Julieta quiso quedarse

Matt

    La Convención tenía todas las luces encendidas. Todas. Lo que me intimidó un poco en cuanto atravesamos las puertas. El poli no pareció notarlo, pero allí había algo anormal, a juzgar por la única vez que había estado allí en busca de Aubrey. O quizás ya supiera lo que se cocinaba en ese tugurio de hechiceros.

-¡Matt! –llamó –¡no te quedes atrás!

-¿Dónde están todos? –pregunté –Este lugar está vacío.

-Supongo que cada quien es su habitación, incluyendo a las brujas. Asique no perdamos tiempo y aprovechemos para comer y descansar. 

-No creo que pueda hacerlo –dije –estoy un poco extraño con todo lo que paso.

   Enzo se volvió sobre sus pasos, y por primera vez en el tiempo que lo conocía vi en él una mirada de veras sincera.

-No es para menos, acabás de recuperar a tu madre, después de años de muerta. No sabes lo que daría yo porque me pasara lo mismo.

-¿Qué fue de tu madre? –pregunté y al cabo quise morderme la lengua.

-Murió en batalla –sus ojos se volvieron sombríos de nuevo y retomó el camino, al que lo seguí sin ganas.

-La mía también y Julieta la trajo de vuelta –insinué.

-Mi padre quemó su cuerpo, a sabiendas de ella lo haría de todos modos si despertaba siendo Gefallen.

-Lo siento –balbucí. Enzo sonrió débilmente mientras me invitaba a pasar a una sala de la casa de la gobernación.

   Allí dentro nos esperaban tres personas que me llevó unos momentos reconocer. Blaz, el padre de Enzo, el lupi John y Amara, la gran bruja. Los tres se veían agotados, pero tranquilos.

-La chica lo hizo –dijo Blaz en cuanto nos acercamos, pero ya sin arrogancia. Se lo veía distinto, como si ya no fuese el mismo brujo gruñón y engreído de siempre –
¡Felicidades chico! –dijo mirándome.

-Gracias –me oí decir.

-¿Qué hay de Clara? –Preguntó Enzo sin rodeos –Debo llevarla a una habitación normal, prepararla para su despertar. –en su voz no había ni un atisbo de cariño hacia su padre.

-¡Clara! –Grité – ¿La Clara que imagino?

    Los demás se miraron entre sí. Enzo asintió. La prima de Julieta viva. Eso sí sería una fiesta. Con Clara a su lado Julieta saldría adelante en menos de lo que canta un gallo. No pude ocultar la felicidad que me producía el saber lo feliz que haría  a Julieta aquella noticia. Quería saberlo todo, preguntarles, pero me abstuve. No quería que malinterpretaran nada. Ya en su debido tiempo lo sabría, aunque tuviese que esperar.

-Ella necesita estar lista en el momento justo, y eso será en cuanto Julieta venza a los hechiceros y cazadores que se queden.  –Dijo Enzo –ver con vida a su prima la hará creer en la magia, en su poder, como nunca antes. Y eso es lo necesario para que triunfe el plan de Madre.

     Asentí. Me parecía horrible que negociaran las emociones de Julieta para lograr sus objetivos, pero al fin y al cabo el mundo era así. Y en todos los tiempos se había jugado con mentiras para crear verdades absolutas. Clara era una ficha más, en aquel juego. Y eso francamente me molestaba. De todos modos si aquello la hacía feliz a ella, que tanto había soportado, además de haber devuelto a mi madre a la vida, lo dejaría pasar. Solo esta vez.

-Matt, ¿Podrías ayudarme con Clara? Vamos a llevarla a la habitación que fue de Aubrey. Nadie la molestará allí. Podrá recuperarse de las intervenciones que le ha hecho mi padre.

-Por supuesto –dije siguiéndolo escaleras arriba.

   Recorrimos buena parte de la casa de gobernación, que daba la sensación de un laberinto sin salida, hasta dar con el sitio en que el cuerpo enorme y extremadamente flaco de una chica reposaba encima de una mesa metálica. La chica tenía varios tubos conectados a las venas del interior del codo. Gruesos tubos, que a simple vista parecían contener un preparado espeso color blanquecino. Estaba apenas cubierta con una manta delgadísima color blanco y una especie de almohada muy pequeña debajo de su cabeza.

-Se le parece ¿A que si? –dijo Enzo observándola de cerca –al menos ahora lo hace.

-Sí, se le parece un poco en el gesto. ¿Sonríe?

-Eso creo –dijo acercándose más.

    La chica era bonita, pero no tanto como lo era Julieta. Si bien, el trabajo de reconstrucción que habían hecho en ella era inmejorable, algunas reminiscencias de la licantropía quedaban. Eso sí, solo nosotros podríamos notarlo. Una persona común diría que se trataba de una chica de rasgos duros, y ya.




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