Julieta quiso quedarse

Roderica y sus 49 legítimas

   Las cincuenta legítimas se habían hecho con el absoluto control de la convención. No había sido tarea fácil el recuperarse del último ataque. Habían tenido que recurrir a la última de las instancias, la más humillante de todas: Fingirse muertas. Los hechiceros, lo había planificado bien, demasiado para lo que habían demostrado hasta el momento, habían tenido ayuda, cabe aclarar, de un par de brujos muy cercanos a las legítimas y de su creación los cazadores.

    Las brujas recordaban con dolor más que con odio, como habían destruido y saqueado sus guaridas subterráneas de Amarna, sus lugares sagrados en los antiguos bosques celtas, como habían robado sus pertenencias más valiosas y quemado otras. Lo único bueno de todo aquello que había sucedido, era que el botín robado ahora podía ser recuperado. Los hechiceros habían conservado con sumo cuidado las pertenencias de las brujas. Si bien ninguno de ellos había sido preparado para entender la mayoría de los escritos en los grimorios, o el funcionamiento de los diversos objetos mágicos, no habían perdido la esperanza de lograrlo a lo largo de los siglos. De allí la idea de unir a todos los hechiceros y brujos vivos en un solo equipo. Quien tuviese un conocimiento, se vería obligado a compartirlo. Amara había tenido que servir a la dichosa convención, descifrando todo tipo de grimorios, cada vez más difíciles. Había ocultado la mayoría de los hechizos poderosos y la correspondencia entre brujos y primigenios antiguos, como así también los primeros experimentos de aquellos que los habían implantado en este planeta hacía ya demasiados años. Los hechiceros, más allá de sus incontables esfuerzos para llegar a conocerlo todo, carecían de lo principal: manejo de lenguajes antiguos. Se habían enfocado en encontrar robar, matar y quitar objetos, sin tener en cuenta nunca, que el mayor tesoro no puede quitarse, solo aprenderse. Por lo tanto, Amara había logrado esconder de los hechiceros expertos en latín todo aquello escrito en lenguas tan viejas que ya no poseían nombre, así como también en sanscrito y arameo. Y eso era, francamente, un gran éxito.

-Deberíamos comenzar mañana con esto Roderica –la legítima más cercana a la gran bruja parecía preocupada.

-Si –dijo volviéndose a ella como de una ensoñación –deberíamos, pero antes esta Clara.

-Podríamos ocuparnos más libremente de ella en cuanto los hechiceros estén fuera de combate. –retrucó.

-Mañana doy la orden para que nuestros lupis ataquen las demás residencias del país.

-¿Y este lugar? –la legítima ya sonaba molesta – ¿Vamos a esperar acaso a que los hechiceros logren despertar del hechizo de ensoñación y vuelvan a intentar matarnos?

-No van a hacerlo –se volvió de nuevo a su compañera, la incredulidad de ella llenaba sus ojos –mañana vamos a invocar la magia de Julieta, ella no permitirá que despierten. Su magia no tiene un fin, no puede agotarse o romperse como la nuestra.

   La otra abrió muchísimo los ojos. Roderica les había ocultado demasiada información. Aun así eran buenas noticias. Con Julieta serían invencibles.

   -¿Eso no es un peligro ahora mismo? –preguntó con un dejo de temor. Ahora que se sentía libre, no deseaba volver jamás a las sombras.

   - Quizás lo sea un poco. Pero no hay de que alarmarse, volvemos a tener el control sobre estas ratas.

   - ¿Estás segura de que ello no dañaría la humanidad de Julieta?

   -Ella no es humana esencialmente, solo lo es en apariencia. Su sangre es pura magia. Hemos creado una versión terrestre de primigenio.

   Su compañera guardo silencio por un par de minutos eternos.

   -¿A dónde querés llegar? –dijo al fin.

   - Ellos no van a volver –Roderica suspiró –ya cumplieron con todas sus obligaciones aquí, y han podido comprobar que nosotros los humanos no logramos entender lo esencial de la vida.

  - Entiendo que estamos haciendo todo esto para recuperar el control y devolver un poco de paz a este mundo. Nuestras compañeras creen que eso los traerá de nuevo.

  -No quiero desilusionarte querida amiga –Roderica tomó entre las suyas las manos de su amiga –pero ellos no regresarán como antes. Siempre pensé, que quizás nunca se fueron del todo, que se esconden entre las sombras y nos ven, nos escuchan.

-Hablas como los humanos –dijo la otra y sonrió, pero sin poder ocultar una repentina tristeza.

-En el fondo lo soy –la miró directo a los ojos –lo somos.




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