Julieta quiso quedarse

Julieta

   Enzo se desvestía pausadamente en las sombras de la habitación. Hacía al menos dos horas habíamos terminado de cenar, y por fin nos estábamos acostando. Estaba molida. El estrés de esos días hacía mella en mí cada vez más. Cada tanto pensaba que la cabeza me iba a explotar o algo así. Era una especie de máquina que no me dejaba en paz ni siquiera en sueños. Me froté las sienes. Tenía que dejar de pensar.

    Afuera la brisa cálida de un verano que iba en retirada mecía las hojas de los árboles, creando una especie de melodía suave y delicada. Había dejado la ventana entornada mientras ambos estuviésemos despiertos para que corriera el aire y la densidad del ambiente se disipase un poco. Días de encierro habían vuelto la casa una especie de prisión irrespirable.

-Me sorprende que no te haya molestado ni un poco que trajera a Emma a vivir con nosotros. –comenté sin abrir los ojos mientras proseguía mi masaje.

-¿Por qué iba a molestarme? –Enzo avanzó hasta la cama y se metió en ella, junto a mí. Sus pies fríos se enroscaron en los míos.

-Supuse que lo haría. Apenas la conocemos y eso. –lo miré y no vi expresión alguna en su rostro.

-Sí pensabas eso ¿Por qué ni siquiera me lo consultaste Julieta?

Se avecinaba una pelea. Y él la ganaría.

-¡Ya sé que tenés razón, pero no podía dejarla sola con este panorama! ¡Es todo muy loco Enzo! ¡Míranos! –Me incorporé – ¡estamos a punto de echarnos a dormir! ¡Ni siquiera sé cómo lo hago, no después de todo lo que ha sucedido!

-No estoy enojado ni nada de eso, porque sé que lo hiciste por una buena causa. Es cierto que no la conocemos, pero parece inofensiva. –Hizo una pausa –De todos modos le puse pasador a nuestra puerta, y hay sensores en el pasillo. –sonrió.

  Mi cuerpo se relajó. No tenía ni fuerzas ni ganas para pelearme con él. Pensé en Emma tan delgada, delicada y pausada, y no pude verla como una psicópata o algo por el estilo. Casi me hecho a reír como una loca. 

-Gracias –musité.

-Es tu casa Julieta. Supongo que si no me gusta algo, tengo mi departamento.

-Ya lo sé. Igual agradezco que estés acá conmigo –lo rodeé con mi brazo y descanso su cabeza sobre mi pecho.

-De todos modos –me miró con el entrecejo fruncido –si queremos que nuestra relación progrese, deberíamos hablar sobre tu inclinación a hacer siempre lo que se te ocurra sin consultármelo. Más todavía cuando te ponés absurdamente en peligro.

-¡De acuerdo! –dije. Reconocía que él tenía toda la razón del mundo. Y lo peor es que no sabía cómo iba yo misma a poder controlar mis impulsos de hacer siempre lo que se me pegaba la gana.

-La semana que entra me dan mis vacaciones –me miró nuevamente y vi intención en sus ojos –quizá podríamos viajar a algún sitio.

   Sopesé mi respuesta unos segundos. No quería que pensara que no estaba dispuesta a viajar a solas con él. Sin embargo ahora Emma vivía con nosotros y me parecía que dejarla allí, después de la promesa de ayudarla en lo de Sofía era casi una burla.

-Me gustaría tomar unas vacaciones con vos –acaricié su rostro –pero no sé si este es el momento ideal para hacerlo.

-Emma podría venir con nosotros –musitó.

  Su respuesta me desconcertó. Presentí que algo se me escapaba y no sabía que era. El calor de los nervios poniéndose alerta me reptó por las piernas.

-Si no te molesta –balbucí y lo miré para comprobar que había escuchado bien y no me lo había imaginado. Además no me parecía del todo lo correcto.

-Para nada –afirmó –de veras Juli que quiero que entre nosotros todo este bien. Nunca había estado más enserio con alguien.

-Yo tampoco –Confesé. Si bien había tenido parejas antes, nunca había convivido con una, eso contaba algo. Más allá que Enzo estuviese conmigo más que nada por seguridad. Sentía que el calor trepaba por mis mejillas alborándolas. Siempre que tenía que hablar de algo importante me pasaba. Me delataba –está bien. Tomémonos unos días.  

   Enzo sonrió y me besó. Al cabo de un rato cuando lo supe dormido, solté todo el aire que había estado acumulando. Quizás tuviese razón en el hecho de que deberíamos irnos, pero llevar a Emma era todo un rollo. ¿Aparte por qué iba a aceptar ella irse de vacaciones con dos desconocidos? Cuanto más pensaba la situación más rara se tornaba. Se suponía que la que complicaba las cosas era siempre yo, y ahora él, el chico correcto y realista salía con tal disparate.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.