Julieta

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La nerd renovada, ahora independiente y confiada mujer, nunca pensó que llegaría a tener a una amiga de verdad y mucho menos a una completamente loca, en el buen sentido de la palabra, que la pusiera siempre en las situaciones más divertidas que pueden existir. Ella era rubia con enormes ojos azules que reflejaban el inmenso cielo.

—Elena. No me puedo quedar en tu casa —explicaba una serena mujer de cabello azabache, mientras revisaba su Smartphone de forma descuidada.

—Julieta ¿Cuál es el problema? —pedía explicación la otra chica.

—Debo ir a casa. Tengo cosas del trabajo que debo terminar.

 —¿¡Ah sí!? —exclamo herida la insistente chica.

—Además recuerda que debo alimentar a Letto —mintió, sin atreverse a mirarlo. Si lo hacia su mentira, se iría por el traste.

Letto era un peludo cachorro Husky Siberian que vivía con Julieta desde hace algún tiempo. En realidad, el animal no era el problema, era uno bien portado.

—Esa no es excusa, tu hermano vive cerca y fácilmente puede pasar a alimentarlo, solo llámalo y asunto arreglado —sugirió balbuceando. El fuerte whisky escoses que suele ingerir cuando esta estresada, siempre provoca el mismo efecto. La noqueaba durísimo. No era siempre, pero la extenuante jornada laboral que Elena tuvo ese día, requería cualquier tipo de distracción, aparte de lidiar con que la terminaran después de 3 años de relación. No ayudaba a que sus días mejoraran.

James, el hermano de Julieta, en reiteradas oportunidades alimenta a Letto cuando ella no puede llegar a casa por el trabajo o porque se fue de farra. El animal a pesar de que vivía con Julieta era cuidado por ambos con sumo espero y dedicación. De pequeños siempre quisieron uno pero sus padres se lo negaron hasta el cansancio. Ahora que estaban grandes y sabían cuidarse por sí solos, no dudaron en adquirir uno.

—Mujer… mañana tengo trabajo y no tengo ropa —soltó Julieta, quitando su atención del sofisticado aparato. E hizo un mohín, mientras tomaba un trago del exquisito vinotinto chileno que había ordenado. No podía imaginarse dormir fuera de su cómoda y espaciosa cama Queenside.

—Juli ¿Cuándo eso ha sido problema? No recuerdas que nos intercambiamos la ropa cuando estábamos en la Universidad. Tú no has engordado nada y… yo menos… —Levanto su ceja en izquierda.

Julieta y Elena estudiaron Negocios en la Universidad de Harvard y desde el primer día de clases su conexión fue instantánea, haciéndose inseparables con el transcurso de los años. Contando cada una con veintisiete años en sus calendarios. Si bien no aparentaban esa edad, por las suaves facciones que poseían.

—Juli, estas ebria —jugueteo la rubia.

—No lo estoy. Tú lo estas. Es hora de irnos, te dejo en tu casa y me largo a la mía.

—No exageres. Solo tome un vasito de whisky —replico Elena.

Ambas rieron. Sabiendo que eso no era verdad.

—Eso es suficiente. Vamos.

—Está bien —acepto a regañadientes la chica rubia.

Se levantó de su asiento y acomodo su elegante pantalón de vestir, corte alto de color gris, a juego con una camisa blanca de satén.

—Camina, que te acabas todo el depósito de whisky de este Bar. Y no quiero espectáculos.

Ambas chicas rieron nuevamente y salieron a la fría y oscura noche de New York, donde los edificios no hacían su trabajo de detener el viento. Juli sentía que se le congelaba el cerebro pero aun así metió el trasero de su amiga y el suyo propio en su AUDI 5 y manejo con cuidado. Llegaron al pent-house de Elena en un soplo. Elena no podía equilibrarse cuando bajo del auto a duras penas. Juli estaba frustrada, necesitaba ir a casa y descansar. Al otro día tendría una reunión sumamente importante.

“Las cosas que hacemos por los amigos”, pensó.

Bajo del vehículo con el repique de sus altos tacones Louis Vuitton, a juego con una falda lápiz color rosa y una camisa a rayas blanco y negro, bastante holgada para su esbelta silueta.

—Vamos. Sostente de mí —ofreció una mano a Elena.

—Eres la mejor maldita amiga que puedo tener —mascullaba.

—Lo sé ―acepto con suficiencia.

—Juli, tengo ganas de vomitar —anuncio cuando la morena pulsaba el botón del ascensor.

—Maldición Ele —gruño. Eso dificultaba su pronta huida a casa.

El ascensor se movió con rapidez. Juli se sentía agradecida por ello, porque subir 20 pisos con una amiga borracha no era asunto a tomarse a la ligera.



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En el texto hay: amor, amistad, arquitectos

Editado: 09.04.2019

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