Julieta quiso quedarse

John

  John llevaba casi dos días en el pueblo. Aún no se había topado con ninguno de sus muchos enemigos cazadores. Aunque claro, podía sentirlos en la piel como si fueran un veneno denso que inundara el aire del pueblo. Había muchos allí, y como el los percibía a ellos, ellos de igual manera a él. Por lo tanto era obvio que no tardarían demasiado tiempo en ir a por él. Tendría que apurarse si pretendía salvar el pellejo, iba camino de una muerte segura si no se cuidaba las espaldas.

   John era letal claro, pero no invencible, y estaba en una franca desventaja en relación a ellos. En ningún momento se planteó la posibilidad de buscar a sus colegas. Eso avivaría aún más el fuego, y el solo estaba de paso. Alain quería saber más acerca de Julieta, eso era todo. No fue difícil encontrarla, el lobo que residía en el pueblo le había pasado la data de lo más precisa al Alfa. Estaba en buenas manos, y si todo salía bien no tendría problemas. Que una humana normal se viera herida o muerta acarrearía periodistas, policías y más cazadores. Eso no era bueno para nadie. Menos ahora que los hechiceros no estaban a mano y los cazadores se comportaban de un modo tan extraño.

    John miraba ahora la casa de Julieta trepado a un fornido árbol a no más de veinte metros. Ella había regresado hacia solo un par de horas. Para sorpresa de John se la veía de lo más tranquila. Sin duda era alguien diferente. John tomó fotos de la casa. Evidencia. Olió el aire, el perfume de ella arrastrado por la brisa le recordó a las violetas y al almizcle. Era un aroma particular, tan particular que sintió intriga, la que lleva a las personas a cometer muchas veces estupideces. John sabia que era arriesgado acercarse más, pero aun así lo hizo. Rodeó la casa hasta situarse justo con vistas a la ventana de la cocina. Julieta estaba allí, preparaba algo que no podía ver. Estaba concentrada. Un perro pequeño le rondaba alrededor, podía sentirlo, casi podía oír su sangre bombear al ritmo de la emoción que sentía de estar con su dueña de vuelta en casa. Se acercó más, volvió a oler el aire. Nadie cerca. Aun así sentía una energía diferente envolviéndolo todo.  Entonces Julieta levanto la vista como si lo sintiera, y clavó su mirada en él, como si lo viera. Porque, era imposible que lo viera en la oscuridad. Pero a John se le aceleró el corazón de todos modos. Y entonces cayó en la cuenta de que ya conocía esos ojos grises. Que ya los había visto. El tiempo le trajo recuerdos y comprendió al igual que el anterior lobo, que Julieta si tenía algo diferente.

  John retrocedió y trepó otro árbol. No quería irse, podría contemplarla toda la noche. O varias noches. Pero no podía, porque junto a ella estaría en peligro. Tendría que regresar y contárselo a Alain. No sabia como iba a tomarlo su jefe, al menos al principio, pero no podía ocultárselo. No más tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




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