba firmada. Pero no lo iba a dejar disfrutar asesinandolo. El chico tenía el orgullo de un samurai y no caería ante el enemigo. Jeremy sacó de su bolsillo un multi herramientas con borde rojizo, sintió nostalgia de inmediato, pues por su mente nunca pasó que aquél objeto tan apreciado que le había regalado su abuelo, sería usado para acabar consigo mismo. Examinó uno por uno los artilujios que componían la herramienta. Tenía en sus manos un mini destornillador, una cuchara-tenedor, un saca corchos, un abrelatas, un destapador y finalmente lo que estaba buscando, una navaja corta, a penas tenía filo pero sería suficiente para cortar tejido blando como carne humana, venas y cartílago.
Jeremy sostenía la navaja entre las manos, las cuales le sudaban por los nervios, tenía miedo de hacerlo, sabía que era un pecado y que estaba completamente mal hacerlo, pero no hallaba otra salida, era morir por su propia mano o esperar a que ese demonio viniera por él y lo torturara hasta la muerte. Gruesas lágrimas caían por sus mejillas, no quería hacerlo, pero sentía que algo lo empujaba, no sabía si era la situación, el pánico, la incertidumbre o la ansiedad que sentía en ese instante pero no podía soltar el filoso objeto. Su respiración estaba agitada y se tensó aun más cuando involuntariamente fue acercando el cuchillo a su cuello y por mas que quería no podía detenerlo, estaba bajo una especie de hechizo macabro. Cerró los ojos con fuerza al tener el filo casi rozando su cuello, pero el embrujo se rompió cuando su celular vibró anunciando que tenía un mensaje. Dejó caer el objeto, tenía las manos temblorosas y estaba exhaltado. Tomó aire y se calmó antes de abrir el mensaje, aunque de todos modos, tenía la mente hecha un caos, pero cuando leyó el mensaje, sintió como si se hubiese desatado el apocalipsis en todo su esplendor, casi le hizo querer volver a tomar la navaja. El texto provenía del teléfono de Abram y ya se imaginaba de quién se trataba. Decía lo siguiente:
Ya que quedamos menos participantes por obvias razones,
cambiaré la dinámica del juego y lo haré más divertido...
Para mi claro está. ;-)
Todos encendieron las alarmas, pues también habían recibido el inquietante mensaje. Un estruendo se escuchó desde un lugar indeterminado de la casa y luego se comenzó a escuchar como si arrastrasen algo, algo pesado y que a su vez hacía un sonido metálico, como si arrastrasen una viga de acero sobre el asfalto, era un sonido irritante a los oídos del grupo. Nadie podía reconocer qué era eso, pero a Miguel le sonaba familiar, pero no se le venía a la mente de lo que se trataba, hasta que como un balde de agua fría y palideció ante la idea. Su padre guardaba un hacha en el ático para cuando tenía que cortar las ramas de los árboles cercanos a la casa para que no se enredaran con los cables eléctricos.
Sacó de inmediato su teléfono para avisarle a Víctor sobre el peligroso objeto, lo mataría por no recordar algo tan importante cuando le preguntó, pero no tenía de otra. Maldijo por lo bajo cuando vio que su teléfono no tenía batería. intentó encenderlo repetidas veces, pues a veces encendían con cinco porciento de batería de reserva, pero nada, estaba en cero, completamente nulo. Lanzó el aparato contra el suelo en un ataque de rabia, no tenía manera alguna de avisarle a Víctor y a los demás sobre el inminente peligro.
El grupo se preparaba para el siguiente golpe rogando no ser encontrados, mientras, Jeremy seguía totalmente indefenso y al borde del colapso en aquél estrecho pasillo sin lo más vital que necesitaba en esos moentos, un lugar seguro en el qué esconderse. La tensión podía fácilmente cortarse con un cuchillo. El lugar volvió a sumirse en un inquietante silencio, ya no podía escucharse el sonido metálico, en realidad ni siquiera el sonido de un miserable grillo, todo estaba callado y en penúmbras.Sin previo aviso, en la sala de estar se encendió el televisor, pero no se veía ningún canal en él solo estática, pero ninguno de los chicos lo notó. Una silueta oscura e infantíl pasó rápidamente como una sombra frente al aparato que tras su paso se apagó. Todos al dejar de escuchar el tenebroso ruido, dedujeron que iría por Jeremy, pero ninguno podía hacer nada para salvarlo, así que se sentaroon a esperar la masacre. El ruído metálico volvió a hacerse presente, podían deducir quién lo provocaba y por las palabras que estaban escritas en el último mensaje, no tardaron en darse cuenta la clase de arma que portaba su verdugo. Aquel sonido que parecía no tener dirección, en realidad si la tenía, su próxima víctima ya estaba fijada.