— Víctor la luz no enciende — exclamó Miguel alertando a los demás. El castaño se acercó a pasos apresurados a donde estaba el interruptor y lo presionó varias veces confirmando lo que su amigo decía. Maldijo por lo bajo.
— A lo mejor se quemó el bombillo o hubo un apagón. — objetó Luis acercándose al interruptor del pasillo y presionándolo repetidas veces sin conseguir resultados.
— Chicos esto ya me asustó — habló Jeremy en un hilo de voz señalando a Víctor y a Pedro. — si es una broma de alguno de ustedes para asustarnos en la fiesta, felicitaciones, ya lo consiguieron, ahora dejen de jugar.— Ambos se dirigieron miradas dudosas, llegando a la conclusión de que ninguno lo había planeado y luego se dirigieron al resto, los cuales negaron rotundamente estar implicados.
—¡Esto no puede estar pasando! Pensé de verdad que esto era alguna jugarreta suya para animar la fiesta. ¿en qué rayos estaban pensando al meternos en esto? —se quejó Juan en un susurro alto, llevándose ambas manos a la nuca con desespero.—¿dónde están las malditas reglas?— inquirió a Luis enojado, pues Víctor se las había entregado luego de leerlas en la sala. El chico se revisó por completo, pero se tensó al no encontrarlas en sus bolsillos y luego recordó algo importante.
—Las dejé sobre el mesón de la cocina cuando fui a beber agua, antes de que Miguel trajera el peluche. — Las miradas furtivas se posaron en él de inmediato y las alarmas se encendieron todavía más, si no las tenían a la mano y cometían algún error, todos estarían acabados.
—Hay que ir por ellas, quizás haya algo que podamos hacer para salir de esto vivos, no sé, algún vacío legal o algo por el estilo. — declaró Víctor serio.— Síganme y no se separen.
Los siete fueron caminando con cautela entre la penumbra cortada por los tenues rayos lunares que lograban colarse por los grandes ventanales del pasillo, hasta llegar al pórtico de la cocina donde se detuvieron en seco al distinguir levemente un objeto sobre el mesón en medio del lugar. Se trataba del peluche, que permanecía inerte observándolos a penas iluminado y junto a él estaba un papel que deducían eran las reglas. una ráfaga fría hizo volar el trozo de hoja hasta los pies del asustado grupo. Luis lo levantó con suma cautela y efectivamente, eran las reglas que Pedro había copiado de la computadora horas atrás. Las examinó a la luz de su celular y se alarmó al darle la vuelta, había una nota escrita y no era la letra de ninguno de ellos, el pobre muchacho trago grueso y palideció de inmediato.
— Luis, ¿qué ocurre? — preguntó Víctor sin apartar la vista del peluche que hacía media hora había dejado de considerar tierno.— ¡Luis, habla de una maldita vez!, ¡¿Qué ocurre?!
— ¡Hay una nota aquí atrás!— informó el varón con la respiración entrecortada y la voz temblorosa.
— ¿qué?, ¿qué dice? — preguntó Víctor.
— dice: " No suelo hacer excepciones, pero sería aburrido acabar la partida ahora, tengo mucho... mucho tiempo sin jugar con alguien, así que seré condescendiente con vosotros.
Tienen 5 minutos para esconderse antes de que comience el juego. "
Todos fijaron su vista en Luis sin dar crédito a lo que escuchaban, pero al volver su vista nuevamente a la mesa de la cocina el peluche ya no estaba. Todos se acercaron para examinar el sitio donde se hallaba el muñeco, pero ya no había rastro de él. Buscaron rápidamente en cada rincón de la cocina, pero en cambio, Miguel se percató de algo que le erizó cada vello del cuerpo y le hizo palidecer hasta parecer una hoja de papel sin usar.
— ¡Chicos tenemos problemas!, graves problemas. — alertó el rubio obteniendo la atención de todos.
—¿Qué pasa? — preguntó Pedro acercándose con los demás.
— Uno de los cuchillos de mi mamá no está.
—¿Estás seguro de ello? — el joven asintió señalando el lugar y alejándose un poco para que el resto del grupo inspeccionase la barra, mientras se estrujaba la cara con pesadez.
— ¡Esto es grave, no tenemos tiempo, hay que escondernos ya corran, corran! — exclamó Abram.
—¿y qué pasará con las reglas? — preguntó Juan mirando a todos lados al pendiente de que el motivo de sus futuras pesadillas no se encontrase cerca, claro, eso si llegaba a salir de esa.
—Se las pasaré por WhatsApp, solo manténganse alertas y comunicados, ¿entendido? — todos afirmaron y se esparcieron por la casa, escondiéndose cada uno en un sitio diferente.
Después de que todos se escondieron, un silencio sepulcral invadió la oscura casa, todos ponían en duda si sus escondites serían lo suficientemente buenos para sobrevivir la peligrosa noche. Víctor aguardaba pacientemente en el armario de la habitación de Miguel, mientras indagaba la razón por la que las luces hubiesen fallado de improvisto. Dudaba que hubiese sido un simple apagón pues, según tenía entendido, la casa contaba con luces de emergencia que se encendían automáticamente gracias a un tablero instalado cerca de la cochera. Inmediatamente recordó que Juan estaba escondido cerca de la cochera y no dudó en contactarlo, aunque las reglas lo prohibiesen, aquel juego resultaría menos macabro si tuviesen por lo menos las luces de emergencia de la casa, al fin y al cabo, eran tenues. Configuró su celular para que la pantalla brillara lo menos posible y luego se cubrió con una sábana sucia que se encontraba a su lado, lo menos que quería era llamar la atención de lo que sea que se encontrase dentro del peluche. Abrió la aplicación y contactó a Juan.
Víctor: Juan ¿dónde estás?
Juan: En el depósito de la cochera, ¿qué pasa?
Víctor: Necesto que revises el panel de fusibles, las luces de emergencia no se han activado, tendrás que hacerlo manualmente.
juan: Estás loco, ¿verdad? Yo no voy a salir ¿acaso quieres que me maten? Ve tú.