El frío de la noche se hacía más fuerte, Katherine no perdía la percepción del tiempo y cada vez se alejaban más de su casa, pronto las calles se volvían más despejadas, como si los habitantes se prepararan para dormir, en el camino alcanzaban a ver algunos perros esculcando entre la basura, las familias cerraban con candado los portones, algunos ladridos se escuchaban mientras Nicolas y Katherine caminaban.
Al cabo de varios minutos, Katherine se detuvo.
- Estamos cerca - dijo Nicolas.
- Ya nos pasamos del tiempo, mi madre me castigará, será mejor que regresemos - respondió Katherine.
- No hay de qué temer, Ángel y yo hemos ido allí varias veces - dijo confiado Nicolas.
Katherine se detuvo después de caminar varias cuadras.
- Voy a regresar, ya es noche - dijo.
- Ya estamos cerca Katherine - insistió Nicolas.
- Lo siento - respondió Katherine dispuesta a regresar.
- Tengo que ir por él.
- ¿Por qué no vamos a su casa? - preguntó Katherine.
- No está en su casa, yo lo conozco.
- Yo regresaré, pasaré por su casa antes.
- Está bien, pero se van a preocupar.
Katherine se despidió de Nicolas y empezó a caminar de regreso.
La luna llena resplandecía, al mismo tiempo que los faroles de aquellas calles, las cuales se veían solitarias, de pronto, una sensación de escalofríos empezaba a apoderarse de Katherine, como si su mente intentara asustarla, el camino de regreso era largo, ella lo sabía pero no parecía importarle, hasta que sintió la presencia de alguien, como si hubiera estado siendo perseguida. Sin prestarle mucha atención siguió con su rumbo.
Katherine llegó a un callejón sin salida.
- ¿Cómo es posible? - se preguntó.
Estaba segura de que había caminado en la dirección correcta, dio media vuelta dispuesta a regresar a la intersección cuando escuchó una voz proveniente del fondo del callejón.
- ¿Estás perdida, niña? - escuchó.
Una voz de un hombre mayor, un mendigo con un aspecto deplorable, se acercaba lentamente hacia ella. Katherine no dudó en correr, sin saber en qué dirección, mientras se alejaba de aquel sujeto escuchó un grito.
- ¡Te encontraré! - gritó el mendigo.
Katherine corría hasta que se estrelló con Nicolas de frente, estaba distraída mirando hacia atrás. Su primer reflejo fue abrazarlo, seguido de contarle lo que había pasado.
- Sentía que me estaban siguiendo - dijo Katherine, agitada.
- Era yo, estaba regresando - respondió Nicolas.
Nicolas prosiguió diciendo - Tranquila, vamos a regresar, tienes razón, deben ser como las ocho de la noche, tu madre debe estar preocupada, lo siento -.
- No quiero regresar - dijo Katherine, el mendigo la había asustado y quería estar a salvo cuanto antes.
Katherine y Nicolas siguieron caminando, hasta llegar a la pista, una que era medianamente transitada, del otro lado se encontraba una mansión, con verjas de color negro, adentro había una mansión con estilo rústico con una puerta principal enorme, al rededor de la mansión había nada más que monte y grandes arbustos, en lo más alto del techo se alcanzaba a ver una pajarera, el sonido de cuervos daba la impresión de que ellos volaban en sus alrededores.
- Ha estado abandonada, Ángel y yo hemos venido un par de veces, conoce cómo entrar - dijo Nicolas.
- Ustedes son vagos - dijo Katherine en tono hilarante.
Después de cruzar la pista, caminaron por los alrededores el muro, Katherine seguía a Nicolas hacia un una enredadera de uno de los pilares, Nicolas subió primero, luego se tiró hacia unos arbustos del otro lado del muro, el cual amortiguaba su caída, luego esperó a que Katherine subiera, ella dudó por un momento pero luego tomó confianza, después de lanzarse el muro, se encontró con Nicolas y ambos siguieron el camino, atravesando los pastizales. Llegaron a la mansión y entraron por un pequeño hueco que había en el suelo, producto de las lluvias, pues el agua se empozaba y afectaría a la madera en algún momento.
Al entrar a la mansión no había nada más que oscuridad, Nicolas tomó un palillo de fósforo y lo encendió, Katherine y Nicolas estaban en un pasillo, las paredes de madera desprendían un olor a humedad, era evidente para Katherine que era una mansión abandonada. Nicolas buscó en una pared una antorcha, y la encendió, luego siguieron caminando, Katherine sentía curiosidad por las puertas que habían, intentó abrirlas pero estaban atoradas.
- No te esfuerces - dijo Nicolas.
Caminaron hasta llegar a un salón, uno con una mesa en el centro y varias pinturas colgadas en las paredes, cuadros llenos de polvo y telarañas, como todo el interior de aquella mansión.
- ¿Dónde está Ángel? - preguntó Katherine.
- Tranquila, debe estar en la azotea- respondió Nicolas.