Julieta, la chica suicida.

Capitulo 46

Corrí por el pasillo hacía la habitación de Julieta, aún con el riesgo de encontrarme a alguien que pudiese lastimarla, pero en mi mente no salía que Kevin y a su vez Michelle pudieran estár en peligro. No tenía ni puta idea convencí a la rubia de llevarse mi arma con ella, pero ella aún más demente que yo, aceptó.

Al llegar a su habitación me llevé la sorpresa de solo encontrarme a su amigo Hendrick

Julieta se sorprendió al verme llegar pero aún así me regaló una sonrisa, su amigo el policía simplemente me ignoró.

—Volveré en un rato.—Le avisé. Ella asintió y siguió conversando con él.

Salí nuevamente hacía la habitación de Kevin.

Una parte de mi estaba en paz cuándo comprobé que Julieta estaba bien pero sin embargo, otra parte de mi aún tenía miedo por Kevin.

Me esperaba cualquier cosa, pero al entrar completamente diferente. Encontré a Michelle en un sillón observando fijamente a Kevin mientras dormía.  Ella estaba tan perdida en sus pensamientos que nunca se dió cuenta que yo estaba en la habitación.

Me acerqué despacio y me agaché a su altura.

—¿Michelle?  —La llamé. Ella parpadeó y me observó.

—¿Ellos corren peligro verdad?

Michelle me había soltado esas palabras con la seriedad que jamás la había visto.

Quería negarlo, quería mentirle, pero estaba muy cansado para eso ya.

—Es complicado.

—¿Lo saben?

Negué con la cabeza.

—¿Habrá solución? —Preguntó una vez más.

En otro momento le gritaría que no se metiera en mis asuntos, pero la verdad ya no valía la pena hacerlo.

—Yo no lo sé, Michelle.

Michelle apretó sus labios.

—No te pediré que me cuentes, porque sé que cuándo todo esto salga a la luz, alguno de ellos me odiará por no haberle dicho antes. Y siendo sincera no quiero perder a ninguno de los dos. Pero te aconsejo que sea lo que sea, no tardes en decirlo.

Se levantó colocando mi arma en mis manos, marchandose de la pequeña habitación.

********

Dos semanas después habían pasado, Julieta había salido del hospital y cada día se recuperaba de algo que siempre me mataba por dentro. Kevin aún seguía en el hospital, pues su cuerpo requería un nuevo corazón, pero su donante no aparecía todavía.

Enero se había marchado, dándole paso a un nuevo mes. Algo en mi estába en paz, pero la otra mitad aún sentía miedo.

Julieta volvió al Colegio y Michelle cada día la apoyaba, junto a su psicóloga. Ella y yo no estábamos tan mal pero ya no era igual que al principio. Pero sin embargo, me he quedado a su lado combatiendo a cada uno de esos demonios internos y a los que aún quedan vivos. La amaba tanto que me he quedado a su lado conociendo la paciencia y el volver a enseñar a amarse asi mismo.

Mi familia estaba a salvó, al final pude convencerlos de que salieran de vacaciones fuera del país por un tiempo, aunque los extraño, el que estén bien, me hace bien a mí.

Dejé caer mi mochila al suelo de la pequeña habitación en dónde Kevin estába. Cómo cada tarde venía a visitarlo, aunque la universidad me cansaba lo suficiente, siempre venía a verlo.

—Papas fritas de la esquina de la universidad, ¿Cierto? —Preguntó con una media sonrisa de lado.

—En algún momento presiento que me descubrirán. —Confesé y el río.

Las papas fritas cómo muchas otras cosas más le fueron prohibidas en la habitación de Kevin. Pero sin embargo, acá venía yo, cada tarde a traerle una ración de papas. Aúnque sólo comía dos papás.

—Hasta para hacer contrabando eres idiota.

—¿Que te digo? La rubia loca de tú novia me lo contagió. — Bromeé.

Kevin intentó golpearme, pero sólo con un pequeño intento, ya se había cansado.

—Tus bolas.

—Lindas cómo siempre. —Respondí.

Tomé una silla colocándome a su lado.

Lo ví comer una papa y dejar la mayoría.

—¿Sólo esa? —Pregunté.

—Si, Aidan. —Respondió suave.

Casi un mes desde que Kevin entró al hospital, y desde hace un mes lo he visto decaer cada día más. Esos ojos azules ya no eran los mismos, su piel cada día era más pálida y esas ojeras casi le consumían toda la cara. Una maldita falla de su corazón se estaba llevando a mi mejor amigo, y no tenía ni puta idea que hacer para evitarlo. Eso cada día me mataba más.

—Basta. —Lo escuché decir sacándome de mis pensamientos.

—¿Basta qué, Idiota?

—Deja de culparte por no encontrarme una solución .

Él me conocía.

—Estas más idiota, Kevin.

—No es tú culpa, no saber que hacer. —Cerró los ojos.

—Ya hasta tienes delirios. —Ahora era yo el que reía.

Tomé mi celular para que la conversación terninara acá.

—¿Cuidarás bien a las chicas, verdad? 
—Algo en mí dolió al escuchar eso.

—Si estás tratando de que yo le cumpla todos los caprichos a la rubia loca de tú novia pues...

Kevin me interrumpió.

—Sabes a lo que me refiero, y aúnque sé que eres un completo imbécil, lo harás muy bien.

Odiaba escucharlo decirme eso, porque yo estaba completamente seguro que él las cuidará muy bien, cuándo saliera de acá.

—Ya debo irme. —Tomé mi mochila y la coloqué en mi espalda para marcharme.

—Cuento contigo.

Fué lo último que escuché antes que me marchara de la habitación.

Amo a Kevin. Pero lo nesecito conmigo, los tres lo nesecitamos.


 




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