Julieta quiso quedarse

Clara

  Clara olisqueó el aire una vez más. El perfume de su prima aún flotaba en el aire. Fresas. Como cuando pequeñas. Ella había seguido conservando aquello, seguía usando el perfume que ambas adoraban. Una mezcla de tristeza y alegría se fundió en su estómago y todos sus recuerdos se alborotaron en un torbellino de luces frente a sus ojos.

-¡Diablos Clara! –masculló John a escasos metros –la magia no te ha abandonado. Puede que Blaz tenga razón. 

-Puede ser –Clara no había dejado de esperanzarse en lo que el brujo les contara en su visita de la tarde anterior.

-¡Es! –Afirmó el licántropo mientras se acercaba sin hacer el más mínimo ruido al pisar – ¡vi las luces!

  Clara se sobresaltó y lo miró buscando en sus ojos alguna cosa que le indicara que mentía. Pero tenía que ser cierto, ella había visto las luces y creyó que era parte de la excitación que le producían los recuerdos. Pero si él había sido capaz de verlas, entonces ya era otra cosa. 

  Recordó las palabras del brujo. Él les había contado como su hijo, Enzo, había muerto en las garras de un Gefallen años atrás, junto con su madre. Había regresado en sí como Clara lo había hecho, vuelto un licántropo de la peor categoría. Despiadado y asesino. Blaz había tenido que recurrir a sus más grandes tretas para que nadie descubriese lo que le había pasado a su familia y para lograr regenerar a su bienamado hijo.  La magia que Enzo tenía en su interior, le había devuelto su figura y apariencia normales, sus hábitos alimenticios normales y su vida. Blaz había tenido mucho que ver en eso y aseguraba que con Clara sería más difícil pero no imposible. Enzo había tenido la ventaja de saberse brujo de chiquito, no así Clara y Julieta.

   Clara cerró los ojos y sacudió la cabeza como queriendo borrar todo desde el comienzo. Y solo dejar intacto aquello de lo que estaba segura. De su infancia junto a las personas que más había amado. Todo lo demás solo podía pertenecer al mundo de las pesadillas. En cuanto volvió a abrir los ojos, sintió que la decepción la embargaba de nuevo.

-¡No entiendo porque estas amargada Clara! –John le hizo señas de retirarse. Habían montado guardia gran parte de la tarde. Julieta estaba a salvo ahora que Enzo descansaba a su lado –Blaz afirmó que podés regenerarte, que podés volver.

-John, no puedo volver a mi casa. Eso mataría a mis padres. Los destruiría ¿Entendes? Ya se acostumbraron a mi muerte.

-Es una bobada –la miró de soslayo, mientras avanzaban a tientas en dirección a la casa de la ex cazadora – ¿Puedo darte un consejo?

-Claro –masculló.                                                     

-Nunca dejes de intentarlo por las personas a las que amás. Sé que es importante cometer ciertos errores en la vida –la miró y lamentó el no haber tenido a nadie para que se lo dijese a él años atrás –pero no dejes ir a aquellos que te hacen feliz, eso es lo único que no tiene perdón de ningún tipo. Es mejor arrepentirse de lo que has hecho, que de lo que nunca intentaste por miedo.

-¡No puedo John! ¡Al menos por ahora no puedo hacerlo! ¡Más allá de que tengas razón, toda la razón del mundo!

 

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