Julieta quiso quedarse

Fátima

  Solo alguien que había muerto y vuelto a la vida después de tanto tiempo, sabía a ciencia cierta lo que era nacer. Porque volver de la muerte, sea de la forma que sea, era nacer. Fátima había nacido dos veces en su vida, una cuando escapó del cuerpo de su madre, otra cuando Julieta le abrió la casi infranqueable puerta que divide el mundo de los vivos con el de los muertos, permitiendo que volviese a escapar de allí, por segunda vez.

  La mujer no paraba de mirarse y tocarse, reconocer su cuerpo nuevamente. Aun vibraba en todo su ser la sensación de transformación que había sentido al regresar a su viejo molde. En un primer momento se había sentido encerrada y apretada dentro de una caja muy pesada y horriblemente fría. Pero entonces había empezado a expandirse, a correr por dentro de aquel espacio, que ahora le ponía un límite a su alma, uno conocido.  Allí por donde pasaba, el hielo empezaba a retroceder y un naciente calor surgía desde las paredes. Entonces su alma se preparó para arraigarse al uniforme que iba a vestir, a cargar en la tierra que le daba una segunda chance de existir. Fue como un llenarse de las cosas, como estirarse y contraerse dentro del útero materno, como un latido de corazón, como una luz potente alumbrando un lugar cerrado, llenando de reflejos dorados la oscuridad hasta acabar con ella implacablemente. Y luego todo lo demás, que llegó con la memoria y el aire entrando y saliendo de sus pulmones. Volver a la vida, no era nada fácil, pero eso no quitaba que fuese maravilloso.

-Deberíamos poder recordar el momento en que nacemos –dijo la cazadora con la voz quebrada por la emoción que aquella sensación aún generaba en su ser.

-Eso sería maravilloso –dijo Alain mirando el vaso que sostenía entre las manos desde hacía un buen rato. – ¿Tan malo es el otro lado?

-No –respondió rápidamente la cazadora –para nada. Es un mundo diferente, en el que sos diferente y sabes otras cosas. Un nivel más arriba que este.

-¿Estás diciendo que este es un mudo rústico? –preguntó y sonrió cansado.

-No lo llamaría de ese modo. Diferente está bien. –sonrió y Alain vio lágrimas en sus ojos.

Pareces feliz de haber bajado de nivel –dijo no muy convencido.

-Obviamente. El otro lado tiene sus cosas buenas, pero después de habitar esta dimensión, en un cuerpo de características animales que permite sentir emociones  a flor de piel, que necesita de un combustible diario, que entiende del amor y del egoísmo, es difícil acostumbrarse a la frialdad de la inmensidad, a ser solo espíritu sin principio ni final, sin rencores, sin temores, y sin preguntas. Solo existiendo en la eterna paz, en la interminable belleza.

-¿Sin preguntas? –dijo el lupi  arrugando la cara.

-No hay preguntas en el mundo de las respuestas. Las preguntas, las dudas y el desconocimiento son solo de este mundo, y ese es el gran el motor que nos impulsa a vivir. Inclusive para seres como ustedes que están un paso más adelante que los simples humanos.

-No quiero morir jamás entonces –dijo Alain.

-Ya te dije que aquel mundo tiene su lado bueno. Es liberador en lo absoluto, y la mayoría no busca regresar a esta dimensión. –sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas –pero yo dejé demasiado en este lugar, no podía simplemente trascender. –Alain asintió, comprendiendo.

-¿Y cómo es?

-Es el eterno atardecer, o amanecer. Como te guste más. Allí nada muere o termina, nada nace, todo está desde siempre y para siempre. No hay dolor, ni emociones que trunquen la verdad, que nublen una decisión. Solo armonía. Por todos lados. Calma absoluta.

-Para alguien de tu estilo debe ser agotador –bromeó Alain.

-¡No, en lo absoluto! –se acomodó el pelo y lo miró directo a los ojos –No somos como acá, allá no contamos con un cuerpo con determinado ADN que nos determine. Que nos haga inquietos o tranquilos. Es cierto que ningún espíritu es igual a otro. Pero nos parecemos mucho.

-¡Bienvenida de nuevo querida amiga! –dijo Alain, y de veras estaba feliz de tenerla de nuevo –¡que esta segunda chance sea mejor que la primera! –y elevó el vaso para brindar con Fátima. 

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