Julieta quiso quedarse

Julieta

    La habitación olía a flores y a campo. No era artificial, pero no tenía lógica, de todos modos, que ese olor se hallara ahí. En ese encierro y penumbra. Registré el lugar con la poca lumbre que entraba por una rendija de la ventana, hasta que lo vi. Sobre la cama, yacía un cuerpo. Todo mi ser se sobresaltó y mis manos se alumbraron de golpe.

  -Tranquila –susurró Enzo sosteniéndome de la cintura –no hay nada que temer.

  -¿Quién es? –la garganta se me había secado y la imagen de Sofía se dibujó en mi mente como si de verdad la viera.

  -Su nombre era Fátima –dijo Senta acercándose y tomando la mano del cuerpo que aún no veía en detalle.

  -¿Qué hace aquí? –pregunté con voz trémula. Sentía que algo quería escapar desde mi interior, y estaba haciendo acopio de todas mis fuerzas para que no lo lograra.

  -Necesitamos que la traigas de nuevo –dijo Enzo.

  Una carcajada que no pude contener explotó en mi garganta y me sacudió de cabo a rabo. No era risa real, era una mezcla de nervios y miedo.

  -¿Acaso se volvieron locos? ¿Regresar de la muerte a alguien?

  - Es algo que podés hacer Juli –dijo Enzo sin siquiera haberse inmutado –De hecho sos la única capaz de hacerlo genuinamente.

   Me quedé de piedra contemplándolos a ambos. No podía ser. Lógicamente no lo era. Pero el resto de mi ser sí lo sabía. La otra cara de mi yo sabía cómo hacerlo. Aunque me inspirara terror.

-¿Por qué tendría que regresarla a la vida?

-Porque es el pago por un trabajo que encargué –dijo Emma apareciendo de improviso como por detrás de una nube invisible.

-¿No podés acaso hacerlo vos? –la desafié.

-Estoy segura de que a Matt le gustaría que lo hicieras –dijo absolutamente convencida.

-¿A Matt? –las manos se me encendieron y brillaron con una tonalidad dorada.

-Ves que podes mi cielo –dijo la falsa Emma. En sus ojos vi dibujada mi magia.

  Mi Julieta ancestral lo sabía todo y parecía cantar desde mi interior con una voz suave y persistente. Aun así me rehusaba a oírla, porque me negaba, aún, a aceptar que todo aquello fuera de veras real.

-¿Quién es ella? –musité, pero ya lo sabía.

 

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