Julieta quiso quedarse

Enzo

-¡Pssst! –Emma estaba sentada leyendo en el sofá del living. Que descarada.

-¿Cómo se te ocurre aparecerte así en la casa de mi novia? –La tomé del brazo y casi se cae de la sorpresa –dejaste que mi padre y su amiguita te vean.

-¿Cómo se te ocurre ponerme las manos encima de ese modo? ¡Julieta está en la casa! –respondió con una paz insondable. Ya la conocía, Era una cínica cuando se lo proponía.

- ¿Te mandó mi papá?

-No –me miró. La conocía y sabía que no mentía. Estaba ahí por votus propio. Y eso me aterraba.

-Me parece muy arriesgado –giré sobre mis talones y enfilé a la puerta para cerrarla.

-Enzo –llamó y no pude no quedarme clavado al suelo. Giré y la enfrente –Estoy acá porque ella está desprotegida. Y una madre no deja a sus hijos solos. Ya perdí a una. No voy a perder a la otra.

-¡Clara está viva! –dije.

-Es un licántropo. Ya no posee el mismo poder que Julieta. Es igual a vos. 

-¡Lo único que te pido es que seas discreta! ¡Anoche había cazadores custodiando la casa! ¡Nos tienen en la mira!

-Dos cazadores no son un problema para mi Enzo. Me he enfrentado a cosas peores. –se levantó y camino hacia mí. Todo posible rastro del juvenil personaje había desaparecido de su rostro. A través de su cara de porcelana casi podía ver los incontables años que tenía. –Sé que la querés –susurró –no dejes que ese amor te haga hacer cosas estúpidas. No es de mí que tenés que tener cuidado, el de los planes ambiciosos es tu padre.

  Sentí que una rabia irrefrenable me subía por el pecho e hice acopio de toda mi fuerza para no abalanzarme sobre ella. Sabía que tenía razón. Tenía toda la razón, y eso me hacía sentir amenazado. Tener que convivir con la mismísima Roderica era fuerte para cualquiera.

-Está bien –acepté. Y dejé que todo el aire que me inflaba los pulmones saliera.

-No voy a quedarme mucho tiempo Enzo. Solo hasta que me asegure de que mi pequeña está a salvo.

-¿Cómo es eso de estar segura? En un mundo como el nuestro siempre caben los riesgos.

-Algún día van a dejar de existir tantos riesgos –comentó.

     Pensé en retrucarle y de hecho iba a hacerlo, cuando un pensamiento se introdujo entre los otros de un modo tan aplastante que me dejó sin aliento. Sabía que ella me estaba mostrando algo y no pude no verlo.  Las imágenes se abrieron paso frente a mis ojos. Todo mi cuerpo casi sufre una convulsión.

-No van a seguir siendo una amenaza querido –dijo y sonrió.

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