Julieta quiso quedarse

Julieta

Me sobresalté en cuanto la vi sentada junto a mí en la pequeña tienda de Joel. Hacía frio y todas las luces estaban apagadas. Pero yo veía perfectamente en la oscuridad.

-¿Madre? –balbucí.

-Sabes que sí –musitó tomando una de mis manos frías.

Busqué a Joel en la oscuridad, dormía profundamente en su bolsa. A escasísimos pasos.

-Él no va a escucharnos –dijo –ni él, ni los otros.

-¿Por qué estás acá? –pregunté – ¿Acaso no hay peligro aquí?

-Ninguno, ya te dije, nadie nos oye –se incorporó y me extendió los brazos para que también lo hiciera.

   La seguí fuera. La noche estaba clara, iluminada por una increíble luna blanca. El ronroneo del mar era una suave canción de cuna de fondo, que ahora recordaba, me había ayudado a dormir. Hacía frío, mucho frío, por dentro y por fuera. Me sentía un témpano. Miré en derredor, las demás tiendas estaban oscuras y silenciosas. No creía que los Beta fueran tan desprevenidos, eso tenía que ser cosa de madre.

-¿Por qué has venido? –quise saber, deteniendo su andar sin rumbo – ¿Vas a contarme el resto del plan?

-No vine precisamente a eso –dijo girando sobre sus pies y mirándome con algo en los ojos que no pude determinar.

-Entonces –insistí – ¿A que debo tu visita Madre?

-Vine a contarte acerca de tu origen y el mío.

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