Jugando a ser papá

X. Tu problema

Me quedo pensando seriamente en lo que ha dicho Fer, soñando despierta con la posibilidad de que fuera cierto, de que el universo hubiese conspirado a nuestro favor y, tal vez, en una dimensión paralela, Noah y yo pudiéramos ser algo más que amigos, pero… «es imposible», pienso; él no me ve de esa forma y, yo… tampoco, ¿cierto?

Solo somos amigos, los mejores, y no vamos a arruinar nuestra amistad con suposiciones que no tienen ni pies ni cabeza. Ya cometimos un error en el pasado que pudo haber cambiado las cosas, pero… no sucedió. Esa fue la señal que necesitaba para convencerme de que el amor que sentimos el uno por el otro es casi fraternal, por lo menos de su parte.

—Te quedaste muy pensativa —dice Fer, recordándome que sigue aquí—. ¿Es por lo que dije sobre tú y Noah? Lo siento, no debí sugerir nada; aunque me disgusta la idea, tú estás con Gael.

—Creo que me está engañando —suelto de pronto, sorprendiéndonos a ambas.

Es algo que lleva algún tiempo dándome vueltas en la cabeza, pero no había tenido el valor de decirlo ni siquiera para mí misma. Cada vez que ese pensamiento se forma en mi mente, hago un esfuerzo sobrehumano por rechazarlo; no sé si soportaría descubrir que Gael me ha estado engañando frente a mis narices. Tal vez no sea el hombre perfecto o el gran amor de mi vida, y quizás he sido demasiado sumisa, pero, en el fondo, la pizca de dignidad que aún me queda hace que mi pecho se oprima al imaginar tal escenario.

—La verdad, no me sorprendería, amiga —admite cautelosamente—. Gael siempre fue un…

—Lo sé. —Niego con tristeza—. Debí hacerte caso cuando trataste de advertirme sobre él.

—Oye, no llores —pide acercándose a mí y rodeándome con su brazo—. Sería injusto decir que entiendo por lo que estás pasando, porque estaría mintiendo, pero si lo que quieres es seguir con él haz un último esfuerzo; tú puedes tomar las riendas de la relación, solo… no lo sé, trata de recuperarlo. Recuérdale porqué se enamoró de ti en primer lugar… sedúcelo —aconseja con una sonrisa, tratando de darme ánimos.

—Ese es el detalle, Fer… creo que Gael nunca estuvo enamorado de mí. No realmente —balbuceo—. Pero ¿quién a nuestra edad puede decir que ha amado a alguien de verdad?, ¿cierto?

—Cierto —murmura esperanzada—. El amor se construye con el tiempo.

—Hace mucho tiempo que no… pasa nada entre nosotros —confieso avergonzada—. Y, sinceramente, ya me cansé de intentarlo.

—Amiga… —musita con pesar—. Lo siento, Anel, conozco tu situación, pero en verdad no entiendo cómo puedes sostener una relación así… si es por trabajo, sabes que yo puedo ayudarte con eso; buscaremos la manera, piénsalo…

—¿Qué tienes que pensar? —La voz de Gael nos sorprende.

Limpio mis lágrimas disimuladamente y Fernanda se endereza con gracia y una sonrisa en su rostro.

—Hola, Gael, ¿te acuerdas de mí? Soy Fernanda, de la universidad. —Se levanta y estira su mano en un saludo que mi novio tiene la cortesía de aceptar «gracias a Dios»—. Anel me dijo que ya habló contigo sobre el trabajo que le ofrecí, pero no quiere aceptar. ¿Tú qué piensas?

—Anel sabe lo que pienso —espeta cruzándose de brazos—. Por mí no hay ningún problema, es su decisión y si ella ya dijo que no, no creo que debamos presionarla —responde astutamente, dejándome toda la responsabilidad a mí.

La mirada de Fernanda se oscurece de manera imperceptible, pues ella sabe toda la verdad. Sin embargo, hace el esfuerzo por sonreír y toma su bolso del sofá a mi lado.

—Bueno, tienes razón —masculla ocultando su molestia—. Anel, querida, debo irme ya, pero ahora que regresé a la ciudad deberíamos de vernos más seguido. Podemos salir a tomar un café uno de estos días.

—Anel está muy ocupada con Alex, no sé si sea una buena idea —objeta Gael—. Pero siempre eres bienvenida a tomar ese café aquí, ¿cierto, mi amor?

—S-sí…

—Bueno, por Alex no te preocupes —prosigue Fernanda—. Le hará bien salir y tomar un poco de aire fresco. Al igual que a ti —se dirige a mí—, estás pálida.

—Me gustaría mucho —digo levantándome del sofá para despedirme cuando veo que el ceño de Gael se frunce y prefiero evitar que mi amiga presencie una de sus escenas—. Me avisas con tiempo.

—Dalo por hecho.

Fernanda se despide de Gael y la acompaño a la puerta.

—Es increíble —gruñe una vez que estamos a solas—. ¿Cómo puede decir que eres tú quien no quiere aceptar el trabajo? es un caradura, desgraciado, poca cosa…

—¡Fer!

—Perdón, amiga… —Se cubre la boca con espanto—. Lo siento, no quise maldecirlo frente a ti…

—Está bien —murmuro abrazándola—. Muchas gracias por escucharme, Fer.

—No ha sido nada; eres mi mejor amiga, y no estás sola, Anel —me recuerda, infundiéndome seguridad.

Después de eso se va, mientras que yo me quedo parada en la puerta como quien anhela su libertad. Regreso a la sala de estar, donde Gael sigue de pie con el ceño muy fruncido.

—¿Qué le dijiste a tu amiga, Anel?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.