Julieta quiso quedarse

Julieta

  Matt llevaba horas sentado en el porche de la casa. Quería animarlo de alguna manera, pero no se me ocurría nada. Era obvio que estuviese así. Su familia completa por una u otra razón ya no estaba.  Y en parte eso era culpa mía. Alain y el resto de los licántropos se habían ido detrás de Milo sin mediar palabra, y Enzo estaba desaparecido desde la mañana. Aunque yo intuía que debía estar con Emma, Roderica o como sea que se llamara. Me restregué los ojos. Nada de esto debía ser real. No podía ser real. Pero por mucho que eso me costara, así lo era. Observé mis manos con detenimiento. Aquellas partículas minúsculas blancas y brillantes seguían allí, desde el día en que el tal Blaz había aparecido en mi cocina. Danzaban en la palma de mi mano, y si me concentraba seguían el patrón que mentalmente les indicara. Increíble.

-Es increíble lo que puede lograrse con magia –la voz me sobresaltó no solo porque la desconocía, sino por la cercanía. No recordaba haber invitado nadie.

   Me giré en redondo y contemplé la pequeña figura que se hallaba parada en mi cocina. ¿Acaso los brujos no sabían llamar a la puerta?

-¿Quién sos? –dije, y no soné amistosa. Sus ojos se abrieron increíblemente y observaron mis manos. Solo ahí me di cuenta de que en una de ellas se formaba una esfera brillante y que estaba apuntándole a ella. De inmediato la bajé y miré estupefacta que ante mi miedo la esfera desaparecía.

-¡Lo siento! –dijo disculpándose –¡no quería asustarte!

-¡Podrías haber llamado a la puerta si no querías hacerlo –me oí decir de muy mal modo!

-Soy Senta –dijo amigablemente y me extendió su mano.

-Y yo Julieta. –la saludé después de dudarlo unos instantes y noté que su ser vibraba bajo el contacto de mi piel con la suya. Supe que también poseía magia, aunque una muy distinta a la mía.

-Sí, nuestra esperada salvadora.

-¿Su qué? –casi grité, y luego por poco me echó a reír.

-¿Qué pasa Julieta? –Matt entraba a las zancadas a la cocina y se quedaba también mirando a la intrusa. Nos había oído hablar.

-Esta mujer piensa que soy una salvadora –ante mi sorpresa Matt no se sorprendió.

-¿Qué hace usted acá? –preguntó Matt.

-Vine a buscarlos para llevarlos a un lugar.

-No vamos a acompañarte a ningún lado –dijo Matt.

-¡Si lo harán! –Enzo apareció desde detrás de la mujer –¡es más necesitan hacerlo!

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