Luis se encontraba en su cama acostado con un libro entre sus manos. Habían pasado dos días desde su visita a la casa de Víctor y su encuentro con Bastian, aún lo carcomía el no haber conseguido respuestas acerca de los avances de su trabajo. Hizo una mueca de disgusto y dejó caer el libro abierto sobre su rostro. Su tiempo se estaba agotando y debía presentar sus avances ante su señor lo más pronto que pudiese.
Cerró sus ojos para recordar por qué rayos debía obedecer a un ser como él si sus motivaciones eran tan diferentes. Si bien su afición por jugar con las personas y de vez en cuando matarlas era intensa, no le gustaba tener que rendirle cuentas a él, pues era él mismo quien decía a quién asesinar, qué hacer y cuando, practicamente lo estaba usando como peón para coronar reina. Nunca le decía la razón de sus decisiones, pero igual debía cumplirlo o sufriría las consecuencias, debía obedecerle en todo, incluso si se tratase de algo que no quisiese hacer, hasta mentir sobre sus hermanos, familia y vida en general.
Sus hermanos...
Aún recordaba la última vez que conversó con su hermano Marco sobre el tema, antes de mudarse:
<< —Marco, no entiendo por qué tenemos que obedecerle a esa cosa— refunfuñaba el pequeño niño mientras caminaba por un desolado sendero de tierra que conducía al pueblo, venía de hacer un encargo para su madre junto a su hermano mayor Marco, a su alrededor no se veían más que pastizales, rejas de alambre, árboles y una que otra vaca o granero a su alrededor. Eran las dos de la tarde y ni una persona se veía en el camino, lo que era de esperarse considerando el calor que estaba haciendo.
—Luis, deberías dirigirte con más respeto hacía él, sabes que nos puede estar escuchando justo ahora.— Contestó Marco, quien parecía una versión mucho mayor del pequeño Luis. Tenía su mismo cabello castaño revuelto y unos deslumbrantes ojos negros que resaltaban su fino rostro, era mucho más alto que Luis y William, más que su padre inclusive, tenía una contextura delgada, pero sin llegar a ser esquelético. Tenía veinte años bien cumplidos que contrastaban con los cortos ocho y nueve años de sus hermanos.
Marco miró a su hermano pequeño y suspiró con pesar, la verdad era que no sabía cómo explicarle la verdadera razón por la que ellos y su hermano William estaban involucrados con un ser como aquel, creía que estaba muy pequeño para saber la verdad y se lamentaba cada día de verlo involucrado en eso, pero no tenía de otra, ninguno tenía de otra, sus hermanos debían pagar por un error que no cometieron.
— ¿por qué tenemos que obedecerle? no entiendo. Y para empezar, ¿de dónde salió...?— Marco detuvo su paso y Luis al percatarse lo hizo también— ¿Qué pasa?.
— Ven conmigo, tengo que mostrarte algo— dijo sin girarse antes de acercarse a una de las cercas de alambre a los costados del camino y cruzar por debajo de ésta.
—Marco es peligroso, no podemos meternos ahí, ¿y si nos ven?—objetó el niño dudoso. El mayor le miró serio, una mirada que Luis no pudo interpretar y que no era típica del mayor.
— ¿Quieres saber el por qué verdad?— Luis asinió lentamente, su hermano parecía estar en una especie de trance, no se veía ese brillo que transmitía vitalidad, natural en sus ojos negros.— Está bien, no nos pasara nada malo mientras estemos allí, te lo prometo.— dijo antes de darse vuelta para adentrarse en el pastizal. Luis lo seguía de manera silenciosa a una distancia prudencial.
El pequeño era consciente de las habilidades poco comunes que su hermano mayor poseía, aunque casi nunca solía hablar de ellas, pero en contadas ocasiones le relataba historias sobre el tema y en una de ellas le contó una situación similar a aquella que no resultó nada bien. Era uno de los pocos de la familia que podía ver más allá de lo que un simple humano sería capáz de observar y escuchar. A Luis le daba curiosidad su don, le intrigaba, pero al mismo tiempo le daba miedo por su hermano, ya que habían noches en las que no podía dormir producto de sus multiples visiones y pesadillas, a veces se escuchaban desgarradores gritos que provenían de su cuarto, como si alguien le estuviese haciendo daño, pero Marco dormía solo y cada vez que iban a ver no había nada y solo se lo veía recostado en la pared de su cama, sudando frío, con la respiración agitada y pálido como una hoja de papel.
. La familia de Luis no podía hacer nada, ni explicar siquiera a sus supersticiosos vecinos lo que ocurría con Marco y el por qué de su comportamiento extraño cuando iban de visita, ni ellos mismos lo sabían, cuando la gente preguntaba lo atribuían a un inexistente episodio de esquizofrenia, era la excusa que usaban como máscara para tapar sus habilidades, porque aunque lo llevasen con incontables doctores y hasta espiritistas y curas, ninguno podía dar una explicación clara de lo que ocurría con el chico y cada una de esas ocasiones lo deprimía más y más. Y es que Marco nunca deseó tener ese don, era una tortura para él, una carga con la que tendría que lidiar el resto de su vida o eso creía. Pero no todo era malo, también había podido ayudar a muchas almas a encontrar el camino, lástima la suya estaba aún perdida.
Ambos estuvieron caminando a través de la espesura de la hierva que le llegaba a la cintura al niño hasta llegar a un bosque de galería en el que se adentraron, hasta que Marco se detuvo frente a una cueva, la cual se veía profunda y oscura.
— ¿qué hacemos aquí?— inquirió Luis deteniendo su paso, aquella era una zona aislada y sabía que ese chico que tenía frente a sus ojos, no era precisamente su hermano mayor, había algo diferente en él que no pudo explicar.