Julieta
¿Alguna vez han sentido que el querer tener a una persona en tu vida, está dependiendo de un diminuto hilo delgado. Qué en cualquier momento ya no soportará más y se marchará?
El corazón de Kevin era ése hilo.
Sus ojos azules volvieron abrirse luego de tanto anhelarlo.
Una bata azul, un tapaboca, gorro quirúrgico y unos ojos hinchados de tanto llorar eran nuestros vestuarios para entrar a un cuarto frío que era el testigo de una vida irse.
Mi madre nos permitió saludar a Kevin, claro, junto a Michelle a mí lado.
Ella y yo siempre hemos estado juntas, hasta en las estupideces más grandes y en esas heridas que se arrinconan en lo más profundo de nuestro corazón.
Michelle ha secado mis lágrimas largos años y yo la he levantado cuándo ni yo misma he podido hacerlo por mí.
Michelle ha sido mi cómplice de largas noches de insomnio y yo he sido su cómplice en los días que más radiante ha sido el cielo.
Mi mejor amiga; mi hermana. Así era Michelle para mí y hasta que lo memoria tenga uso de razón, por siempre lo será.
Nunca fui de tantas amigas pero Michelle desde un principio siempre supe que ella había llegado para quedarse.
En las malas prometimos estar firmes y tomadas de las manos, aunque nuestro corazón este hecho pedazo en una esquina.
Y el estar en la buenas cuándo el dolor de nuestras panza sea el de tanto reír de felicidad.
Así fué como entramos en está habitación, tomadas de las manos; temblando de miedo, con nuestro corazón en pequeños pedazos, con la vista nublada de las lágrimas a cada segundo asomada en nuestros ojos y añorando que ése hilo aguante un poco más.
Creo que el respirar dolía, en estos momentos quisiera el dejar de respirar, sólo para que dejara de dolor.
No más dolor pasaba por mí mente casa maldito segundo.
Y entonces en este momento pasaba Kevin por mi cabeza.
¿Esto sentirá Kevin cada vez que le duele respirar?
¿Ya no más dolor?
Detuve mi paso y Michelle se giró a verme extrañada al ver que me detuve.
¿Por qué jamás me puse a pensar en qué Kevin de verdad ya no quería sentir dolor?
Sentí un balde de agua fría cayendo sobre mí, haciéndome despertar.
No puedo creer que tan egoísta pude llegar a hacer en querer tenerlo cuando mi amigo ya no puede más.
Kevin no se está rindiendo, él solo no quiere sentir más dolor.
No sé cuántas veces me molesté con el por el querer rendirse, pero nunca intenté ponerme en su lugar.
Él estaba sufriendo algo que jamás mereció.
Michelle caminó sin mí hacia él, peinó con su mano su pelo rubio que ahora le llegaba un poco más abajo de su frente, aún así se veía guapo.
Kevin despertó al sentirla cerca y le regaló una pequeña sonrisa de lado.
—Te hemos extraño mucho. —Hablé.
—Aún así sabíamos que despertarias, mi amor. — Michelle estiró su mano para acercarme a ellos.
—Jamás dejé de verlas en mis sueños. — Con poca voluntad habló Kevin. La piel se me había erizado por completo al escucharlo.
Él aún tenía esperanzas. Quise creer.
Tomé unas respiración profunda antes de hablar ya que el nudo en mi garganta casi no me dejaba.
—Entonces necesito que muevas el culo en levantarte e irte de este lugar para que podamos cumplir todos esos sueños que tenemos. — Kevin intentó en levantar su mano y hacer el gesto de militar por mí orden hacia él, pero no pudo.
Tomé su mano y la besé.
—Necesito que sigas peleando, Kevin. —Esta vez mi amiga le ordenó.
Él sólo la miró y sonrió, tan débil, pero lo hizo.
—¿Me estás escuchando, verdad? — Volvió a insistir mi amiga.
Michelle limpió rápidamente las lágrimas que rodaban sobre sus mejillas.
—¡No saldré de este maldito lugar sin tí! —Michell no pudo sostener el llanto y explotó. — ¡Me prometiste salir de aquí tomados de la mano para seguir enfrentado cada maldita cosa que se nos atraviese delante de nosotros!
Pude ver la tristeza que enmedaba el rostro de mi amigo al escuchar a su novia llorando.
—Kevin, ¿Lo cumplirás verdad? — Michelle suplicaba como si fuera una niña pequeña algo que realmente quería tener.
No sé en qué momento había empezado a llorar pero solo me veía a mí limpiado automáticamente mi rostro.
—No estarás sola, mi amor. — Kevin la miró a los ojos diciéndole eso. —Yo confío en que siempre podrás con cada cosa que venga.
—¡No, no, no! — Michelle negaba. — Yo no quiero hacerlo sin ti.
Kevin limpió las lágrimas sobre su rostro y colocó uno de sus mechones rubios detrás de su oreja.
No sé de dónde había sacado la fuerza para hacerlo pero lo hizo tan despacio que pude disfrutarlo con amor.
—Eres el amor de mi vida. — Soltó con lágrimas en sus ojos azules. —Y estoy tan feliz de haberme enamorado de tí.
Escuché el sollozo de mi amiga. Hundió su rostro en el cuello de Kevin envuelta en un mar de lágrimas.
Ahora él lloraba pero estaba totalmente segura que en esas lágrimas no había una pizca de tristeza, eran de felicidad. Kevin había conocido y compartido con el amor de su vida, y en estos momentos el le agradecía a ella el haber sido la causante del amor que llevó tanto tiempo en su corazón.
Kevin se enamoró y fué totalmente feliz al lado de ella.
Michelle tomó el rostro de mi amigo, ambos con lágrimas en sus ojos.
—No puedes dejarme, Kevin.
—Nunca me iré del todo, cariño. — Le aseguró.
Jamás pensé que verlos juntos de esta manera iba a dolerme el alma entera.
La puerta de la habitación se abrió, dejando entrar a Aídam.
No pensé volverlo a ver más pero mi corazón en estos momentos me había traicionado, latiendo tan rápidamente.
Él usaba su bata médica aún, por lo que significaba que aún seguía en el hospital. Su rostro jamás se fijó en mí, él de inmediato buscó rápidamente a mi amigo.