Julieta quiso quedarse

Amara

   Desde pequeña, la bruja había temido al encierro, a morir ahogada, asfixiada u olvidada. Podía pasarle cualquier cosa, todo era preferible al encierro. Y por más que había pasado por cientos de situaciones que habrían acabado con su vida, en demasiadas oportunidades, aún le tenía miedo a los espacios cerrados, que las más de las veces la habían salvado. Y ahora, sola con John en esa habitación, se sentía desfallecer. No faltaba el aire en ella, pero su cercanía no la dejaba respirar normalmente. Su perfume a pino y flores salvajes despertaba unas mariposas que intentaba apaciguar, inútilmente.

  -¿Estás nerviosa? –preguntó el lobo.

  - ¿Acaso vos no? –acomodó su sweater. Era la primera vez en toda su vida que llevaba jeans y sweaters. Jamás había accedido a la ropa humana, y esta propiciaba aún más esa sensación de encierro.

  -Blaz salió a ver a su hijo, va a volver en minutos. –dijo, aunque sabía que Enzo se había marchado hacía rato.

  - No es por Blaz –refunfuño la bruja.

  -¿Entonces? –dijo acercándose a la bruja.

  - John… –Iba a pedirle que se alejara, pero no tuvo las fuerzas.

  - Am –el aliento del lobo acarició el rostro de la bruja –todos estos años…

  - ¡No! ¡No sigas! –Lo cortó, apartándose de el de un golpe -¡No quiero escucharlo!

  El lupi se incorporó y la sujetó rodeándola con los brazos. Si Amara lo hubiese siquiera pensado, sus poderes habrían acabado con él en cuestión de segundos. Pero jamás le haría daño a John, aunque él le hubiese roto el corazón una vez.

-Am, no quiero irme de este mundo sin haberte dicho todo lo que te extrañé en estos años, y lo que aún te amo.

   La bruja sintió que todo su ser se helaba. Por más que hubiese querido negarse, la posibilidad de perderlo estaba allí, frente a sus ojos, casi abofeteándola. La guerra, otra vez, amenazaba con destruirlos. La bruja sintió que ya no tendría fuerzas para soportar de nuevo un dolor como aquel. Tampoco un motivo.

-John –balbució la bruja, entre los brazos de único hombre que había amado.

  Sintió que la muerte los rodeaba de a poco y ya no se permitiría perder. Había renunciado al plan de la Convención solo para no cargar con su muerte, porque después de todos esos años, lo seguía amando con locura. Lo que sea que habitaba en su interior hizo más fuerza que nunca por escapar de allí en busca de aquel ser único capaz de despertarla. Ambos supieron en ese instante, que todas sus vidas habían adquirido un verdadero sentido cuando habían experimentado el amor. El verdadero, el que no se olvida o pierde, el que no se encierra.  Entendieron por fin que ese era el verdadero objetivo de pasar por este mundo. Entonces sonrieron. En medio del dolor, sonrieron.

   -Solo el universo sabe cuánto te quise –musitó la bruja y lo besó.

 

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