—Supongo que ya saben porqué están aquí —dijo ella como si no fuera necesario agregar nada más, cruzando y descruzando sus dedos mientras apoyaba su barbilla en la palma de su mano.
No respondí, no tenía palabras suficientes para hacerlo. Se me había olvidado como enunciar una frase completa y con sentido, dudo que fuera capaz siquiera de emitir un sonido para justificarme.
Porqué no tenía justificación. Me habían pillado con todas las de la ley. Pero, ¿cómo? ¿Cómo podía saberlo ella? Una falta en clase no es motivo suficiente para creer que tu mejor alumna se ha dado a la fuga.
Diosito mío que estas allí arriba, ¿por qué me deje convencer por él para hacer semejante locura? Es inmaduro, innecesario y temerario, todo lo contrario a lo que yo soy de normal.
—No hemos hecho nada. —respondió Charles, sonando completamente convencido de aquello que decia.
Si no supiera que es una total y absoluta mentira le hubiera creído solo por la seguridad y la facilidad con la que lo había dicho. La rotundidad con la que pronuncio esa frase de cuatro palabras resonó por todo el pequeño despacho y causó la reacción inmediata de la directora.
—¿No son ustedes estos?
La directora sacó de una carpeta amarillenta que tenía guardada en un cajón unas fotos aparentemente tomadas por una cámara de seguridad. Se me veía tratando de saltar la verja y a Charles esperándome en el otro lado. Pese a al trágica y tensa situación que estábamos viviendo pude oír con claridad su voz burlándose de mi miedo a saltar de la verja.
Enfócate Raquel, enfócate.
—No hemos matado a nadie, así que no hemos cometido ningún acto ilegal. —volvió a responder él, como si fuera obvio que esas fotos no eran pruebas de ningún crimen.
No aclares que oscureces.
—En mi instituto, Charles, yo pongo las reglas porqué soy la directora y por lo tanto si yo considero ilegal fugarse y saltarse la última hora de clases entonces sí, sí que es ilegal.
Sentí que mi presión arterial bajaba. La habitación se movía alrededor de mí y mi respiración entrecortada era lo único que podía saber con certeza. Me iba a desmayar de un momento a otro y eso solo lo haría todo peor de lo que ya era.
—Ella no hizo nada más que seguirme a mí. Tiene un historial perfecto. Si tienen que expulsar a alguien que sea a mí y solo a mí. —Expuso él con un tono sorprendentemente serio que me recordaba a aquellos que se utilizaban en los tratos comerciales o entre políticos. Estaba intentando persuadir a la directora, eso estaba claro.
—¡Y precisamente porque es ella es que nos vamos a tomar todo esto a la ligera! —Volví a respirar esperanzada. ¡Gracias Virgen María!—. Pero obviamente no lo podemos dejar pasar, así que tendrán que cumplir una hora de retención cumpliendo la tarea de las limpiadoras durante dos semanas.
Mi mandíbula cayó al suelo. ¿Dos semanas? Eso era inmoral. Solo había saltado una verja, no había matado a nadie.
Además los horarios de retención son por la tarde y eso me quitaría tiempo de estudiar y preparar los exámenes que tenía de Matemáticas y Física.
—¿Dos semanas por saltarnos una clase? ¡Es totalmente exagerado!
—Cállese o serán tres.
Miré a aquella señora con disgusto. Su sonrisa había desaparecido y ahora miraba a Charles seria, como si lo estuviera retando a replicar y entonces yo saldría perjudicada como daño colateral.
Como si a él le importará.
—Dos semanas de retención recogiendo la mierda de otros, claro que sí directora Comello.
Y dicho esto movió la silla haciendo un estrepitoso estruendo y nos dejó a la directora y a mí solas. Yo no tenía nada que añadir y sentía demasiada vergüenza como para replicar siquiera así que moví mi silla cuidadosamente y también me fui.
¿Qué tanto estaba dispuesta a hacer por un simple juego?
***
—¿Dos semanas simplemente porque te saltaste la última hora? ¡Estoy bastante segura de que eso es ilegal! ¡Tenemos que denunciarlo al consejo estudiantil! —exclamó Caroline con ese tono dramático que aprendió de las telenovelas y que tanto le gusta usar.
Reí: —No es para tanto. Además, alguien tiene que limpiar todo lo que está tirado por aquí.
Ella frunció el ceño. Estaba claro que no le veía nada positivo a la situación y no comprendía como yo me podía estar tomando mi primera retención tan bien.
¿La verdad? No me la estaba tomando nada bien. Me parecía una retención injusta, limpiar el sucio de otros no me disgustaba en exceso pero tampoco era mi cosa favorita en el mundo y encima iba a tener que pasar el rato con Charles y otros retenidos más que serían incluso más estúpidos que él. Como si no fuera poco todo eso mi mente tenía que ir pensando (y rápido) en una buena excusa que darle a mi madre y que no encendiera todas sus alarmas internas.