Julieta quiso quedarse

Blaz

   Blaz no estaba convencido. Su hijo era un creído, como todos los novatos con poder. Miró a Amara, ella tampoco estaba segura del chico, pero al menos lo disimulaba más. Las cosas con Julieta se le estaban yendo de las manos delante de sus narices y él ni cuenta se daba.

-¡Julieta volvió a su casa conmigo! ¡Ella creé en mí! –Enzo tomaba vino y revolvía su pelo. Estaba nervioso. La bruja amiga de su padre lo miraba demasiado fijo y era algo que detestaba.

-Enzo no sé si estas consciente de esto –Blaz le quitó la copa de las manos –quizás fue mucho hacerte este encargo. No vas a poder con todo.

-¡Claro que sí! –Rugió –¡ella está en su casa ahora leyendo alguna bobada y va a esperarme con la cena! ¡Ya conseguí un lugar para los lobos y para ese tal John que trajiste a este lugar con la prima muerta! ¿Y adiviná qué? ¡Lo hice solo!

  Los brujos lo contemplaron impasibles.

-¿Qué hay de la mujer que está pasando la tarde con tu novia?

 Enzo se quedó lívido.

-¿Qué mujer? –Caminó en derredor del sillón en el que momentos antes estaba tumbado – ¿Blanca? –preguntó con suficiencia.

-¡No! ¡La rubia que tu novia llevó a tus espaldas a su casa y de la que por alguna razón no sabemos nada! ¡Aunque claro, esa rubia sí se parece a alguien que conocemos idiota! –Blaz lo apuntó con un dedo, que pareció un puñal en el cuerpo de Enzo.

  Enzo los miró de hito en hito. Hiperventilaba. Los brujos seguían impasibles.

-¿Lo ves? –Dijo Amara al fin – ¡No podes con todo! ¡Tú misión era ella! ¡Debías habernos delegado lo de los lobos a nosotros1

-¿Ustedes? ¡Eso sí que no! ¡Lo único que han logrado es desbaratar el poder de Julieta! ¿Y para qué? ¡Para arruinar su vida claro!

  Un incómodo silencio se interpuso entre sus miradas desafiantes.

-¿Estás enamorado de ella Enzo? –su padre tenía la mirada más fría que el hielo.

-¿A qué viene eso? –Rugió y pateó la mesa ratona, el vino espeso cayó como sangre al suelo -¡Que ella asesine a la gente del Consejo va a arruinarla!

-¡No tiene por qué darse cuenta! –musitó Amara –solo utilizaremos su poder.

-No, no van a hacer eso –Enzo estaba rojo de ira.

-Hijo –Blaz sonó suave. Eso solo podía significar peligro –cuando me demostraste estar preparado para esto te expliqué que no sería fácil, y te recomendé no involucrar tu persona con Julieta.

-¡Papá, ustedes hagan lo que quieran con el Consejo! ¡Pídanle ayuda a los licántropos! ¡Pero no van a hacerle daño a Julieta! ¡Si la necesitan a ella va a ser cuando lo sepa todo y sabiendo que no va a correr riesgo alguno!

-Está bien –Amara relajó el cuerpo y se acercó al muchacho –ella no va a sufrir.

  Enzo no creyó ni una sola de las palabras de la bruja y para sus adentros tomó una firme determinación. Había estado durante días dándole vueltas al asunto. Ahora no le quedaban dudas. Él tenía su plan. Desde que había conocido a Julieta sus planes se habían ido minando de a poco. Su padre había sufrido toda su vida por no poder estar junto a quien amaba. A él no le pasaría lo mismo. Aunque tuviese que esconder su verdadera naturaleza toda la vida.

-En cuanto te necesitemos vamos a llamarte –su padre rebuscó con una parsimonia que le puso los pelos de punta otra botella de vino en la alacena –no descuides a tu novia.

   Enzo se giró y abandonó la casa como alma que lleva el diablo. Claro que no la descuidaría.

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