¿Alguna vez has sentido el momento exacto en el que traspasas una especie de línea invisible?
¿Ese instante preciso en el que haces aquella cosa que no deberías hacer o que —más bien dicho— te habías prohibido a ti misma evitar por tu propio bien?
Porqué yo lo sentí tal cual el lunes en el vestuario de chicos del campo de fútbol, con Charles besando mi cuello —y otras muchas otras partes de mi cuerpo— y yo teniendo pensamientos impuros e indebidos para alguien de mi corta edad.
Toda mi vida había pactado unas reglas conmigo misma para protegerme de sus encantos. Estaban escritas en tinta invisible, pero muy presentes en mi corazón día tras día mientras crecía y lo veía convertirse en el playboy mujeriego en quien se ha transformado para todos aquellos que le conocían, incluyéndome.
No lo consideraba mala persona —porqué obviamente no lo era— pero si era un muy buen jugador en la seducción y la persecución, y yo tenía claro que caer en su juego no era una opción sana (o considerable) para una chica como yo.
Mi yo del pasado me pegaría golpe tras golpe si me viera ahora en esta situación, debatiéndome entre la intensidad del sentimiento y la peligrosidad de la cercanía, eso estaba claro...
Desde nuestro "encuentro" en el vestuario he procurado no interactuar con él. Se podría decir que he vuelto a ignorarle en el ascensor y a huir de él cada vez que se encontraba revisando el correo en el buzón. Por simple precaución, mejor prevenir que curar (o que arrepentirme).
Pero, muy en el fondo, sé que no puedo huir de él por siempre.
Ni puedo ni quiero, a decir verdad.
Simplemente me estoy dando tiempo para asumir lo que pasó, lo que hicimos... y lo que yo sentí por ello. Porqué puede ser que empezará como un juego para mí, una simple venganza por haberse aprovechado de mí en un momento de debilidad y confusión tras una fiesta, pero terminó siendo mucho más.
Yo no quería que él parara una vez todo había comenzado a tomar forma y, por mucho que quisiera negarlo, me gustaba la manera en la que me sentía a su lado, hasta el punto de casi tirar todo el plan por la borda solo para experimentar la sensación a fondo durante el máximo tiempo posible.
Una locura y un insulto a mi dignidad e integridad, pensándolo fríamente.
—¿Has escuchado una única palabra de lo que te he dicho? —me pregunta Caroline con los labios fruncidos y las expresiones faciales toscas y enfadadas, acusadoramente.
Me doy cuenta entonces que he estado tan metida en mis pensamientos —o bueno, en Charles— que ni siquiera me he dado cuenta de que mi mejor amiga me dejaba de hablar al notarme distante y distraída.
Me disculpo con ella apenada y ella niega con la cabeza diversas veces, en parte disgustada y en parte sin creer que la haya estado ignorando por los últimos quince minutos.
Menuda mejor amiga estoy hecha.
—Yo no sé donde tienes la cabeza últimamente... —comenta ella suspirando reflexivamente, sorprendentemente seria.
Uy, si supieras.
Estas mejor sin saber.
Créeme, la curiosidad mató al gato.
—Bueno, ¿qué me decías? —pregunto yo cambiando de tema y redirigiendo la atención a lo que sé que le hace verdadera ilusión.
—¡Hoy es 31 de Octubre! Te decía que tenemos que hacer algo... Algo especial. —dijo ella levantando ambas cejas con gesto divertido y sugerente. Entré en pánico.
—¿Es... Especial? —tartamudeé yo—. ¿Otra fiesta, te refieres? Nop, gracias. Aún sigo recuperándome de los efectos secundarios de la última.
—Sí bueno, una fiesta no es lo más apropiado considerando como acabamos en las dos últimas... Yo había pensado en algo más pensado para Halloween. Ya sabes, hay unas atracciones en el centro que solo estarán hoy, podríamos ir nosotras junto con Beatrice.
No parecía tan mala idea. Al fin y al cabo es Halloween, no tengo mejores cosas que hacer a parte de pensar y pensar y necesito una buena distracción (precisamente para evitar recapacitar demasiado).
Definitivamente salir es lo que necesito para sentirme mejor y pasar un buen rato lejos del efecto Charles Brown.
***
Beatrice rechazó nuestra invitación al parque de atracciones, aunque no teníamos muy claro el porqué de su actitud. De normal es ella la que se apunta a todas las fiestas y a todas las salidas, sin importar el día o la hora. Lleva algunos días bastante rara, distante y pensativa; aunque no puedo culparla considerando que yo he estado exactamente igual que ella durante los últimos días. Tendré que encontrar un momento para hablar con ella y asegurarme de que todo va bien en su vida.
Aun así, eso no paró a Caroline, que estaba ansiosa por celebrar Halloween y salir un poco a "vivir la vida".
Quedamos en su casa para disfrazarnos y maquillarnos de algo sencillo —vampiresas—, ya que aunque no era obligatorio ir disfrazadas pensamos que sería divertido. Nuestros disfraces iban conjuntados a juego: un corpiño rojo ajustado con cuerdas en el pecho y una falda negra que se alargaba hasta los tobillos. Mi pelo lo llevaba recogido en una coleta alta que me dejaba algunos rulos caer por la cara y Caroline, como de costumbre, se lo dejó suelto.