Julieta quiso quedarse

Matt

 

  Milo había dormido muy pocas horas, aun así tenía ganas de llamarlo y volver a preguntarle todo. Pero no lo hice. Estaba abusando de mi hermano menor, solo porque era pequeño, y porque obviamente sospecharían menos de un niño jugando entre los árboles que de un adulto de pelo largo y facha de croto como yo. Volví a repasar mentalmente toda la información que me había brindado: Julieta salía de la casa sola, aun estando Enzo. Eso resultaba sospechoso, ya que ella no andaba sola fuera de su casa, y si lo hacia siempre era en compañía de ese pelafustán de novio. ¿Y que estaba haciendo Enzo? Era probable que durmiendo como un tronco. Pero lo más sospechoso de todo era la rubia que había aparecido de la nada. Eso era raro, muy raro. Se había dicho amiga de Sofía, pero eso está lejos de ser cierto. Tengo toda, todísima la información del caso y por la descripción de mi hermano, y después de mostrarle algunas fotografías que me consiguió el jefe, llegamos a la conclusión de que no se trataba de ninguna de ellas.

    La luna estaba completamente oculta, la oscuridad fuera era absoluta y la brisa cálida del verano regalaba una noche preciosa. El bosque me cubriría las espaldas en caso de salir a investigar. Necesitaba saber de que iba la cosa en casa de Julieta. Era una estupidez desconfiar de ella, pero algo raro tenía. Siempre que pasaba algo ella de seguro estaba enredada. O eso o tenia una malísima suerte. Y esa rubia era algo extraño. Mi hermano no es mentiroso y nunca exageró en lo absoluto ninguna situación. Si el decía que había aparecido de la nada, decía la verdad. Y solo los brujos podían hacer esas cosas. Milo había escuchado la historia y la moma de Julieta se había tragado el anzuelo de una. El día que esa chica se avive va a estar con la soga al cuello. Por lo tanto si un brujo se tomó la molestia de ir a visitar a Julieta, es por algo importante. Los brujos no se acercan a los humanos, a menos que sea algo de vida o muerte. Más de muerte diría yo. Y la verdad que pensar que Julieta puede terminar mal herida en cierto modo me preocupa. Estoy empezando a sospechar que detrás de ella o con ella pasa algo. Lo de la piedra de mamá fue la prueba. Solo los brujos pueden detectar energías, si ella es bruja, entonces estaba fallada o algo así. No sé qué es esa chica, pero es mi trabajo averiguarlo, y si pretendo lograrlo, mínimo la tengo que mantener viva.  

-¿Vas a algún lado? –Milo tenía la sábana tatuada en la cara. Ahogué una carcajada.

-Quiero saber como esta todo en casa de Julieta –me abroché la campera de cuero. Ya me quedaba chica.

-No te conviene ir solo. Podría cuidarte las espaldas… -comenzó a buscar su ropa.

-¡No! ¡Quiero que te quedes a esperar a papá! ¡Y que le cuentes todo cuanto me dijiste a mí!

-¡Podemos contarle después! –protestó.

-No, quiero que hable con el jefe lo antes posible. Algo raro pasa con esta mina. – tomé el gorro de lana negro y me dispuse a salir.

- Por eso no deberías ir solo –me empujó.

-Sé lo que hago. –Bufé –no va a pasarme nada, no creo que la bruja este rondando. Si Julieta le creyó la historia no necesita estar cerca, solo tiene que esperar en su cueva a que Julieta se entregue servida en fuente de plata.

-¿Querés encontrar el papel que ella le dio? ¿A eso vas? Te recuerdo que esta con Enzo. ¿Cómo vas a hacer?

    La idea no era ir en busca del papel, pero quizás Milo me acababa de dar una idea. Que por supuesto no le iba a compartir.

-Ya me las voy a apañar.

- A papá no le gustan los secretos, ni actuar sin que se lo preguntes. Se va a poner insoportable.

-Milo –detestaba que siempre tuviese razón. ¿Acaso nunca había actuado sin pensárselo? ¿Era realmente un niño o que demonios le pasaba? –creo que te arruinamos la infancia.

  Y en verdad lo creía. Ese chico nunca había sido inocente. Desde que estaba en pañales nos veía actuar en matanzas, buscando estrategias, limpiando de nosotros la sangre de otros. Lamentaba eso, lamentaba ver a un adulto detrás de sus pupilas de niño. Mamá había tratado de separarlo un poco de ello, que al menos él pudiese en cierto modo vivir una vida medianamente normal. Yo debí de continuar con esa tarea, pero sin duda había fracasado rotundamente.

-Me gusta lo que hago Matt –replicó.

-Ya lo sé. Déjame hacer esto solo. ¿De acuerdo?

-¿Por qué? – se cruzó de brazos.

-Porque se lo debo a mamá. Le prometí que te iba a cuidar, y eso es lo que intento.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.