Juguete del millonario

12. Cuatro meses

Las manos de Meldey pasan por mi cabello mientras el peine baja por mi cabeza con suavidad. Tenía la tarde libre, al parecer había terminado con toda la larga lista de los profesores que el inútil de Hero me había contratado.

—Meldey —la llamó y la miró a traves del reflejo del espejo. Ella levanta la cabeza pero sin dejar de mover el peine.

—Meldey... usted cree.... ¿usted cree que yo doy miedo? —ella no puede evitar estallar en risas por mi pregunta tan fuera de lugar.

—¿Porque la pregunta tan repentina niña? —me pregunta mientras su atención nuevamente pasaba a mi cabello.

Agache la mirada tímidamente. Ella me sonrió, —porque ahora todos parecen tenerme miedo.

—¿Como por ejemplo? —siento como la peineta se desliza hasta mis caderas. Mi cabello siempre ha sido lo suficiente largo.

—Como por ejemplo todos, en especial el profesor Kein —hace un pequeño gestó el cuál veo a traves del espejo, indicandome que continúe —el se pone nervioso tan solo con que le hable, hace todo lo que le pido sin chistar.

Simplemente lo hace y eso que se supone que es mi profesor —su sonrisa se desvanece —se supone que uno es quien debe tenerle respetó a los profesores, no los profesores a los alumnos.

Sus manos dejan mi cabello, para después alejarse a arreglar el tocador desordenado —se lo contaré, pero porfavor niña, no quiero que le reclame nada el señor. El podría darse cuenta que yo se lo dije.

Ladeo medio confundida la cabeza. Finalmente asiento.

—Es porque usted es la esposa del señor Hero y...

—¡No soy la esposa de ese bastardo! —la interrumpo rápidamente. 

Ella me mira algo triste, a de ser por mí repentina actitud. No me importa —bueno niña, como sea. Pero todo lo relacionado con el señor Hero significa peligro, todos lo saben. El señor Hero puede ser alguien... alguien de cuidado —su sonrisa vuelve, pero esta vez se ve más forzada, —pero no se preocupe, las cosas que el quiere las cuida. Solo no lo contradiga.

Un nudo se formó en mi garganta. ¿Realmente era tan peligroso? —¿me esta diciendo que me convierta en su titere solo para que el este feliz?
Deja de mirarme a mí, levanta un pequeño trapo y lo refriega contra el polvo en la débil madera del tocador —no,no absolutamente no. Solo le digo que tenga precauciones, eres una chica dulce, no me gustaría verte triste y menos por las cosas que le ocurran al señor Hero.

La miré una última vez antes de pararme del asiento y tirarme a la enorme cama. Me sentía como en una maldita jaula.

El teléfono de Meldey sonó, cosa a la cuál no le preste mucha atención.

Cerré los ojos, hasta que la voz de ella volvió a inundar mi tranquilidad, sin embargo los seguí manteniendo cerrados.

—¿Si? —preguntó sin enteder de quien se trataba —¡Señor! Si, si lo lamento, no pude recibirle en la puerta pero es porque estoy con su esposa —abrí mis ojos de par en par levantándome de la cama de un solo movimiento.

—¡¿Ese cabronazo esta aquí?! —aquéllo fue casi involuntario. La mujer me miró un poco alarmada pero siguió con su teléfono puesto sobre su oreja.

—Ehhh... si, ya mismo. Una disculpa.
Tan pronto como cuelga la llamada sus ojos vuelven a mí.

—¡Venga niña, arriba! —frunzo el ceño.
—No, lo último que quiero es tener que encontrarme con ese imbécil —me niego rotundamente.

—Por favor —ella me mira, casi que sus ojos me ruegan que le haga caso —porfavor niña... esto es parte de mí trabajo.

Tense mi mandíbula. ¡Demonios! ¿porque tengo un maldito corazón y también porque debo sentir pena por la situación de ella?

—Esta bien —me levantó y ella me mira con una sonrisa agradecida. —Pero mas le vale que me diga que clase de estúpido plan tiene ese hombre idiota, porque se —me interrumpo a mi misma para señalarla ahora de cerca —que el no da puntada sin dedal.

Guarda el celular en su bolsillo —¿A que se refiere señorita?

—Me refiero a que —suspiró pesadamente —ese monstruo no me dejaría salir de estas cuatro paredes si no es porque tiene algo planeado, ¿no es así?

Su mirada la delata. Si es asi. De eso no tengo la menor duda.

—No lo se niña —entrecerre los ojos. ¿Porque sera que no le creo ni una palabra? 

Ella parece percatarse que la miró con duda, asi que prosigue con rapidez —quiero decir... el señor no me cuenta cada cosa que el hace, tengo un ejemplo muy claro, lo conozco desde que era un pequeño niño, siempre habíamos vivido juntó al señor John —no pude evitar sentir aún más mal humor al escuchar ese nombre —y aún así no me contó que compraría esta enorme mansión. La compro para usted, y ¡vaya! Si que es impresionante —termina mientras mira hacía toda la habitación.

Yo me dirijo a la puerta, esta conversación ya me saca de quicio —si bueno... la casa no esta mal, pero no crea que voy a querer a ese hombre por el simple hecho de tener esto.

Ella no dice nada. Solo se para y camina hasta estar a mí lado, introduce las llaves y así se abre la puerta instantáneamente.

Se hace a un lado para que yo pase. Le miró y le agradezco el gesto con un pequeño asentamiento de cabeza. Sus pasos son más rapidos que los míos dejándome atrás, no me quejó por su acción, al contrario, puedo ver con más detalle la casa y de paso me guío al tenerla delante de mí.

Es la primera vez que oficialmente veo directamente la "casa". Pasamos por un largo pasillo, realmente creo que mi habitación es el sitio mas alejado de la casa.

El largo y oscuro pasillo terminó, lo primero que mis ojos vieron fue la gran sala que estaba adornada por un enorme sofa que casi se podría confundir con una cama, habían jarrones dorados, un espejo con pequeñas piedrecitas verdes a su alrededor, hermosos cuadros que daban un hermoso toque a las paredes de la casa y una vista espectacular y privilegiada.

Pero no nos detuvimos ahí, Meldey siguió su camino por otro extremo del pasillo y por ende yo tuve que hacer lo mismo.



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En el texto hay: profesor, millonario, juguete

Editado: 05.04.2020

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