Aidan
Es increíble cómo las acciones o problemas de otras personas pueden cambiar su humor; completamente.
Kevin siempre a querido dar todo por Julieta, pero justo ahora podría perderlo todo con sus acciones.
Quiero a mi amigo y por eso es que siento que debo ayudarlo antes de que pueda cometer un gran error.
Y no puedo seguir aquí, debo ir detrás de él.
Pero tampoco puedo dejarlas.
–Hay que seguirlo.–Hablé.
Por suerte ninguna de las dos chicas dijo nada y caminaron detrás de mi hacia la salida.
Por cosa del destino yo había traído mi auto así que Kevin de había ido en el suyo.
Michell se subió en la parte detrás y Julieta a mi derecha.
Ambas chicas notaban nervios en su rostro, pero Julieta en su mirada reflejaba además culpabilidad.
¿Qué clase de padre podría tener ella?
Y ¿acaso ése sujeto no sabe en que siglo estamos?
Casar a alguien por obligación es una estupidez.
Con rapidez encendí y aceleré el auto.
–Es mi culpa.– Escuché a la chica a mi lado.
No cariño, no lo es...
–¡Hey! ¿Tranquila si? Estoy segura que no pasará nada.– La ánimo su amiga.
A lo que Julieta asintió sin tanta seguridad.
Recordaba con exactitud la casa de ella, aunque sólo había estado dos veces acá, para mí era imposible olvidar esta dirección, por alguna extraña razón.
No tardamos mucho en llegar al lugar. A lo lejos visualice el auto de mi amigo pero al acércame un poco más, mi ojos vieron una escena que deseé que no se hiciera realidad.
Detuve el auto y salí da allí lo más rápido que pude. Justo en el jardín estaba Kevin, encima del que supongo que es el padre de Julieta. Lo estaba matando a golpes.
–¡Vamos! ¡Defiendete! Eres un maldito cobarde. ¡¿Cómo puedes hacerle eso a tu hija?! ¡Es tú hija, no un objeto!– Le gritó Kevin.
Levanté a Kevin lejos del otro sujeto.
–¡Joder! Kevin déjalo ya.
–¡No! ¡Suéltame Aidan!
Kevin se movía en mis brazos cómo un perro rabioso. Estaba sorprendido por la fuerza que mi amigo hacía, pero aún así se le hacía difícil soltarse.
El padre de Julieta aún seguía en el suelo con el rostro ensagrentado. Kevin si le había dado una buena golpiza.
Vi a Julieta confundida en no saber a quien auxiliar, con una pequeña seña le hice saber qué Kevin estaba bien.
Caminó hacía su padre llevándose una fuerte impresión. Intentó tocarlo pero éste la esquivo.
–¡Tú a mi no me toques!–Escupio con furia.
Y ella se alejó con un gran temor.
Cómo si por dentro supiera lo que después vendría.
No puedo negar la rabia que siento a ése acto hacia ella.
–¿Cómo carajos puedes causar eso en ella?–Volvió a hablarle Kevin a el con enojo.– ¿No te importa tú hija, imbécil?
–¿Que me mierda te importa? ¿A caso te la cojes? Dime algo: ¿Julieta vale la pena para que te rebajes a éste nivel? O ¿Es una puta cara?– La sonrisa llena de sangre que soltó luego de haber dicho eso, dieron ganas de esta ves si de matarlo.
Era la propia risa del diablo.
Olvidé a Kevin y me concentré en el imbécil que teníamos al frente. Soltando a mi amigo y caminando hacía esa basura.
–¡No! Es una maldita provocación.–Escuché el grito de Julieta. Pero ya era tarde, porque mi puño ya había impactado con su padre. Haciéndolo caer de inmediato.
Espere a Kevin lanzarse de nuevo hacía él, pero cuando lo busque con la mirada, su novia y su amiga lo retenian contra el auto.
Camine hacía ellos concentrandome en unos ojos verdes que me observaban.
Eran los de Julieta .
–¡Oye Julieta! ¿Porqué no le dices a tú amiguito, qué acaba de joder su vida para siempre?- Nuevamente habló su padre.
La chica volteó a ver nuevamente a su padre con temor y aún así se quedó en silencio.
Había algo más detrás de esa amenaza estoy seguro de eso.
–Es hora de irnos.–Habló Michell y asenti.
–¡imbécil! Sabés donde encontrarme. ¡No soy un maldito cobarde cómo tú!–Le señaló.
Ya era suficiente por hoy.
Empujé a Kevin hacia la puerta del conductor.
–¡Vamos! Es hora de irnos.– Él no dijo nada y aceptó entrando a su auto.
–Trae a Julieta contigo y sígueme- Asenti confundido.
Su novia subió junto a el.
Caminé hacía Julieta.
–Kevin dijo que subieras a mi auto y lo seguiremos.
–Esta bien.–Respondió bajo pero lo suficiente para escucharla.
Subí a mi auto y a los segundos ella hizo lo mismo, sentandose a mi derecha.
Y así conduci detrás de Kevin sin saber el destino.
*********
Conducimos hacia las afueras de la ciudad, deteniendonos en un pequeño terreno, regalandonos una hermosa vista de la ciudad.
Julieta observó el lugar con un brillo en sus ojos, que le hacía ver genial.
No podía negarlo; ella tenía una belleza peculiar.
Su belleza es un rayo de luz en la oscuridad.
–¿Bajarás del auto?– Le pregunté. Ya que no le veía las intenciones de hacerlo.
Dudó un poco en la respuesta.
–Tengo un poco de miedo con la reacción de Kevin.–Respondió.
Julieta vivía con una burbuja de temor cada día.
–¿Crees que el te haga daño?
Sabía que Kevin seria incapaz de hacerle daño pero moría por saber su respuesta.
–No.–Aclaró– Sé que Kevin jamás lo haría, sólo que tengo miedo de volver a decepcionarlo y que nuestra amistad se vaya a la mierda.
–Hay que aprender a enfrentar estas diversas situaciones. Pero aún así estoy seguro que nunca serás una decepción para el.
La chica asintió sonriendo un poco. Cómo si mis palabras le dieron un poco de esperanza.
Ambos bajamos del auto, Kevin y su novia estaban de pie junto a su auto.
Me acerqué a mi amigo para examinarlo.
–A ver boxeador, déjame ver cuántos moretones te han dejado.–Soltó una carcajada.
–¿No confías en mí? Aprendí del mejor. Tú me enseñaste.–Era cierto. Hace unos años le enseñe a boxear.