Julieta quiso quedarse

Julieta

  El inspector llegó alrededor de medianoche acompañado del padre de Sofía. Enzo había estado en lo cierto, no parecía triste. Más bien parecía preocupado de llegar tarde a alguna cita. Miraba el reloj cada medio latido de corazón, y estaba segura de que no escuchó ni una de las palabras de pésame que le dí.

  Ofrecí café y unas medialunas que Enzo me había ayudado a hacer. A la tarde no estaba de servicio, la lluvia había regresado y nadie en casa tenía nada que hacer. Así que decidimos cocinar algo para el mate. O al menos fue el verso que le presenté a Enzo. Quería pasar tiempo con él. Enzo me gustaba. 

   -El señor Klein se ha hecho llegar hasta aquí solo para darle las gracias por su colaboración señorita Foster –dejé la bandeja con los cafés y las masas sobre la mesa ratona.

   - No era necesario –traté de sonar amable. Pero su falta de sensibilidad para con su hija me molestaba. Quizás estuviera aun en estado de shock –era mi deber como vecina, y como persona.

  El señor Klein ni siquiera me respondió. Intercambié una mirada con el inspector. Klein tomaba café en silencio. 

   - ¿Por qué se ha quedado? –su voz parecía salir de un cuerpo seco. Logró impresionarme no solo por el tono, sino por lo repentino de la pregunta. Sus ojos eran casi afilados, me miraban demasiado fijo. De no haberse probado la coartada de los padres, no hubiese dudado que fuera el asesino. Noté que le temblaban visiblemente las manos. 

-Esta es mi casa señor Klein. La adquirí hace muy poco. Todavía me estoy instalando.

-¡Váyase si puede señorita Foster! –se levantó casi bruscamente del sillón. Como si le hubiese dado un golpe de corriente –Tiene suerte de no estar muerta. ¡Hágase un favor y váyase!

  Sin decir más salió como alma que lleva el diablo de mi casa. Me quedé perpleja y contraída. Sentí miedo. Uno tan real como hacia tiempo no tenía. Estaba segura de que ese hombre, sabía muy bien quien había asesinado a su hija.  Pero por alguna razón siniestra no podía confesar. Sentí miedo que fuera una amenaza todo cuanto había dicho. Sentí miedo de que lo que sea que había matado a Sofía, ahora arremetiera contra mí. Debería haberme ido.

-Señorita, no se altere. Este hombre esta pasando por algo muy duro. –el inspector miraba hacia la puerta por la que Klein había casi huido.

-Si –balbucí.

-Tiene razón en lo de ponerse a resguardo. Pero no veo motivos para que el asesino de Sofía Klein venga a por usted.

-¡Inspector, ese hombre sabe quien mato a su hija! –exclamé.

-Ya le dije que esta en estado de shock.

-¡Inspector, créame que ese hombre sabe algo! ¡Interróguelo de nuevo, trate de presionarlo! –sonaba histérica.

-Siga preparando café y medialunas que le salen estupendas. De la investigación nos encargamos nosotros –se levantó para irse el también tras de Klein –y cuídese. Enzo velará esta noche por usted y su familia. No olvide cerrar puertas y ventanas, y por favor duerma con el celular a mano.

  Iba a protestar, pero si lo hacia, el inspector haría que me sacaran del lugar por protección y la verdad es que no quería irme. A pesar de todo.  

-Gracias –ya había salido del porche cuando le lance la pregunta – ¿Cree que aún este aquí?

-No importa lo que yo crea. –Suspiró –el problema está en no saber a que nos enfrentamos. Enciérrese.

 

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