Juguete del millonario

14. Heridas profundas

—¡Hey! Muñeca —escuché aquélla molesta voz casi a lo lejos. Seguí con mis ojos cerrados fingiendo que no le había escuchado —¡Pss Selena! —esta vez sentí unos fuertes dedos zarandear mi hombro de un lugar a otro.

Me di por vencida. Abrí de a poco los ojos hasta que me encontré con ese hombre casi cara a cara sobre mí.

—¡Que hace! —le grité realmente alterada.

Afortunadamente se alejó enseguida.

—Levantate —puse mis ojos en blanco. Ignorante.

—Por un demonio —hable mientras mi mirada se desviaba al reloj al lado de la pequeña mesita de noche —son las ocho ¿que quieres?

—¡Quiero que me hagas el maldito desayuno! Muero de hambre.

Volví a cerrar los ojos. No le haría caso a ese idiota.

Pero entonces sus manos volvieron a zarandearme, esta vez con más fuerza, a tal punto que mi cuerpo quedo semi sentado encima de la cama.

—Pero que...—jadee al sentir como su mano apretaba cada vez más mi muñeca.

—¿Que clase de esposa no se preocupa por mantener satisfecho a su marido? —me gritó como un loco a la cara. Le miré seriamente y no pude evitar soltar una carcajada.

—Debes estar bromeando... —sus manos me jalan, hasta que las sabanas se van de mi cuerpo.

—Levantate, eres una mujer floja. No sabes hacer más que pintarte las uñas ¡¿CIERTO?!, para algo querías ser mi mujer no.

Miré con asco su mano la cuál apretaba con tanta fuerza que ya se veía un poco rojos sus nudillos.

—Hasta crees... primero, quién se creé usted para cuestionar lo que debo o no hacer, segundo —le miré de arriba abajo —yo lo veo bien, en perfecto estado, con dos manos y dos piernas para que se haga su propia comida.

—Cállate —me gritó tan cerca de la cara que tuve que cerrar los ojos por unos segundos.

—Y tercero, y más importante. Eso de que yo quería ser su mujer, porfavor, ambos sabemos que no es verdad. Usted me da pena —susurre lo último mientras me zafaba de su agarré.

—¡¿Que carajos dijiste?! —alzó aún más la voz. Sus ojos se tornaron rojo de la ira. Su mano se levantó —¡eres una idiota! —fue lo último que escuche antes de ver como su mano formaba un puño. Lo siguiente que percibí fue un fuerte ruido que hizo eco en mi cabeza.

Mis piernas se hicieron más débiles y terminé callendo al suelo.

No fui consciente de lo que paso hasta que mi mano involuntariamente fue hacía mi labio. Palpe algo mojado y áspero.

Tragué saliva, luego vi mi dedo, había una pequeña línea de sangre.

Le miré desde abajo. El se veía aterrador.

Me levanté con dificultad hasta nuevamente enfrentarlo —¡¡eres un poco hombre!! Te gusta golpear mujeres ¿eh? —mis puños chocaron contra su pecho provocando que diera un pequeño traspies —¿te gusta demasiado hacerlo? ¿eh? Dime.

—¡Cállate! —me gritó nuevamente pero esta vez pegandome en la mejilla.

—Eres un... —abrió con fuerza los ojos y con esto levantó su mano, le mire su palma, sabía muy bien que tenía pensado darme otra cachetada hasta que los sonidos de timbre me interrumpieron.

Sus manos tomaron con fuerza la tela de mi camiseta, acercándome a la tela de su smoking —te prohibo hablar de esto. ¡Me entindes!

—Osh ¿acaso tienes miedo de lo que piensen los demás? ¿te da miedo que sepan que eres un maltratador de mujeres?

Sus puños movieron con más fuerza la tela de la camiseta —muñeca, no juegues conmigo.

Me quedó en silencio. Por más que me da miedo no puedo lucir frente a el como una cobarde.

—¡Me Entindes! —alza la voz provocando que mi cuerpo se paralice.

—Si quieres que no diga nada más te vale que me sueltes —su mano me suelta con tanta brusquedad que mi cuerpo cae contra el enorme armario de madera de al lado.

—Te esperó abajo. Es importante —después de un silencio sus manos chocan con la perilla de la puerta —¡ah! Y ya no quiero tu desayuno, fue suficiente como para demostrarme que eres una pequeña idiota malcriada.

Sus pasos nuevamente vinieron hacía mí, di un pequeño paso hacía atrás sin embargo el marco de la cama me impidió seguir caminando.

Me miró fijamente para luego acercar su boca a mis labios.

Me miró con una sonrisa de burla. Otra vez me sentí diminuta e imbécil.

Cuando por fín el se fue de la habitación fui capaz de mirarme en el espejo. Tome una de las moñas y la entrelace alrededor de mí cabello. Mis ojos no pudieron evigar ver la gran herida a un lado de mi labio.

Era una pequeña grieta roja y mojada.

Mi pecho dolió con fuerza. Nunca, jamás en mí vida me había sentido tan débil e idiota por dejar que ese tipo me hiciera esto.

Tomé uno de los pañitos humedos y con el limpié mí cara y la herida.

Una pequeña lágrima se deslizó de mis ojos, pero mi mano la limpió enseguida—debo dejar de actuar como una idiota. Llorar no soluciona nada. Lo único que hago es empeorar todo.

—¡Selena! —me sobresalte de solo escuchar nuevamente esa voz —es importante, baja.

Suspire pesadamente. Abrí la puerta y me dirigí a la sala.

Lo primero que vi fueron maletas regadas por todo el lugar.

Miré a Hero y luego a... ¿el profesor?

Frunci el ceño.

—Selena. Debía decirte —Hero palmeo el hombro del profesor dedicándole una sonrisa. Sus pasos luego se volvieron pesados, se paro frente a mí y sus manos acunaron mi cara.

Su contacto no me gustaba. Era incapaz de hablar en esa situación, mis manos comenzaron a temblar y mi corazón se aceleró con mucha fuerza.

Dejo mi rostro para luego tomar un par de maletas de mano.

—Me voy de viaje por cosas de negocios juntó con mi padre por dos meses, así que dado caso que hemos decidido que necesitamos a Meldey en estos meses el profesor Kein se quedará a tu cuidado.

Me giré en dirección al profesor para ver alguna señal de que esto era una broma. Pero en lugar de eso solo me dedicó una sonrisa mientras también tomaba sus maletas de mano.
 

   

 



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En el texto hay: profesor, millonario, juguete

Editado: 05.04.2020

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