Capítulo IV: Encuentro de unos deseos opuestos.

Fudo buscaba por la zona a la maldición culpable, estaba lleno de ira, no pensaba de forma correcta, y lo que le aumentó más su rabia, fue haber encontrado a la maldición.
–Vaya, un pequeño hechicero. –decía en un tono suave.
–Tempestad abrasadora… –pronunciaba Fudo, activando su ritual, liberando fuego combinado con las propiedades de la energía maldita.
–Muere…
El ataque fue esquivado sin problemas por la maldición, lanzando un suspiro suave.
–Que decepción, es de segundo grado –dijo la maldición, mientras se cubría con una gran cantidad de huesos, como escudo.
–¡Hijo de perra, soy un hechicero de primer grado, cabrón! –dijo Fudo golpeando ese escudo de huesos con un golpe de rocas reforzado con energía maldita.
–¿Eh?, entonces, que bajo han caído… -respondió lanzando múltiples estocadas de huesos por todos lados.
Fudo reaccionó y se fue para atrás lo más posible. La maldición se sorprendió rió suavemente.
–Tienes bueno reflejos, nada mal -.
–Y tú eres mal observador -dijo Fudo con una sonrisa de orgullo.
–¿Ah, y eso por…? -la maldición se daba cuenta de un corte en sus brazos. –Nada mal, chico, supongo que vale la pena presentarme contigo.
–¿Presentarte?
–Así es, me presento, mi nombre es Usuaka, en términos de brujería, soy una maldición de primer grado, cercano al Grado Especial.
–¿¡Cercano al Grado Especial!?
–Cómo te habrás dado cuenta, mi ritual, en términos simples, me permite manipular los huesos.
–Oye, el señuelo que usaste para herir a mi padre, ¿estuvo vivo?
–¿El tipo de 30 años?, si, estaba vivo… –respondió con bastante malicia.
–Maldito cabrón de…
–Ay no, me tengo que ir.
–¿¡A donde crees que vas!? –dijo Fudo mientras le seguía el paso.
–No me extrañes, nos volveremos a ver, hechicero –dijo lanzando más estocadas de hueso, lo que provocó que Fudo se distrajera y pudiera irse.
–¡¡Maldito seas, la próxima vez que te vea, acabaré contigo, ¡¡¡pedazo de maldición de mierda!! –gritó Fudo con todas sus fuerzas, antes de ir a buscar a sus compañeros desaparecidos.
Los encontró en un cuarto, muertos, con los huesos de fuera, una escena bastante mórbida…
–Puta mierda… –dijo Fudo suavemente, mientras recogía los cuerpos de sus compañeros caídos…y comprendía, a la vez, la crudeza que implicaba ser un hechicero…