Juguete del millonario

7. ¿Aceptas ser mi juguete?

Me rehuse. Con todas mis fuerzas traté de impedir cualquier estúpido impulsó de él por meterme a ese maldito y enorme baño.

Pero desgraciadamente tenía el triple si no es que el cuádruple de fuerza que yo.

Me suelta de la cintura tan bruscamente que mis piernas fallan callendo en el suelo.

Mi cabello se estampa tanto en mi cara que incluso algunos mechones rebeldes se me meten a la boca. Los apartó rápidamente.

Este baño perfectamente podría ser un spa de lo enorme y lujoso que es.

Levantó la cabeza.

El me da miedo.

Sus ojos azules me miran perversos. De por si ya él estar a solas con un hombre mucho mayor que yo me da miedo y ahora esto.

Se me queda viendo serio por unos segundos, hasta que sus labios se van elevando de a poco hasta dejar ver una pequeña y, para mí gusto, muy perversa sonrisa.

Deja de mirarme para tomar una toalla que esta colgada en uno de los estantes.

Me la tira de improvisto. Esta cae en mi regazo.

—Desvistete —esas simples palabras me dejan fría.

Entreabro mi boca tratando de decir algo, pero solo salen balbuceos.

—¿Estas sorda? —ladea la cabeza y se agacha, yo trató de escabullirme pero sus enormes y fuertes manos no tardan mucho en retenerme —dije que te des-vis-tas —finaliza deletreando.

—¡¡¿Acaso a enloquecido?!! —alzó la voz mientras mis brazos hacen lo posible por zafarse de su agarré.

Me da una sonrisa amenazante —lo último que quiero es una charla larga contigo. Pareces una chica inteligente —su mano me levanta de golpe —te ves lista, tu padre, ese Frank, también es un tipo inteligente. Vendió a su hija ¡y valla! No por cualquier centavo... nada más ni mada menos que por poder tener las acciones de su empresa y toda su fortuna nuevamente en sus manos. —su mano libre acarició mi mejilla. Moví levamente mi cabeza para que dejará de tocarme —ahora quiero que no me hagas perder la paciencia.

Tragué saliva. Hago un esfuerzo inhumano por no agachar la cabeza y mantenerle la mirada a ese hombre, es difícil hacerlo pero igualmente lo logró.

—No le creó. Mi padre seria incapaz. Todo lo que dice es basura.

El se ríe —como digas, tu solo Desvistete muñeca.

—No —hago lo imposible por alejarme.

—¡Ya estoy cansado! ¡maldición! —su mano se posiciona atras de sus pantalones y saca un arma. No me apunta, pero tan solo verla es atemorizante.

—¿Que hace? Esta loco —le gritó.

—No quiero hacer esto más largo muñeca —abro los ojos. Esto es una pesadilla. Esto tiene que ser una pesadilla —te he dicho que te desvistas... —me amenaza.

Aprieta mi mano. Agachó la cabeza.

Mi mano libre tiembla cuando tocó el dobladillo de mi sudadera, mientras sus penetrantes ojos no apartan ni un momento cada uno de mis movimientos.

Guarda el arma.

—Bájate la sudadera —me ordena al ver como mis manos no son capaces de deslizarla.

Tiemblo, pero de igual manera y con dificultad la bajó.

Sus ojos me miran detenidamente. Sonríe pero se detiene en un lugar específico, su mano me apunta —¿y esto? —se refiere a mi camisa —quitatela.

—Pero ya hice lo que usted me pidió —siento las pulsaciones de mi corazón bastante elevadas —ya me quite la sudadera, ¿que más quiere? —le digo casi en tono de ruego.

Ladea la cabeza. Parece no satisfecho.

—¿Acaso eres idiota? ¿dije quítate la sudadera o desvistete? —me da espacio para que hable, pero de mi boca no salen palabras —dije desvistete —reafirma furioso.

—No por favor —le suplicó.

—Dije desvistete —vuelve a decir.

Trago saliva una vez más. Mis manos levantan la camiseta.

Lo único que tengo puesto es mi sostén y mis bragas. Trato de taparme pero el agarré fuerte de sus manos no me lo permiten.

—Ahora métete a la ducha —habla mientras me lleva al enorme lavavo el cuál esta cubierto por un fino vidrio. —ahora apurate. Bañate, no tengo pensado hacerte nada... aún, al menos, no hasta que se terminé esta tarde.

Finalmente me deja sola en la ducha.

Dijo que no tenía pensado hacerme nada, pero también dijo que no hasta que terminará esta tardé.

Tengo miedo.

.

.

.

Tenía un vestido azul frente a mis ojos, perfectamente planchado juntó a un pequeño gancho, colgado sobre un pequeño y al parecer costoso tocador.

Todo lo que hay aquí parece costoso.

Seguía con la toalla alrededor de mí cuerpo. No tenía frío, mi mente solo pensaba en las palabras de ese hombre.

Bañate, no tengo pensado hacer nada... aún, al menos, no hasta que termine esta tarde.

¿Que se supone que me iba a hacer?

¿Que iba a pasar en la tarde?

Esto me irritaba y asustaba al mismo tiempo. Estaba secuestrada.

Selena Steel, osea yo, esta secuestrada.

SE-CUES-TRA-DA

Por más que me lo repetía no podía creer que toda esa mierda miserable me estuviera pasando a mi.

Lo único que tenía claro era que ese hombre era una bestia. Era un demonio.

Alguien abrió la puerta de repente. Mi corazón se aceleró.

Era ese demonio. Lo primero en que me fije fue en sus endemoniados ojos luego pase a su picara sonrisa.

—Aún no te vistes... si quieres yo te visto.

No había nadie excepto nosotros. Mis manos por instinto tomaron, con tanta fuerza que dolía, los pliegues de la toalla.

—Solo bromeó... como no me quisiste creer, como dices que soy un maldito —puso sus ojos en blanco —un mentiroso, pues ¿adivina a quién e traído? Es un amigo muy especial.

—¡Valla al grano! —le grité tratando de sonar imponente, pero fracasando en el intento.

No dijo nada. Su mano simplemente viajó al pomo de la puerta. Todo esto bajo mi atenta mirada.

Con lentitud desplazo la manija a un lado.

La empujó y finalmente vi algo que jamás en mi vida, creí ver... ahí estaba. Papá estaba ahí.

—Pa-Pa-Papá —por más que suene estúpido mi habla y mis piernas fallaban. Aquél hombre que me había visto crecer estaba ahí. Ya no sabía que pensar.



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En el texto hay: profesor, millonario, juguete

Editado: 05.04.2020

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