–El lugar parece bastante tranquilo… –dijo Daichi.
–No bajes la guardia, padre, las maldiciones buscan estas oportunidades.
–respondió Fudo, mientras miraba a su alrededor de forma cautelosa, escondido con su padre en un callejón.
Entonces, con sorpresa, siente un toque suave en su hombro, desde lo oscuro del callejón, lo que provoca el gran susto de Fudo y su padre. –Disculpe, joven, ¿no sabrá donde hay alguna tienda abierta? –preguntaba un señor de no más de 30 años.
–Ah, este…, si, solo camine recto hasta la siguiente calle y gire a la derecha.
–Vaya, muchísimas gracias, joven.
–No hay de que. –dijo Fudo de forma amable, volteando la cabeza.
El hombre se acercó más a ellos… –Por cierto, ¿qué hacen aquí tan tarde…? Es muy peligroso… –después de pronunciar, el hombre liberó huesos de todo el cuerpo, como si salieran de su cuerpo, la sangre y la carne del cuerpo no tardaron en hacerse presentes, creando una lluvia un tanto desagradable, y algunos huesos lograron traspasar el brazo de Daichi y parte de su abdomen.
–¡Mierda! –exclamó Fudo, cargando a su padre y llevándoselo a toda velocidad hacia la casa del clan, mientras que, a lo lejos, se podía apreciar una risa, una risa llena de gracia malévola.
Ya en la casa, Fudo dejó a su padre tendido en la cama y salía de nuevo de la casa.
–Fudo, ¿¡a dónde vas!?
–A matar a esa maldición… –respondió antes de salir rápidamente.
–Fudo, ¡espera! –gritaba, bastante tarde para que siquiera lo escuchara.