Julieta quiso quedarse

Jefe Beta

 

  Joel estaba allí donde habían acordado. Lo acompañaba la chica. El Jefe no tenía idea de cómo se las había ingeniado para poder llevársela de su morada. De seguro su chico había tenido algo que ver. Nunca había confiado lo suficiente en Matt, y Joel lo sabía. Era demasiado parecido a su difunta madre. Lo cierto es que sin su ayuda, el mejor cazador Beta no podría haberse hecho con la chica. Quizás, y era lo que se inclinaba a creer el Jefe, había manipulado a su hijo para lograr sacar de esa casa embrujada a la tal Julieta. Esa debió haber sido la manera, y el Jefe lo creía, porque el rostro de Joel estaba corrompido por alguna emoción devastadora. Lo conocía lo suficiente para saberlo.

    La chica a su lado, parecía un pollo mojado. Delgada y acurrucada sobre sí misma, con el cabello negro y lacio cayendo sobre sus hombros, ocultando un rostro extraño y hermoso. Estaba asustada, su miedo se traslucía en sus rasgos delicados.  Si ella tenía los poderes que creían, la obligarían a utilizarlos contra los hechiceros. Pero primero lo primero. Tenían que localizar a la bruja Emma. Ella podría ayudar a que la tal Julieta hiciera lo necesario para acabar con la maldita convención, o al menos con su hechicero principal. Los Beta eran feroces, pero sabían que contra la magia, no eran más que cachorritos. La fuerza no tiene nada que hacer contra la magia. Nada. 

-¡No sabes lo orgulloso que estoy de tenerte en mis tropas! –dijo el Jefe en cuanto estuvo lo suficientemente cerca de Joel.

-Gracias señor –balbució Joel, y el jefe lo notó. Confirmando su teoría de que habría utilizado a su hijo para ello.

-¿Qué tan peligrosa podría ser? –dijo sin animarse a acercarse a Julieta.

-No es violenta –la defendió Joel –Si posee magia aún no se ha dejado ver.

-Es obvio –respondió –sabrá como ocultarse.

-¿Y si es una trampa señor?

-No lo creo –dijo el jefe –esta chica debe ser una bruja.

   Entonces sin previo aviso desenfundó una navaja que llevaba escondida y atacó a Joel, pero antes de que llegase siquiera a hacerlo, voló por los aires y cayó entre sus hombres, empujado por una fuerza sobrehumana. Estos apuntaron todas sus armas directamente a Julieta, que ya de pie apuntaba con sus manos a todos ellos.

-¡Alto! –gritó el jefe –¡Estoy bien! –dijo incorporándose con dificultad. Joel había quedado estaqueado al suelo. El Jefe volvió a acercarse, sin miedo –¡Te lo dije Joel! ¡Ella es una bruja!

   En cuestión de segundos más, Julieta desarmó a todos los hombres, quitando de sus manos sus armas y cuchillos. Los cazadores se quedaron perplejos. Ni siquiera Roderica había logrado hacer aquello. No porque no pudiese, sino porque no había querido, aunque ellos no supiesen eso. El jefe, lejos de asustarse, contempló la escena fascinado. Julieta sabía que era un ser siniestro, y ahora lo veía de primera mano.

-Eso es exactamente lo que esperaba de ella –dijo, y sonrió.

 

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