Julieta quiso quedarse

Amara

   Amara recorrió una a una todas las ventanas de la casa. Registró con sus sentidos las energías que rodeaban la mansión y no detectó nada alarmante. Solo la presencia de John llenaba el espacio. La bruja sabía que estaba encaramado al el árbol que se situaba delante del ventanal de en frente de la casa. Él estaba allí, pero al mismo tiempo estaba en todos lados, como si de una fragancia se tratase. Ya era pasado el mediodía. El tiempo se hacía extremadamente largo a veces.

   La bruja se sentía más tranquila con él cerca, aunque los sentimientos se revolucionaran dentro de su cuerpo y las mariposas dormidas desde tanto años remontaran de nuevo un vuelo frenético.  Prefería eso, a saberse sola.

   Volvió a la habitación donde estaba Clara. Se sentó a su lado y tomó una de sus enormes manos. Manos de licántropo Gefallen. Sintió que una rabia arrolladora le consumía el estómago.  No podía creer que esa niña preciosa se hubiese convertido en aquello. Miró a Aubrey que dormía junto a Clara inducida también por un hechizo. Estaba pálida y fría, pero no faltaba mucho para que recuperase el conocimiento. Amara esperaba que la supuesta Emma regresara a tiempo, no iba a saber qué hacer si esa chica loca se despertaba y lo primero que veía era su rostro.

   El plan de Emma era ambicioso, demasiado quizás. Pero ojalá tuviese suerte. Ojalá. La bruja se frotó las sienes y pensó de nuevo en los aliados que la legítima había logrado hacer. Indiscutiblemente había corrompido los bandos. Todos ellos. Tenía cazadores, brujos y licántropos a disposición y luchando francamente junto a ella. Amara se sintió cansada, y por primera vez en cientos de años comprendió que ya había vivido demasiado como para que le quedase alguna esperanza de poder cambiar las cosas. No entendía de donde sacaba las ganas de una revolución su madre a esas alturas. Pero sí sabía, que cuando tomaba una decisión, era definitiva. 

Sintió ruidos en la cocina y automáticamente percibió la energía poderosa y huidiza de Blaz.

-Am –la llamó –tengo que decirte algo.

   La bruja caminó lentamente a su encuentro. En esos días habían estado al borde de destruirse uno a otro. Los nervios generan peleas, más entre los brujos.

-Te dije que no quería que me molestaras mientras estoy acá. Aparte pueden verte.

-Am no es tiempo de idioteces ¿Vas a entenderlo en algún momento?

-¡Lárgalo ya!

El brujo tomó aire. Amara no sabía aún después de tanto tiempo cuando decía la verdad y cuando no.

-Julieta lo sabe.

  Amara sintió calor trepándole por el pecho y la garganta. En un primer momento no supo que pensar de eso que Blaz le decía. No quería creer que fuera cierto. Julieta no tenía que enterarse de nada.

-¿Qué? –murmuró con voz rota.

  El brujo agachó la cabeza y Amara pudo ver que un destello de culpa e ira bailó en sus ojos, los que trataba de ocultar. La bruja se acercó y agarró el brazo del brujo incitándolo a que la miré.

-Enzo le contó la verdad. Tenías razón.

 

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