Julieta quiso quedarse

Julieta

   Revolví con el tenedor los restos de tarta de queso que aún quedaban en mi plato. Tenía el estómago resentido de los nervios que había pasado la noche anterior. No sabía cómo había logrado conciliar el sueño, y menos con Enzo tumbado junto a mí, procurando que me quedase tranquila. Que locura.

   Enzo me había arrastrado de nuevo a casa asegurándome que nada iba a pasarme. No entendía como podía estar tan seguro de eso. La imagen de la chica no paraba de darme vueltas en la cabeza. Era tan irreal, tan aterrador que de a ratos me tenía que pellizcar para comprender que era cierto y no parte de una larga pesadilla.

  Por otro lado no creía para nada en la explicación que Enzo y el padre de Matt me habían dado. Si me tomaban de tonta estaban más que equivocados. Le había creído a Enzo el día en que llegó a casa acongojado por la decisión de la federal de caratular el caso como sobrenatural. Pero él no lo había compartido en ese momento y jamás me había comentado que creyese en nada de eso. ¿Cómo de buenas a primeras sabe que a los aparecidos hay que salir a cazarlos? ¡Era de locos!

-Tenés que comer Julieta –Enzo tomo mi mano helada entre las suyas –no podes estar sin probar bocado después de todo lo que ha pasado. Necesitas mantenerte fuerte.

-Enzo ya te explique que no me pasa nada por la garganta. No quiero seguir forzándome a comer.

- Hoy voy a llevarte con tus padres. No quiero que sigas corriendo ningún riesgo en este maldito lugar. –besó mi mano y apartó los platos de ambos.

-¡No quiero que mis papás sepan de que va la cosa acá! ¡Van a preocuparse y además no van a creernos! ¡Y si esa cosa me sigue a mí, preferiría que lo haga acá y que a mi familia no le pase nada!

-¿Qué propones? –soltó mi mano y se recostó en la silla. 

-¡Propongo que me digas que maldita cosa sucede en este pueblo! –lo encaré. Enzo esquivó mi mirada y volvió sus ojos al plato de comida.

-Ya te dije lo que se Julieta. Soy un oficial de policía no un investigador paranormal. Lo de ayer fue solo cumplir con el procedimiento que nos ordenó la federal. Eso es todo. ¡No tengo idea de qué demonios es eso que vimos! –trató de sonar calmado y convincente pero no le salió bien.

-No te creo –bufé –Y deberías decírmelo –sus ojos destilaron rabia –no parecías sorprendido ante todo lo que pasaba. Como si hubieses enfrentado a esa cosa muchas veces antes. Lo mismo para Matt y los suyos ¿De dónde surgieron esas armas?

-¡Yo me pregunto de dónde salió la indefensa Julieta disparándole a una especie no identificada! –su mirada fiera me atravesó. Sus ojos verdes parecían pequeñas antorchas.

-¡Alguien tenía que poner a esa cosa en su lugar! –me arrebujé en mi lugar. Sabía que lo que había hecho rozaba la estupidez. Pero en ese momento me parecía lo correcto.

-¿Qué te hace pensar que habiendo seis hombres armados, eras vos la encargada de devolver a su tumba a la chica? –se paró y caminó hasta situarse junto a mí.

-¡Hice lo que sentí en ese momento! –esquivé su mirada inquisitiva.

-¡No podes Julieta! ¡No podes! ¡Sería un caos! ¿Entendes?

   Me levanté de la mesa y me dispuse a limpiar. La cocina era un verdadero asco. Aparte tendría un motivo para centrar mis energías, unas que no tenía, pero no pensaba echarme a dormir y despertarme con esa cosa al lado mío.

-Tampoco puedo vivir sin saber que ocurre en este lugar. –Lo miré a los ojos, mientras acarreaba cosas a la mesada –me da terror, pero tampoco puedo largarlo todo y dejar mi casa a la suerte de un fantasma.

-Julieta, nadie sabe bien de qué va la cosa –su voz suave ahora parecía una caricia –pero al menos cuidémonos entre nosotros. Por favor. –suplicó.  

-Está bien, pero no me dejes al margen. Detesto que no me digan las cosas como son –dejé lo que llevaba y acepté su abrazo. Estaba tibio.

-Voy a serte sincero. Pero prométeme que vas a creer lo que te diga.

-¿Por qué no iba a hacerlo?

-Muchas cosas Julieta, son un tanto descabelladas para la mentalidad del mundo actual –enfocó sus extraños ojos verdes en mi rostro. Recorrió cada parte y luego se detuvo en mis ojos –pero confío en que puedas entender.

-¿Querés decirme algo?

-En cuanto sepa más de todo esto voy a hacértelo saber. – sonrió y quise creerle.

-Entonces prometo creerte.

 

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