Habían pasado varios días desde que llegué a casa, dónde por las noches Mathías se acostaba junto a mí para no dejarme sola. La única luz del sol que veía, era la de mi ventana, ya que dejé de salir desde entonces. La soledad de mi habitación me enseñó que en muchas ocasiones puede ser mala compañía, ya que con ella traía; A la ansiedad, el llanto y el temor. Esas tres cosas me seguían a diario, sin salir de mi habitación.
Varias veces llegué a preguntarme si en realidad yo merecía lo que pasó. Sin en realidad está mierda que ahora estoy viviendo soy realmente merecedora. La verdad es que no sólo me consumía a mi, si no, que se llevaba con ella a lo que más quería.
Cada día sufría porque poco a poco perdía a mi familia y amigos, aunque ellos seguían diciendo que siempre estarán acá, yo sé que yo los estoy alejando.
Y ni hablar de ése chico que me enamoré, de esa estupidez humana que más de una vez hizo mover mi mundo al revés y hacerme enfurecer.
Juro que quise girarme hacia él cuándo lo deje en el jardín de mi casa, quise abrazarlo tan fuerte y decirle que nada de esto tendría sentido si el no siguiera a mi lado. Porque es cierto, añoro tenerlo a mi lado.
Pero ahora nada es igual, yo no seré igual, él nesecita ser feliz de verdad.
Y No pensé que podría dolerme tanto.
Seque unas lágrimas que bajaron por mis mejillas, antes que la puerta de mi habitación se abriera dando paso a la rubia de Michelle.
—Hora de comer. —Quitó las sábanas que me envolvían para dejarlas a un lado. —Es hora de que dejes de comer aire. ¡Vamos levántate!
Solté un pequeño quejido.
—Puedes dejarla acá y luego lo comeré.
—Lo mismo dijiste ayer.—Rodó sus ojos.— Y allí está tú comida.—Señaló el plato de comida que estaba en mi mesa de noche.
Era cierto habían días dónde podría probar un bocado y otros que ni tomar agua podía.
—Te prometo que hoy si. —Me excusé. Pero Michelle me ignoró jalando mis brazos para sacarme de la cama.
—¿Te aseas tú o lo hago yo?
—Michi...
—Bien. Lo hago yo.
Terminó de levantarme para llevarme hacía el baño. Llenó de crema mi cepillo de dientes y acomodó mi cabello en una coleta alta.
—Allí lo tienes, ya puedes empezar, ¿O te ayudo?
Negué.
Michelle se quedó a mi lado, mientras yo me cepillaba. De vez en cuándo la miraba por el espejo, igualmente observandome.
—No sé cómo aún sigues acá.—Dije.
Tapé el sollozo que salió de mi acompañado de unas lágrimas.
Michelle me abrazó por detrás besando mi mejilla.
—Yo siempre estaré acá. Y juntas saldremos de esto.
Asentí.
—Ahora mueve ése culo tan divino que tienes y bajemos a comer.
Jaló de mi muñeca para bajar a la cocina.
La abuela Jade quién se quedaba con nosotros desde hace días, había preparado el desayuno. La hi sonreír cuándo me senté para comer.
—Me hace muy feliz verte acá abajo. —Dejó un beso en la frente.
Mamá colocó un plato al frente de mi antes de sentarse también.
—Buen provecho, hija.
Era increíble la forma en que podemos engañar a los demás. Estaba aquí sentada con mi familia, pero cuándo en realidad sólo quería echarme a llorar sola en mi habitación.
No quería probar nada porque realmente nada me apetitaba.
Y sin embargo acá estaba, mostrando Ian faseta de la cuál todos querían ver pero la que yo no quería ser.
Unos toques en la puerta llamó la atención de todos.
—Tal vez sea Kevin. — Michelle se levantó para abrir.
Pero no era Kevin quién había llegado.
—¡Oiga que no puede pasar!
—¿Cómo que no pueda pasar? ¡Es mi casa, niña!
Inmediatamente reconocí esa voz.
Mi cuerpo reaccionó con temor, mi piel se herizo y quise huir.
—¡A ti te estaba buscando! —Me señaló.
Caminó hacia mi y me levantó bruscamente de los brazos.
—¿Acaso no tienes idea la vergüenza que me hiciste pasar? ¿Cómo fuiste capaz de decirle al mundo que fuiste violada? ¡Cuándo en realidad todos saben que sólo estabas cómo una cualquiera con un idiota! ¡Has dañado mi reputación!
Me quedé en silencio cuándo mamá lo apartó de mí.
—¿De que mierda estás hablando? ¿Tú entiendes acaso la gravedad de todo ésto? No puedo creer que seas tan imbécil para no ayudar a tú hija.
—¿Porque siempre me ves cómo malo? ¿Porque no puedes entenderme?
—¿Y que quieres que entienda? ¿Que has sido un completo idiota con tú hija? Jamás estaré de tu lado si no eres capaz de estar con tú hija.
Mamá explotó hasta el punto de ponerse a llorar.
Pero él tenía razón en lo que me dijo. Yo había dañado la reputación del gran abogado Robert Smith.
—Tienes razón ¿Sabés? Justo ahora lo entiendo. Arruiné tu reputación, arruiné tú familia, arruiné tú vida y lo siento. Nunca pude darme cuenta de lo que hice, hasta ahora. —Él me observó mientras que yo hablaba. — Y siempre has tenido razón.—Se me rompió la voz antes de continuar.—Yo debí estar en ése accidente y no Elio. Él debe estar acá sonriendo y disfrutando la vida junto a tí. Él debe de estar con esa versión tuya que una vez me amó, y que murió con él. Lo siento mucho papá, perdóname por eso que sólo tú sabés.
Pensé que después de tanto tiempo el se disculparía y que diera ése abrazo que mucho tiempo he anhelado, pero fue mucho peor lo que resivi de su parte.
—Tienes razón, Julieta. Él debe de estar acá conmigo y no tú. — Soltó con esa voz de dureza, con la que es capaz de destruir lo poco o mucho que puede tener una persona pro dentro.
—¡Vete ya mismo de mi casa! —Le gritó mamá.
Él me echó una mirada asqueada de arriba a abajo y se fué.
—Él siempre tuvo razón. —Era lo que repetía mi mente.
—Escucha Juli, no es verdad... —Michell me habló pero la detuve antes que continuara.
—Te quiero. —Le dije sonriendo.
Los demás me miraron confundidos.
—Iré a dormir.— Me marché de la cocina para volverme a encerrar al único lugar dónde me sentía segura.