Julieta quiso quedarse

Matt

   En cuanto el noviecito de Julieta empezó a decir que debíamos ir a casa de Sofía, ella había empezado a gritar que estaba loco. Julieta estaba pasada de nervios, y no era para menos. Al cabo de un rato, Enzo pudo calmarla junto con la pequeña mujercita esa que se decía llamar Senta. Parecía buena, pero su nombre, francamente era horrible.

  Por mi parte no estaba ni pizca de acuerdo, menos cuando Enzo no quería soltar prenda del motivo de ir a casa de mi antigua compañera. Que según mis cálculos andaría cazando con los demás lobos algún animal para comer. No me cabían dudas de que ahora la polémica cazadora que nos había metido en este lío era un lobo.

-¡Espero que tengas un formidable motivo para traernos hasta acá! –decía Julieta mientras avanzaba a las zancadas apartando arbustos. La mujer pequeña la miraba como si contemplara al mismísimo dios.

-¡Lo tengo! –Refunfuñó el poli –¡Créeme que la tengo, no te expondría de lo contrario!

-Apuremos el paso –pedí, no solo porque estaba harto de oírlos discutir durante todo el trayecto, y también en casa de Julieta, sino porque mis sentidos no serían tan animales como los de Enzo, pero estaba seguro de que nos vigilaban.

-Sí –dijo el poli –Julieta y Senta apuren el paso, lleguen primero.

  Senta guió a Julieta entre las últimas ramas y se adentraron en la propiedad.

-¿Qué sentís? –le dije a Enzo que olía disimuladamente el aire. Julieta aún no sabría que había sido un lobo caído.

-Cazadores –farfulló –entremos a la casa, tengo que avisar a Madre.

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