Julieta quiso quedarse

Joel

   Los cazadores, que no eran pocos, acamparon en la playa. En un sitio al que el mar no llegaría. Al menos, eso habían calculado. Aseguraron sus tiendas y se apostaron a descansar, solo después de comprobar que no había ni un solo lupi cerca. No atacarían a los hechiceros. El Jefe, quería hablar con Brais. Obviamente sus hombres no estaban de acuerdo con él, pero para algo era su Jefe y no tuvieron otra opción que respetar sus órdenes. Julieta permaneció con ellos, encerrada en la tienda de Joel.

   Los Beta, eran sagaces y fornidos, veloces y letales, pero no eran muy diestros con la magia. De más está decirlo. Además siempre habían contado con el apoyo de sus creadores, verse en contra de ellos los ponía en una desventaja peligrosa.

   Julieta los engatusó como quiso al hacerse la pobrecita y encerrarse en una tienda. Lo hacía solo porque era así el plan, de otro modo podría haber acabado con ellos en menos de lo que canta un gallo. Y lo sabía. Su nueva Julieta conocía cosas indecibles, y secretos escondidos en su ADN por miles de años. Pero aunque Julieta ahora fuera distinta, su respeto por la vida de los demás seguía intacto.

-No va a pasarte nada Julieta, tranquila –dijo Joel alcanzándole un plato de comida de extraña procedencia.

-Ya lo sé –respondió la chica –de todos modos sé cuidarme. Los que me preocupan son Matt y Enzo.

-Están dentro de la Convención –susurró –me acaban de avisar. Señaló el móvil que Enzo le diera horas antes.

-Me parece bien, siempre que Madre lo proteja.

-Sinceramente Julieta, no creo que se atreva a tocarlo –dijo señalando mis manos. La chica sonrió levemente.

-Ojala tengas razón. –dijo pero aún no se convencía.

  Joel la miraba con un detenimiento arrasador, pero Julieta estaba tan abstraída que no se percató en ningún momento. A la legua se le notaba que era un ser diferente, extraordinario. Joel, no conocía la historia de la chica, pero no tenía dudas de que era hija de los dioses, si es que ellos habían existido. El cazador se sentía perturbado en su presencia, una especie de amor inevitable lo unía a la chica. No podías de ningún modo resistirte a ella.

-No puedo creer que dejé a mi esposa en manos de Alain –dijo rompiendo el silencio mientras acababa de comer.

-Es un buen hombre, y ahora ha logrado dominar a la bestia.

-No lo pongo en duda –dijo –si dos días atrás alguien me hubiese contado lo que ahora estoy haciendo, me hubiese suicidado.

-No puedo comprender lo que ha sucedido a lo largo de la historia ¿Acaso nadie se detuvo a pensar que somos todos seres con derecho a vivir? –dijo Julieta con un dejo de indignación en su voz.

-Sí, pero es más fácil dejarse llevar por la bestia. Lo lupis no son los únicos que esconden en ellos el animal. Todos lo llevamos.

-Soy consciente, pero no solo lo han decidido porque es su naturaleza, sino porque los falsos magos han promulgado que era lo mejor. Los hechiceros lo han hecho a lo largo de siglos –se paró y caminó por la tienda. Estaba furiosa –han contaminado este mundo.

-Julieta –balbució Joel –tus manos.

  La chica se volvió y miró sus manos envueltas en llamas azules.

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