Julieta quiso quedarse

Senta

     Senta se restregó las manos, pero no porque tuviese frio. Aunque en esa habitación, la de los hechizos, como ella misma la había bautizado, en verdad lo hacía. La hechicera caminó una vez más recorriendo con los ojos nublados por el miedo cada grimorio y cada brebaje. Revisó de nuevo las donaciones. Faltaban cuatro: la de Blaz, Enzo el brujillo insoportable, la de su querida Amara, y eso si era de no creer, la suya propia.  Algo andaba mal, peor que mal. Y lo peor es que ya no podría hacer nada más por retrasar el desastre final. Tendría que avisar al Consejo de la desaparición de Amara. Iría directo al calabozo del sótano. Quizá a Am le sucediese algo grave y ella no había dado el aviso a tiempo. Pero la ayudante, estaba segura de que a su amiga no le había pasado nada. Conociéndola sabía que ella simplemente se había ido y no quería que la volvieran a encontrar. No pudo evitar sentirse herida. Una amistad de tanto tiempo, en ese caso no había valido para que la bruja le confiara a su ayudante los planes que tenía. Rebuscó otra vez, algo tendría que hallar. Quiso creer que Amara le habría dejado algo antes de marcharse para que ella y solo ella pudiese hallarla de nuevo, o quizás escaparse también.

-¿Qué era lo que hacías el día que te fuiste? –musitó para sí misma. Rebuscó en su mente y recordó a la bruja renegando con unos hechizos que hacía días no le salían –Eran simples –entonces entendió que a su más antigua amiga le había pasado algo todo ese tiempo, y ella, la persona que más la conocía después de Blaz, no se había dado cuenta. Sintió culpa y desesperación.

-¡Senta! –llamó Aubrey. La chica estaba parada en la puerta de la sala y no se decidía a entrar – ¿Qué te pasa?

-¡Nada, estaba buscando algo! –mintió.

-¡Tenés cara de que algo malo pasa! –Aubrey se acercó estudiando el rostro de la ayudante.

-Sí, es malo que se me pierdan ciertas recetas –dijo esquivando la mirada de la joven.

-¿Dónde está Amara? –Preguntó sin desconfianza -hace días que no me la cruzo, casi que estoy extrañando sus reprimendas.

-Supongo que ha salido –miró a la chica y supo que no desconfiaba lo más mínimo. A Aubrey le hubiese dado lo mismo cualquier cosa. Lo único en lo que se enfocaba era en su vida adolescente y en tratar de persuadir a sus padres para que la regresen a la ciudad y a los amigos que se había visto obligada a dejar.

-Bueno –se giró sobre sus pies y se encaminó a la puerta –solo venía para decirte que acaba de llegarte un paquete de casa de Blaz. Quiere el jefe –revoleó los ojos –que lo retires cuanto antes de la entrada.

  Senta sintió que una revolución se desataba en su cuerpo y casi dejan de sostenerla sus propias piernas.

-De acuerdo –trato de parecer natural, pero estaba actuando raro. Nerviosa y Aubrey ya lo había notado.

-¿De veras estás bien?

-Si Aubrey –sonrió forzadamente –ya te dije que me molesta perder ciertas cosas – si la chica seguía así de un momento a otro estallaría y ya nada podría mantenerse en secreto.

-Está bien –dijo la hechicera y salió de la habitación ya con su atención totalmente centrada en su móvil.

 

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